Por: Toribio Azuaje
Los golpes de la adversidad son muy amargos, pero nunca son estériles. (Ernest Renan)
El miércoles amaneció más fresco, la lluvia aplaca un poco el calor que durante días ha azotado el campo. Alexis se levantó temprano como siempre, enciende el fogón para dar un poco de claridad pues la electricidad parece haberse escapado por un rato. La ola de calor y el inclemente sol acabó con el maíz y las caraotas sembradas recientemente, hay que prepararse para una nueva siembra.
Aquí, me dice Alexis, esperando que la lluvia empareje, mientras se dispone con sus hermanos a preparar el terreno de nuevo para emprender la tarea de entregarle a la tierra sus sueños que van encerrados en el corazón de cada semilla que toca el suelo. Mientras tanto el café se recompone y la limpia le dá nuevos aires de recuperación.
Me dicen que Yolman el sobrino, sufrió un accidente, al ser atacado por un enjambre de avispas, resbaló, cayó y se fracturó un brazo. Todos los riesgos se vienen juntos en cada jornada de trabajo. Como si no basta con el esfuerzo que se le imprime a diario a punta de sudor y fuerza laboral para sembrar el alimento necesario. Comienzan a madurar los aguacates y algunas matas muestran ya la reguera de frutos que empiezan a desprenderse de las ramas más altas.
Me asomo por la ventana y veo un par de gallinazos en el árbol de mijao asoleándose en los primeros rayos de sol de la mañana. Las maticas de nuez criolla aguardan para ser trasplantadas cuando alcancen un porte un poco más adecuado para llevarlo al campo definitivo. ¿Para que siembras esas matas de nuez? Eso tarda mucho años para estar en producción, te morirás de viejo, me dice Alexis. El árbol de nuez tiende a desaparecer, le digo, hay que preservarla para las generaciones futuras, y le replicó como respondía mi papá, «si nó como yo, come otro». Está conversa me trae a la memoria al líder Martin Luther King, a quién seguramente Alexis nunca lo ha escuchado mentar, «Si tuviera la certeza que mañana se acabaría el mundo, yo hoy, aún sembraría un árbol». La hoja del árbol de nuez es un excelente abono para los cafetales, después de descompuestas por la acción de los microorganismos presentes en el suelo se convierte en un buen nutriente para nuestros cafetos. Dónde hay nuez hay buen café.
La nuez es el fruto del árbol de nogal. El dulce de nuez es muy popular y común en este pie de monte, la semana santa coincide con la cosecha de este fruto silvestre y en ese tiempo abundan las nueces cocidas, el dulce de nuez, las arepas de nuez, el atol de nuez. El aceite extraído de la nuez es un excelente cosmético para detener la aparición de arrugas y mantener la piel fresca y lozana, este aceite retarda el envejecimiento celular. Así que, si tiene nueces en su predio, extráigale el aceite y hágase rico.
En mis tiempos de muchacho se practicaba el juego de Nuez. Eran burritos formados en pirámides de cuatro nueces que debían ser derribados lanzándole otra nuez desde cierta distancia, si lo derribas las nueces son suyas. Así pasábamos las tardes, jugando nueces para completar para el dulce.
Para el pequeño campesino la vida transcurre en el trabajo, hay que aprovechar cualquier momento para sacarle un mejor provecho al arte de cultivar la tierra. Mientras tanto preparo un resguardo para las codornices que será el emprendimiento de este año. Poco espacio y fácil manejo. Se aprovecha sus huevos, su carne, sus plumas y el estiércol. Aves de corral y animales menores en general constituyen una alternativa de diversificación.
La verdad es que deberíamos emprender con la ganadería menor, considerando incursionar en la cría de conejos, cabras, ovejos, aves de corral, codornices, entre otras especie menores. Alexis refunfuña entre dientes, Ayer se acercaron por ahí unos politiqueros que de nuevo pedirán nuestro voto, mientras tanto nosotros nada pedimos en contraprestación. Esto debería ser un pacto ciudadano «Dame, que yo te daré». No se trata de una venta del voto, sino un compromiso de patria, ¡construyamos juntos pues!.
La agricultura pareciera condenada a transitar por los caminos del desorden. El capitalismo avasallante que lo gobierna todo, se traga el esfuerzo titánico que ponen nuestros agricultores y campesinos. No hay política de Estado que oriente y defienda tan noble tarea. Un país con tan altas potencialidades agrícolas, que no ponga empeño en fortalecerse en esta área que significa la producción de alimentos para sus habitantes y para generar ingresos propios, es un país condenado a ser dependiente de otras latitudes para siempre.