Por: Toribio Azuaje
“Siempre que trato con hombres del campo pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuanto nosotros sabemos.”
Antonio Machado
Cual frágil árbol que nace y crece en medio de un denso y poblado bosque, el campesino lucha permanentemente y en condiciones de profunda desventaja. Como aquel débil árbol que pelea en busca de la luz del sol, su lucha es permanente y no hay descanso, ni hay ayuda, ni abono alguno que le sea suministrado más allá de lo que puede absorber de un suelo fértil o pobre de nutrientes.
Así como aquel árbol, cada hoja representa el esfuerzo por salir adelante y cada hebra de raíz simboliza su capacidad de resiliencia ante la adversidad, la desidia y la traición.
La sombra de los árboles dan cobijo a un mundo lleno de vida que se desarrolla en su pie; recordándonos que, cada centímetro de suelo alberga a miles de millones de seres vivos. -El suelo es un organismo vivo-. En esa naturaleza viva que muchos agreden, desprecian e ignoran, la sombra del árbol representa en el mundo campesino, su trabajo, su esfuerzo por producir el alimento que la ciudad opulenta y voraz necesita. La ciudad no podría sobrevivir sin el campo, mientras que el campo si puede sobrevivir sin la ciudad.
La búsqueda de la libertad se mira en el viento que mueve sus ramas y esparce las semillas por todos los rincones del planeta, profundizando el bosque y garantizando la subsistencia de la esencia que ese campesino representa.
Los riachuelos y los hilos de agua que aún quedan, son los pequeños destellos de vida que logramos alcanzar ante tanto abandono y abundante traición. La traición nos persigue y los traidores pululan por doquier; nos organizan para defender los intereses de quien nos organiza. Seguimos condenados a una vida dura y agreste.
La ciudad nos califica como un sector ignorante y pobre, pero en el campo, la cultura y el arte popular florece y se desborda, escuchándose desde lejos como la algarabía de guacharacas que despiertan al sol. Una amplia cultura persiste dentro de este denso bosque, una inmensa moral y dignidad. Es mucha la humildad que atesoran nuestros campesinos. La realidad nos golpea el rostro y nos recuerda que nadie comería sin el trabajo del campesino.
Todas las tormentas serán superadas, pero sin duda, dejan profundas y dolorosas heridas en este bosque que se dibuja en el cuerpo del hombre campesino. toribioazuaje@gmail.com
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