Por: Toribio Azuaje
«Estoy seguro de que la buena música la vida alarga». (Jehudi Menuhinl)
Hace tiempo que tenía atragantado esto, y no encontraba la manera de expresarlo sin correr el riesgo de herir susceptibilidades. Pero bueno, aquí se las dejo para que me despellejen.
La sociedad de consumo nos ha hecho creer que el campo es ignorancia, atraso, desconocimiento e irracionalidad. Hubo momentos en que nuestros hermanos campesinos eran mofados y habían hasta quienes negaban sus orígenes para no caer en las redes de los que por burla creaban chistes acerca de la torpeza campesina. La escuela citadina era excluyente y discriminante. Era difícil, por ejemplo, que un campesino disfrutara de ir a un plan vacacional, eso estaba reservado casi de manera exclusiva para los estudiantes citadinos.
Los campesinos han sido burlados siempre, discriminados y echado a menos. Casi que de manera tácita se entiende que el campesino es menos inteligente y de menos luces que el resto de la gente, de allí viene aquello de «Caracas es Caracas, lo demás es monte y culebra». En la Venezuela rural, desde siempre se pensó en Caracas como el centro de las luces y del poder y así se ha extendido y entendido por los siglos.
En aquellos tiempos no se hablaba de «bullying», pero se practicaba, y hasta hoy hemos arrastrado ese karma que nos marca como campesinos de estas tierras prodigiosas y dignas. Hasta hoy nos persiguen esos resabios y hasta nos han «encasquetao» una «fulana» música campesina, que no es tál, como si careciéramos del buen gusto por la buena música, las artes y la cultura en general. «Raspa canilla» le dicen a ese ritmo que quieren imponernos cómo música campesina, de paso que ni venezolano es este ritmo y ni de lejos le llega a nuestra poesía, que convertida en ritmo desfila por el mundo despertándonos a la vida.
De nuestros campos surgen las mejores poesías escritas con las notas del alma tomadas del viento que sopla entre montañas, llanuras, costas y sabanas. Pero, tal vez ignoran las bellas y exquisitas tonadas del Simón campesino que nos cubre de sueños y de vida. Acaso no han escuchado las poesías de Luis Mariano en la voz del Gualberto campesino, o tal vez no hayan disfrutado escuchando a un Guerrero enamorado de los caminos y las labores campesinas que destilan los más hermosos versos que nos transmiten la belleza espiritual del campo que nos da la vida a todos. Seguramente no han sentido el trinar de los versos de don Pío, o el Joropo Tuyero, o la fulia, o una Jota margariteña, un tamunangue, un galerón o una buena décima, un Pajarillo, una Quirpa, un Carnaval, Seis por derecho, un Quitapesares, Guacharaca, Joropo, Gaita, una Fulía Central, Fulía Oriental, Galerón, Punto, Jota, o un Aguinaldo. ¡Esa si que es música campesina!.
Por dónde te asomes consigues buena música como para que vengan a endilgarnos los malos gustos musicales, tan solo por tener la dicha de haber nacido en estos montes.
No alcanzarían miles de paginas para detallar los atributos de otros miles de campesinos, hombres y mujeres, que hacen historia cada día con la mejor de las artes en sus más variados tonos tomados de la naturaleza que les vio nacer y vivir, y lo más importante, que lejos de morir, viven y vivirán por siempre.