Por Toribio Azuaje
“El progreso tecnológico sólo nos ha provisto de medios más eficientes para ir hacia atrás”.
Aldous Huxley
En 1932 Aldous Huxley, un filósofo inglés nacido en 1894, publicó esta novela distócica cuyo título tomé para escribir este artículo. En ella, Huxley reseña de manera magistral y a la vez preocupante un mundo en que la sociedad ha sido transformada radicalmente y dominada por el avance científico y tecnológico, usando para ello las herramientas invisibles del placer y la felicidad.
El mundo en que vivimos hoy se ha transformado, solo hay que echar un vistazo y así verás que nuestra sociedad es similar a un celular de ultima generación, un smartphone o un Android, cargado de un sinnúmero de aplicaciones y herramientas que nos hacen suponer una vida más fácil. El placer y la felicidad (etérea por cierto) orientan todo nuestro comportamiento.
En un abrir y cerrar de ojos tenemos acceso a la información que necesitamos y también, en demasía, a aquella que no nos interesa. Del mismo modo que ese teléfono es dueño ya de nuestras vidas y que nunca se apaga, la sociedad moderna nos mantiene en total excitación emocional, absoluta distracción y dominación extrema.
La narrativa de Huxley, nos hace descubrir una sociedad parecida a la versión mas actualizada de estos aparaticos que nos acompañan para todas partes, pero en lugar de aplicaciones, tienen programas perfectamente diseñados y construidos para cada momento de nuestra corta y acelerada vida. Está sociedad no tiene botón de apagado ni manera alguna de personalizarlo. Cada usuario se encuentra nítidamente categorizado, moldeado, cuya función en la sociedad está determinada desde su nacimiento.
Nos movemos en busca de la felicidad usando para ello experiencias y logros de alta significación consumista. Pareciera que tomamos a diario pequeñas dosis de una droga que podríamos llamar “satisfacción instantánea” la cuál alcanzamos a través de numerosos y sucesivos likes y después de muchas compras compulsivas.
En la narrativa “Un mundo feliz” de Huxley, se dibuja una sociedad donde la felicidad no es una opción sino que constituye una prescripción obligatoria. Nos dominan y controlan todas nuestras acciones haciéndonos sentir inmersos en una carrera en búsqueda eterna de una felicidad que nos muestran, pero que nos está negada por los centros de poder que dominan el mundo. Hace rato que entramos en la era de la comodidad y el control tecnológico.
Hay un estado de dominación permanente, los centros de poder promueven o suprimen elecciones a su antojo. Tras las más destacadas expresiones de democracia subyacen plácidamente métodos de dominación que nos hacen esclavos de miserables intereses. Las dictaduras se parecen tanto a las democracias, porque usan las mismas herramientas del placer. Mientras estamos distraídos, aquellos perfeccionan sus métodos de dominación.
El enemigo de la sociedad no es el comunismo, es el consumismo.
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