Desde el Conuco | La Guerra es el Demonio | Por: Toribio Azuaje

 

Por: Toribio Azuaje

 

 

«Solo le pido a Dios

que la guerra no me sea indiferente,

es un monstruo grande y pisa fuerte

toda la pobre inocencia de la gente.»

León Gieco

 

 

Uno de esos seres que deambulan a diario por las calles y que al pasar del tiempo se convierten en parte de la historia de los pueblos, pasa cada día ofreciendo sus servicios para hacer mandados e ir a comprar cualquier cosa que alguien lo requiera. Una cuenta de pan, el pago de la electricidad, el recibo del agua, una copia de llave, cualquier cosa puede encomendársele, y él, juiciosamente, con comprobada honestidad cumple con la encomienda sin cogerse una puya. Así transcurre su tiempo y su vida en La Ciudad Marquesa. A ese señor de quién les hablo, que aparenta desconocer lo que ocurre a su alrededor, le escuché decir, refiriéndose al tablero que se juega hoy día en el caribe con los gringos, que en actitud hostil mantienen caliente la geopolítica de esta parte del mundo. “Manos limpias”, que así le llaman algunos, refiriéndose a este asunto le escuché que decía: “La guerra es el demonio”.

Con sus lentos y muy particulares movimientos de manos al hablar, explicaba a su manera, el símil de la guerra y el demonio. “Nadie ha visto el demonio, pero se siente a veces”. “Dicen que huele a azufre”.

“No es lo mismo invocar al diablo que verlo venir”. Esta gente, refiriéndose al gobierno nuestro, tiene tiempo retando a estos bichos que se han formado y curtido en la guerra, ahora, cuando ya lo tienen cerca, no saben que hacer, ni pueden deshacerse de aquel demonio convertido en monstruo de la guerra. Lo peor no es que hayan alborotado el avispero, no, lo peor es que nos involucran a todos. De modo irresponsable, los gobernantes nos involucran, aunque nada tenemos que ver en este asunto. De pronto, estamos como piezas móviles de un juego que no debió ser de esta manera, en un asunto que no es nuestro, y así, Dios mío, es como pagarán justos por pecadores.

Un padre responsable protege y cuida a sus hijos, no se le ocurriría jamás, tirarlos a la vida a todo riesgo. Así debe actuar un gobernante, la población debe ser protegida ante cualquier riesgo por difícil que sea. En nuestro caso, ocurre lo contrario, le piden al pueblo inmolarse por pecados cometidos por otros. Esa mañana “Manos limpias” me dio una lección de responsabilidad que no pensaba recibir tan temprano.

toribioazuaje@gmail.com

 

 

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