“Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje”.
Yevgeny Yevtushenko
Lo bueno de andar en el transporte público, de bus en bus, es que uno se encuentra allí con lo real, con lo humano, se encuentra con la gente sencilla. Esos que cada día salen a transitar la vida para ganarse el pan de cada día.
Allí, uno se topa con la vida tal y como es, como la vive nuestra gente. Aferrándose de sus realidades suele transcurrir el tiempo en este medio que nos transporta al trabajo, al hospital, al mercado, a la plaza, al parque, a la escuela o al estadium. Son tantos los sueños y esperanzas que viajan en esos buses repletos de corazones dispuestos a la vida. Recuerdo que en algunas oportunidades huyendo de la exagerada burocracia que abraza a quienes asumen algún cargo gubernamental, me montaba en un bus de alguna ruta urbana Guanareña, para escuchar e interactuar con esa realidad que frecuentamos olvidar.
Pero el cuento de hoy, es que recientemente en uno de esos recorridos, en la vía que comunica a Biscucuy y Guanare, me topé con Rafael, joven luchador, combatiente, revolucionario como el que más. La conversa fue larga y tendía, desde que nos saludamos abordando el bus. ¿Que tal? ¿Cómo anda? ¿Cómo están las cosas?. Profe, ¿cómo ve el asunto político? Esta última, pareciera una pregunta obligada en cualquier conversa hoy día. Es una interrogante ineludible en tiempo electoral. Así, comenzamos a interactuar y hacer un paneo por el asunto.
Estas son las cosas que resultan ser una exquisitez en la vida, la de encontrarse con tantas realidades juntas, y poder interactuar con amigos y con desconocidos, quienes siempre dejan algo que aprender de estos encuentros fortuitos. En esas rutas que vienen y que van, se cruzan todas las experiencias que giran junto la gente del pueblo. Por esas calles de la gente humilde, se desgranan todos los sueños y esperanzas de la vida, y allí se aprenden asuntos de la sabiduría popular que nos hace entender que cada quien le da la forma a su realidad tal como la aprendió a vivir.
En el transporte público nos enteramos de todo lo que ocurre en el país y más allá de está patria adolorida. Allí, aprendemos, recetas de cocina, medicina popular alternativa, dónde encontrar mejores precios, y además nos enteramos de las andanzas de los políticos, quienes ni de “vainita” se sientan en una de estas butacas de las unidades que frecuenta la gente a quien le piden el voto cada cierto tiempo. Si tuvieran la modestia de abordar una ruta popular en cualquier parada, se encontrarían con la verdad de lo que vive nuestra gente, pero ellos están muy ocupados como para dedicarle un ratico a la gente que seguramente les votará en las próxima justa electoral. Si tan solo recordarán, que Aristóbulo se convirtió en Alcalde encontrándose con la gente en los buses de las rutas caraqueñas, o que el comandante, en las primeras de cambio recorrió el país en un cacharro viejo. El gran Pepe Mujica nunca dejó su viejo escarabajo que lo transportada de su casa al despacho de presidente, ese comportamiento de Pepe, fue una enseñanza suprema de humildad que jamás la volveremos a ver por estas tierras.
Volviendo a la conversa con Rafael, quien se sentó a mi lado, cuando apenas logré dispararle un “que hubo” al mirarlo venir por el pasillo. ¿Cómo está la cosa profe?, Écheme un cuento bueno, le respondí enseguida. Así comenzó la conversa que nos acompañó hasta que me bajé en la parada de la entrada a mi conuco. Ustedes han de imaginar, pasamos por los primeros años del proceso, hasta llegar al desastre a dónde nos han llevado hoy, quienes se olvidaron que el transporte popular existe. Ya cambiaron sus ropajes y exhiben costosísimos atuendos, que no encajarían en algún bus de la ruta popular. Hay hasta quienes se combinan sus lentes con el traje, los zapatos con la cartera, y así van, no les alcanza el tiempo para tantos estrenos; mientras el pueblo llano, le coloca pedazos de cartón recortado a sus zapatos rotos.
La situación real, el compromiso, la lucha continúa, la defensa de la constitución, el imperialismo yanqui hace lo que le da la gana, los otros imperios que se abalanzan sobre nosotros, la educación, tan solo tres días de clase semanal, viva el futuro, la pérdida de los salarios, el bloqueo -del cerebro-, la bonificación del salario, la oposición corrupta y lisonjera, no volverán, AD y COPEI la misma vaina es, el pueblo unido jamás será vencido, ahora cualquiera quiere ser presidente, la patria es el hombre, solo el pueblo salva al pueblo, la universidad, la lucha estudiantil, las barricadas no son lo mismo que “guarimbas”, la abominable corrupción campante y sin quien la detenga, agarrando aunque sea fallo, la minería ecológica -Dios mío- que cosa mas vulgar y brutalmente destructora del ambiente, ¿que hacer?, y muchas cosas más, muchos otros temas en tan corto recorrido.
Al final de cuenta, las cuentas no son las mismas, no es lo mismo dibujar un país viendo pasar el paisaje por la ventanilla de un bus destartalado, que mirarlo desde el confort de lujosas oficinas y unos “camionetones” estacionados en el garaje de la casa. El socialismo es otra cosa, el socialismo es más democracia.
Profe, usted sabe que mi papá usaba una expresión para definir ciertos momentos en que la gente se dispone a arrasar con todo; “PATA E’ PERRO” le llamaba él, y es la manera de agrupar los cinco dedos de la mano, y en la punta de los dedos apresar el mendrugo de pan o de arepa para deslizarlo por todo el plato y así poder arrasar cualquier “burusa” de comida dejando limpio y reluciente el plato. Más o menos así, es lo que está pasando. Profe, estamos siendo víctimas de la técnica de la “PATA E’ PERRO”.
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