Por: Toribio Azuaje
“Revolucionario será aquel que pueda revolucionarse a sí mismo”.
Ludwig Wittgenstein
En una de esas madrugadas en que nos sentamos a leer y a escribir, me motivé a comunicarme con un poeta amigo con quién de vez en cuando intercambio opiniones. A unos de mis comentarios, Jahir Artigas, atinó a escribirme, “Ahora no pienso así; ahora pienso que la revolución es individual, cada quien debe sanarse a sí mismo hasta que la felicidad, o lo que Borges llamaba como su sinónimo, la serenidad sea nuestro estado natural sin que nada externo (Estado, gobierno, política, religión, etc.) lo afecte, y ése es un trabajo de toda la vida. Cuando todos nos dediquemos a ser seres humanos plenos, llenos de amor y libres de creencias impuestas, la revolución será natural y nuestra, porque nacerá de nuestro interior. Un abrazo, poeta”.
Tab sabia reflexión expresa un crecimiento espiritual que se despega de lo material. Se nos va la vida en la búsqueda de una revolución colectiva y universal, en ella nos juntamos con gente noble y creadora, pero también con muchos montoneros, tránsfugas y traidores que desdibujan y atrofian toda una propuesta ideológica que algún día abrazamos con amor y pasión.
La reflexión del poeta Jahir refleja una postura de aparente individualismo y suele ser considerada egoísta, pero no es así, no es mas que la conclusión después de escudriñar entre los seres, lo que ha sido la lucha permanente por el poder. Una cosa si es cierta, si tu no cambias no podrás cambiar a los demás y a su entorno. Cada individualidad debe darse su propia revolución interior hasta alcanzar niveles de crecimiento cognitivo y espiritual, esa sumatoria creadora ayudará a transformar el entorno.
Tal vez no compartamos la actitud y el pensar de mi amigo, tal vez esta postura no esté sustentada en los estándares del marxismo, pero es su revolución en su yo interno, que le hace crecer de modo espiritual y humano. El hombre a través de la historia ha intentado interpretar la vida y descifrar el papel que debe cumplir en esta realidad irracional en que hemos transformado el mundo en que vivimos hoy.
Las revoluciones no siempre se alinean exclusivamente con la izquierda o la derecha. Su naturaleza y objetivos pueden variar significativamente. Miremos por ejemplo, la Revolución Francesa, ella puso fin al poder absoluto de la monarquía, no se limitó a una sola tendencia política. Surgieron conceptos como los “derechos del hombre” y “nación”, y se establecieron las bases para las dos principales tendencias políticas que han regido el mundo desde entonces: la izquierda y la derecha. Así mismo, en el contexto de la Revolución Mexicana, también hubo diversas corrientes ideológicas, como el anarquismo y el socialismo utópico. Las revoluciones, entonces, son procesos complejos que pueden involucrar una variedad de enfoques políticos y sociales.
Hay muchos tipos de revoluciones, ellas no son exclusividad de la izquierda, también las hay de derecha, revoluciones para promover el capital y la acumulación de riquezas materiales. Las revoluciones se orientan por el sendero que le indiquen sus conductores y protagonistas. Hay revoluciones populares que dicen serlo y no lo son, tan solo satisfacen los egos y los apremios de los dirigentes y conductores del proceso. Dentro de ellos bulle la más nítida expresión de sadismo político que solo aumenta la brecha entre ricos y pobres; lo que es peor, dicen ser revoluciones populares y de izquierda. Ellas se sustentan en la supremacía del miedo y el terror, que le permite ir dejando una estela de corrupción y pobreza por dónde van pasando.
Las revoluciones de izquierda deben ser para construir un hombre libre, un ser en libertad que no esté atado a un Estado opresor y tirano. El Estado, de plano, es enemigo de las revoluciones populares, es de por si opresor y va reproduciendo sus distintos modelos de esclavitud; reproduce estadistas, intelectuales, dirigentes, líderes que solo serán el soporte de un opulento Estado que se adueña de todo, incluso de nuestras vidas. toribioazuaje@gmail.com