«El Estado moderno no es más que un sindicato para defender los intereses de la burguesía»
(Karl Marx)
Las mayores atrocidades de la historia se han cometido en nombre del amor. Así que no se confíe demasiado cuando escuche ofreciendo este mundo con el otro para ayudar en la situación de los campesinos y agricultores, no vale creer en cuenticos tejidos, que adornan nuestra actividad agrícola. De ser así, ya el mundo del café sería un valle de alegría y satisfacciones. Tiempo de sobra se ha tenido para convertir a este país en una potencia cafetalera y a los campesinos involucrados en este rubro, en una población de hombres y mujeres felices de la patria. Es demasiada la riqueza generada en el mundo del café, como para dejarla en manos de los pobres.
Desde siempre ha sido el mismo cuento, la misma historia, el mismo real de velas. Cuando niño lo escuchaba en las reuniones a las que asistía acompañando a mi papá, crecí escuchando a nuestros campesinos del café. Cada año al acercarse la cosecha, debemos lidiar con bajos precios, contrabando, mafias cafetaleras, matraca, estafadores, escases y carestía de los insumos requeridos para mantener nuestros cultivos, vialidad infernal para movilizar la cosecha. A propósito de vialidad y transporte, recientemente en la feria IRAN-VENEZUELA anunciaron la venta de nuevos automóviles Iraníes, ojalá una de esas mentes brillantes se le ocurra repotenciar la flota automotor destartalada de nuestros campesinos y fabriquen vehículos rústicos básicos, para la actividad agrícola, para sacar nuestras cosechas, en lugar de seguir facilitando carros para que funcionarios y ejecutivos puedan pasear las novias en avenidas y autopistas.
Eternamente, esto del cultivo del café ha estado signado por un montón de sinsabores aderezados por la desidia de gobiernos que irresponsablemente desamparan a quienes con su sudor dan vida a estas montañas del café. Desde estos montes fluye una gran riqueza que va a parar a otros bolsillos, no los de quien lo suda y lo sufre.
Entonces, ante estas cosas que nos atormentan, ¿de qué debemos ocuparnos?, ¿cómo hacer para mejorar nuestra caficultura y la vida de nuestros campesinos? No hay nada fácil en esta tarea. ¡Toca seguir luchando!
Lo primero que debemos entender e internalizar, es que los caficultores no podemos esperar que los gobiernos, cualquiera que sea, resolverán nuestros problemas, porque no lo harán. Si algo debemos recordar de Marx, es aquello de: «El Estado moderno no es más que un sindicato para defender los intereses de la burguesía».
La organización es fundamental, estamos disgregados, atomizados, el individualismo es nuestra práctica permanente y no avanzamos en la creación de una estructura organizativa que permita dar respuesta a los diversos problemas que padecemos. Pasa entonces por organizarnos, tal vez sea esta la tarea con mayor dificultad.
Es necesario adecuar nuestras prácticas agrícolas, acercar la tecnología al campesino a fin de lograr mayor producción y productividad. Sembrar variedades con mayor capacidad productiva y resistencia, sobreponernos a la falta de insumos retomando la agroecología como método productivo, de esta manera no solo disminuimos los costos productivos, sino que avanzamos en la regeneración de los suelos agrícolas y mitigamos el cambio climático.
Insistimos en la necesidad de intervenir en la cadena productiva y de comercialización dándole valor agregado a nuestro café, es importante la capacitación en este sentido. Para poder cambiar nuestra realidad es imprescindible cambiar nuestros métodos productivos y de comercialización. Son demasiados los negocios que se mueven en esas áreas, como para creer que quieran ayudarnos.
Si los de abajo se mueven, los de arriba se caen, se rompe así la pirámide capitalista de explotación que han construido en torno al café.
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