Por: Toribio Azuaje
“Nuestra tarea, la mas sublime: Reivindicar la esencia campesina y recuperar la ética del trabajo”
Hoy llovió intensamente, ya son tres días de copiosa y milagrosa lluvia, se refrescó el ambiente, reapareció la vida, las plantas despertaron de aquel letargo gris y la montaña comienza a cambiar su atuendo pardo y triste, por un verde rozagante y brillante. Las Guacharacas amanecieron retozando en el patio, y el comején vuela en manadas y se convierten en el menú de las gallinas.
El día de hoy no es cualquier día, hoy llovió nuevamente después de tanto tiempo. Cuánto aguardamos estas gotas de lluvia y cuántas oraciones acompañaron la espera de este sudor de nubes milagrosas de vida. El quinchoncho que ya habíamos dejado bajo tierra comienza a aparecer y la yuca se prepara para emerger desde los nudos de los trozos de tallos enterrados.
El día de hoy no es cualquier día. Se apagaron los incendios, asesino mortal que laceran el cuerpo adolorido de esta tierra milagrosas. El café comienza su danza de alegría, bebiendo cada gota que le cae del cielo. Las plantitas del vivero de café anuncian su próxima mudanza a tierra firme y permanente. El cacao despierta nuevamente para bañarse de alegría.
Hoy supe de ti y me empapé de tu llegada, fue una tardía llegada pero retorno al fin. Hoy, la quebrada comienza a deslizarse nuevamente por el sórdido lecho de piedras que hierve de dolor. Los caracoles inician su lento retorno entre los pastizales, las lombrices de la tierra fértil se deslizan en su recorrido por intrincadas redes de túneles construidos como una muestra de tesón, serenidad y paciencia.
El día de hoy no es cualquier día, las chiricocas comienzan a cantar en el zanjón que se tornaba solo y triste, y una nube se posa allá en lo alto para anunciar la entrada de las lluvias. ¡Ah mundo! Que grato, sentir nuevamente caer las gotas que despiertan la siembra y un sonar de tambores de paz anuncian una tregua en aquella larga temporada de sol ardiente y caluroso.
El día de hoy no es cualquier día, los campesinos acuden a prepararse para el reencuentro con su tierra, y una canción de amor se comienza a escuchar entre los cafetales. Al unísono, los cultivos del llano son una catarata de alegría cuando la lluvia cae. ¡A malaya! no existiera tanto traidor camuflado en los centros de poder, y el campo y sus campesinos vieran la luz del éxito en sus cosechas que son arrebatadas por el capitalismo avasallante que carcome sus huesos cada día. El día de hoy no es cualquier día, hoy comenzó a llegar de nuevo la esperanza.