Por: Toribio Azuaje
«Un chisme es como una avispa; si no puedes matarla al primer golpe, mejor no te metas con ella.» (George Bernard Shaw)
La lluvia de toda la noche había cesado ya, y esa mañana apenas caían unas chispitas que con la brisa fría hacía suponer que seguiría lloviendo. El sol aparece de pronto y aleja las amenazas de un nuevo chaparrón. Mientras tanto, atizó el fogón para calentar el agua y colar el café. Esa mañana desayunamos empanadas con un poco de pollo desmechado que había quedado de la cena de ayer.
Cogí el machete y la marusa con el agua y unas maticas de naranja que debía sembrar aprovechando el inicio de la luna menguante. El café ya está en grano grande, añejándose para mediados de septiembre por lo menos. En el camino de nuevo me topé con el cucurucho de unas avispas «cachicameras» y eso me recuerda que debo ahuyentarlas cuánto antes, pues están muy bajitas aferradas a la horqueta de un joven árbol de guásimo.
Son sanguinarias esas avispas, solo mirarlas provocan que se crispe la piel. Su casa perfectamente construida simula el caparazón de un cachicamo, de allí se deriva su nombre. La semana pasada cuando limpiaba, casi la trompico con la cabeza cuando levanté el lomo para descansar del macheteo. Hay muchas cachicameras en esta zona, hace unos días Yolman fue atacado al tropezar con una camaza de esas, y rodó varios metros sufriendo una fractura en su brazo izquierdo.
En el conuco uno se topa con distintos tipos de avispas. Las «Lambe ojo» poseen una suprema velocidad de vuelo y atacan exclusivamente a la altura de los ojos. Las «Mata perro» son grandes, feroces, y sus picadas son extremadamente dolorosas. «Las Monjas» hacen sus casas redondas que simulan una gigante torta. La avispas «Carniceras» son poderosas, de ponzoña hiriente y dolorosa.
El aguijón de las avispas es respetado por los campesinos, andamos siempre cuidadosos de ellas, evitando cualquier encuentro fortuito que pueda despertar su furia y entregarnos de regalo su culo ponzoñoso. ¡Come avispa!, suelen decirle a quien se mantiene «atontao» ante cualquier eventualidad, significa estar atento, dar respuesta rápida a las circunstancias que se presenten.
En cualquier mogote, en cualquier rama de café se esconde un cucurucho de avispas, que al toparnos con ellas salen en manadas al ataque sin que podamos evitar sus picadas. Cuando sentimos el primer zumbido o el primer aguijón es motivo de alerta para alejarnos de ese sitio y aguardar la calma para disponernos a eliminar ese peligro. Hay aguijones que nos sientan de bruces y a algunos les hace visitar el centro médico.
No es lo mismo una abeja que una avispa. Las avispas tienen un cuerpo más alargado, piernas más largas y una cintura más estrecha y definida que las abejas. Por eso se dice que hay mujeres con cintura de avispa. Además, las avispas suelen tener un abdomen mas puntiagudo. Las avispas suelen ser negras o de marrón oscuro y amarillas, mientras que las abejas son generalmente de color marrón amarillento o anaranjado. Las abejas se alimentan de néctar y polen que recolectan de las flores, mientras que las avispas se alimentan de otros insectos, frutas y alimentos dulces.
Lo más curioso que identificamos es que las abejas tienen un aguijón con púas que se clava en la piel y se queda atrapada, lo que hace que la abeja muera después de picar. Las avispas, por desgracia, tienen un aguijón liso que les permite picar varias veces sin morir.
Cómo es, que estos pequeños seres logran construir sus casas tan perfectas e impermeables a los torrenciales aguaceros, al igual que el comején, con sus nidos hechos de millones de huecos, túneles y cavernas, pero que no permiten la entrada de una sola gota de agua, mientras nuestros ingenieros y arquitectos se queman los sesos calculando y diseñando, pero siempre hay un techo o una rendija por dónde se cuele el agua a su interior. Esto nos hace suponer que no somos la especie animal más especial o la más eficiente.