Por: Toribio Azuaje
“Creo que con el tiempo mereceremos no tener gobiernos”.
Jorge Luis Borges
Hay una interrogante que nos persigue siempre, ¿Porqué no debemos seguir pensando en el Estado como ente que debe resolver nuestros problemas?. Sencillamente, porque el Estado es una estructura que fue creada para proteger los intereses de los sectores económicos dominantes. Todos los regímenes de gobierno utilizan al Estado para dominar a cualquier costo, imponiendo su modelo y su ideología. Desde la perspectiva marxista, el estado es concebido como un aparato para la represión de una clase social dominante contra la otra dominada.
En distintos momentos, hemos señalado que el peso de la lucha organizativa del movimiento campesino, de los caficultores y trabajadores en general, recae sobre nosotros mismos, no podemos esperar que otros nos vengan a organizar, nadie lo hará, de hacerlo, sería para defender sus propios intereses, no los nuestros. Menos aún podemos crear estructuras organizativas tuteladas por el Estado, esto significa castrarlas de combatividad.
Organizarnos es tarea nuestra, aunque más puede la costumbre que la razón. Son muchos siglos de dominación que a veces nos impiden mirar con claridad el camino que hay que transitar. El colonialismo y el Neo colonialismo nos metieron entre ceja y ceja al Estado omnipotente que todo lo domina, como nuestro refugio al que acudimos reclamando toda ayuda posible.
El Estado no es de ninguna manera una entidad neutral, este constituye en si mismo un aparato creado para la dominación y para perpetuar el poder de los sectores económicos que dominan la sociedad moderna; es decir, el Estado solo existe para perpetuar y proteger el sistema capitalista que hoy domina al mundo. El Estado se concibe entonces, como un aparato de represión al servicio de la clase dominante. La Burguesía es la dueña de los medios de producción y para colmo cuenta con un Estado que los protege y los engorda.
¿Cómo es que se perpetúa la clase dominante? Esto lo hacen implementando leyes y políticas para fortalecer y favorecer a la burguesía, a costa de la clase trabajadora. Por ejemplo, las exportaciones de café, de las cuales se habla mucho entre nosotros en estos días, solo favorecen a las nuevas y viejas burguesías que se amparan en un estado alcahueta y claramente aburguesado. No son precisamente los caficultores los que logran exportar el grano. El caficultor aporta el fruto de su trabajo y ellos abren sus bolsillos.
Para cumplir la tarea de perpetuarse como clase dominante, utilizan la policía, los tribunales y el ejército, los cuales son utilizados como instrumentos de represión que mantienen el orden social y económico, que a su vez ha sido impuesto a “mandarria y pisón” por la clase dominante.
El Estado, además, actúa como una superestructura ideológica que legitima y perpetúa las desigualdades de clase. Esto lo hace usando los aparatos ideológicos de Estado, como la educación, los medios de comunicación y las instituciones religiosas, con ellos el Estado difunde ideologías que naturalizan y justifican la explotación y fortalecen la desigualdad social.
Para perpetuarse, el Estado debe protegerse así mismo, para ello echa mano de la represión frente a las eventuales luchas sociales, utilizando diversas modalidades de represión. Cuando los trabajadores intentan resistir y pelear por mejores condiciones de vida, el Estado actúa de manera represiva. Esta práctica represiva puede expresarse de manera violenta mediante el uso de la fuerza policial y militar, o puede aparentar ser mucho más sutil, mediante la cooptación y división de los movimientos sociales, comprando voluntades para que abandonen la lucha y se sumen a su lado.
Al final, el Estado enfrenta siempre una aparatosa crisis de legitimidad, esto se produce cuando ya no puede ocultar o se le imposibilita gestionar y controlar las contradicciones generadas por el capitalismo. Es entonces cuando la represión se intensifica y el Estado muestra su verdadero carácter de clase. Pero hay que tomar en cuenta que cuando se hace evidente esta crisis, también es el momento en que pueden abrirse oportunidades para la lucha revolucionaria que permitiría la transformación social tan esperada.
Volviendo a lo nuestro, hay que entender en lo real, la necesidad de orientar distintas formas de organización desde lo local, que puedan dar origen a estructuras superiores de organización para la liberación del movimiento campesino y obrero. Los sindicatos han sido desmantelados para ponerlos al servicio no precisamente de los trabajadores. Urge entonces idear nuevas modalidades de lucha y nuevas formas de organización. toribioazuaje@gmail.com
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