La situación actual de Venezuela no puede ni debe continuar. El proceso de destrucción nacional se acelerado en los últimos años. Abarca todo. Tanto lo material a la vista de propios y de extraños, como lo institucional y político. Más de ocho millones de compatriotas están fuera del país. Se dice fácil, pero se trata de una de las mayores migraciones del mundo y la primera del continente americano. El impacto existente es tremendo. Una especie de desmembramiento anormal de la familia genera una inquietud imposible de disimular. No todos lo viven de la misma forma, pero tener lejos a padres o a hijos, aunque sea parcialmente genera consecuencias inevitables.
Muchos de los que permanecen en el país viven de los circunstanciales aportes que hacen quienes han conseguido laborar en el exterior. Las oportunidades de trabajos estables y bien remunerados dentro del país se han reducido escandalosamente. A pesar de que la moneda nacional, el Bolívar, sufre una devaluación irreversible, se sigue utilizando para pagar salarios mínimos a conciencia de que no sirve ni siquiera para lo básico. El dólar americano se convierte progresivamente en el instrumento monetario por excelencia para la industria y el comercio, pero no todos tienen acceso al mismo. Una de las consecuencias es que se profundizan las diferencias sociales.
No vale la pena profundizar sobre esta materia. Los pobres y la clase media de esta nación conocen en profundidad el drama existencial que viven. Crece en ellos la indignación y el deseo de que se produzca un cambio radical y urgente en la conducción del país. El problema está en la dirigencia, no en la gente, no en el ciudadano común. Me refiero a quienes tienen la responsabilidad de dirigir las actividades políticas, económicas y sociales. A muchos de ellos, no a todos, les gusta nadar en las dos aguas. Con acciones y escandalosas omisiones, los vemos a diario evadiendo la responsabilidad que les corresponde.
María Corina Machado, por mandato popular, está a la cabeza de quienes aspiran el citado cambio radical. Ejerce el liderazgo nacional y se ha convertido en la esperanza mayor de los venezolanos que dentro y fuera del país anhelan un futuro mejor. Todo lo que contribuya a fortalecer su liderazgo en bueno y útil. El régimen lo sabe. Por eso trabaja de manera abierta y encubierta para dividir el enorme respaldo que ella tiene. Estimula y financia a unos cuantos pseudo dirigentes en distintos sectores para que la enfrenten y traten de disminuir su liderazgo. No lo lograrán.
Sea cual sea el escenario electoral, el régimen saldrá derrotado. No serán suficientes las maniobras que realiza. Mucho menos la payasada reciente para anunciar las condiciones electorales para este año. Insólito espectáculo el de las firmas realizado en la sede de la Asamblea Nacional. Maduro, ya basta.
Lunes, 11 de marzo de 2024
oalvarezpaz
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