“El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”.
Aristóteles
Román, pausado pero conversador, no desaprovecha la oportunidad para expresarse con su peculiar manera de avizorar la vida, mientras se desparrama un palo de agua, que fue lo que gracias a Dios, nos trajo el niño Jesús.
Entre la lluvia y el café caliente, esta mañana del 25 de Diciembre, Román, sin desenfundar, desde el cinto dispara sus palabras que nunca deja de sacarlas a asolear. “No sé porqué le dicen año nuevo, si tiene un año más, lo cierto es ya se asoma en la ventana, y esperamos que esta vez traiga en sus alforjas los cuentos buenos que aguardamos siempre”.
La verdad, es que este año vive sus últimos suspiros, y nos aguardan nuevos desafíos. Se nos va un año que ha resultado ser un tiempo brutal para los campesinos y agricultores, y como es de suponer, fue más brutal aún para los que se desenvuelven en un ambiente de precariedad.
La realidad no nos sorprende, cada día, envejecemos más, nos acabamos con los años, tratando de orientar la lucha y enderezar la trocha. En el conuco aguardamos sabiendo que se nos encanece el pelo y se acumulan deudas. La resiliencia es nuestra única arma y nuestra mejor compañera de viaje.
Aguante hermano, aguante, que se nos van los días y el 2024 se asoma en la ventana, como diciéndonos “Epa; hay que orientar el camino de quienes vienen tras sus sueños de vida, esos muchachos que tomarán las riendas de una patria adolorida y soñadora”.
¿Que tiempos se avecinan?
Duros serán los años venideros y duras serán las enseñanzas. Este año que nos deja no fue más que un asomo, una pequeña muestra de lo que viene caminando hacia nosotros.
¿Pesimista?, No, no es pesimismo, es ser realista. Hemos desaprovechado inmensos recursos y nos acostumbraron a las fáciles cosas. El tiempo se nos va entre bonos y bolsas de comida regalada, y eso no es un futuro promisor ni honorable. Es a punta del trabajo que se construyen las sociedades productivas.
Ahora nos toca construir desde lo poco, ya que no supimos desarrollar desde lo mucho. El recurso tiempo es lo que tiene mas valor, y este también lo hemos dilapidado. Se nos va el tiempo esperando que nos resuelvan los asuntos que nosotros mismos debemos resolver.
A cada quien le toca su hora, nos tocó a nosotros, y luchar contra la fuerza de la naturaleza es inútil. Es el destino que hoy nos llega y aparece cuando menos lo esperamos. A cada quien le toca su hora.
¿Cómo serán las nuevas generaciones campesinas que sueñan con un mundo mejor? ¿Que retos les aguarda? ¿Que otra vida vendrá?, eso si es un misterio, son esas dudas las que nos suelen desvelar. Pero no todo es malo, estas lluvias son provechosas para el café recién sembrado, al menos eso es un cuento bueno. Yo sembré unas matas de Canéfora, ese café es más resistente y menos exigente, le dicen el café de los pobres.
Hay un río compa, hay un río, así como ese río somos nosotros, nos abrimos camino entre la adversidad.
Otra taza de café; la lluvia comienza a amainar, yo, solo escuché. ¡Yo no hablé ni una gota!.
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