Por Toribio Azuaje
“Una vida tranquila y alejada en el campo, con la posibilidad de ser útil a otras personas con las que resulta fácil hacer el bien y que no están acostumbradas a que las ayuden.” (León Tolstoi)
La ciudad le imprime a la vida, detalles que la hacen más apresurada que la normalidad a la que estamos adaptados quienes vivimos la calma y la sobriedad del mundo campesino.
La vida rural es otro mundo, es dura y exigente, pero a la vez apacible, serena y muy calmada. Se es un poco más feliz, cuando se vive lejos del bullicio de una sociedad que se hunde en el desorden por todos esos males que trae consigo una sociedad profundamente distorsionada y corrompida.
La ruralidad, proporciona la satisfacción de interactuar de manera directa con la naturaleza, que nos transporta a niveles de satisfacción y confort emocional que le hace contrapeso a las dificultades con la que a diario nos topamos en nuestras labores agrícolas y campesinas. La agricultura en su conjunto, cualquiera sea su especialidad, es exigente, y requiere fuerza física y conocimiento del mundo natural, que supone observación y evaluación del comportamiento climático, y a la vez nos acerca a lo que realmente somos, parte integral de un mundo lleno de vida, que compartimos con millones de seres que al igual que nosotros los humanos, habitamos en este maltratado planeta.
El bullicio citadino nos castra de ese ocio creador que algunos requerimos para la producción intelectual y literaria. Les confieso, que cuando estoy en la ciudad siento mas rezagado mi movilidad cognitiva para escribir.
A estás alturas de la vida, nos hemos adaptado a lo placentero de la ruralidad, al punto que en estos últimos días en los que me he visto ocupado en actividades que me obligan a permanecer en la ciudad, siento mas pesada mi actividad cognitiva para escribirles mis aportes que semanalmente entrego a los medios nacionales y que comparto con ustedes.
No es nada motivadora la experiencia de mirar pasar los vehículos que se desplazan uno tras otro entre la bulliciosa selva de cemento, o escuchar su trompeteo que hace más apresurada a la muchedumbre que se desplazan de un lado a otro sin mirarse siquiera, ni compartir un grato saludo o un abrazo. Es mucho menos grato la premura con la que se mueve la gente en la ciudad, en cambio, la montaña, el cultivo, el río, los pájaros, la relación con la tierra al sembrar y cosechar, eso, eso sí es motivador y placentero.
La ruralidad y la agricultura, es quizás la actividad más creadora que se halla inventado. Si hay algo motivador y que despierte la creatividad y lucidez mental, es la naturaleza, el placer de observarla, tocarla, vivirla y sufrirla. No conozco mejor manera para vivir más cerca de Dios. toribioazuaje@gmail.com