La crisis civilizatoria humana y ambiental ha llegado al extremo de colocar a esta civilización al borde del colapso. El estilo de vida impuesto desde los países ricos y opulentos del norte han provocado un profundo deterioro ambiental, acompañado del agotamiento de las materias primas existentes. Entre las deficiencias más graves y más sentidas están las reservas de agua potable para consumo humano. Si miras a tu alrededor te darás cuenta como paso a paso nos vamos quedando sin este vital líquido, sin que se haga nada serio para evitarlo.
Durante todo este tiempo nos hicieron creer la falsa premisa de que se es más feliz mientras más bienes de consumo logremos consumir. De este modo hemos vivido en un modelo de crecimiento irracional y profundamente contaminante, caracterizado por un consumismo exacerbado en que degeneró este modelo de vida conocido hasta ahora. La sociedad de consumo que domina el mundo de hoy y que tiene como resultado sociedades irracionales donde cada día y a mayor velocidad destruimos la naturaleza donde habitamos a pesar de ser éste el único hogar que puede garantizarnos la vida.
El capitalismo nos ha llevado a un punto de no retorno y hoy nos encontramos en una situación de deterioro de tal magnitud que tan solo nos resta la posibilidad de retardar un «tantico» el colapso que se asoma inexorablemente. El norte rico y opulento orienta y decide la tasa de crecimiento y la forma en que se deba producir, de manera que el mundo se ha hecho hiperdependiente de estilos de vida que han provocado progresivamente el agotamiento de todas las materias primas existentes. Se nos ha hecho creer en la ilusión óptica en la que seremos más felices cuanto más bienes logremos consumir, es lo que llamamos la sociedad de consumo y en ella hemos estado inmersos desde siempre. Nos han enseñado a prestarle demasiada atención a los bienes materiales que se transforman en bienes de consumo, todo esto para enriquecer los bolsillos de grupos de poder que dominan la economía mundial.
¿Qué podemos hacer entonces? Lo primero es entender que estamos frente a una crisis civilizatoria humana y ambiental en la que nos acercamos cada vez más rápido al colapso, lo cual pone en riesgo el futuro de la especie humana. Coincidimos con quienes desde la teoría del Decrecimiento plantean este asunto. Leyendo a autores como Carlos Taibo quien no advierte de la urgencia y la necesidad de restaurar la vida local en términos de avanzar hacia la democracia directa. En ese orden de ideas son varias las cosas a considerar: Reducir los niveles de producción y de consumo. Recuperar la vida social que hemos ido dilapidando por la obsesión de una lógica irracional de producción y de consumo. Es necesario entonces apostar por fórmulas del ocio creativo no mercantilistas, repartir el trabajo, reducir la infraestructura creada, restaurar la vida local en un escenario que incorpore la fórmula de democracia directa y la autogestión.
Durante todo este tiempo hemos estado borrachos de consumo y nos mantenemos en esa dinámica de dominación construida desde laboratorios siniestros que nos enseñan una vida empalagada de destrucción. Desde el Natucentrismo nos planteamos entonces retornar a la sobriedad de una vida sencilla donde el centro primario de la vida lo constituya la naturaleza. ¡Agricultura ecológica ya!
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