Por: Toribio Azuaje
Al principio de las plagas, y cuando han terminado, se hace siempre algo de retórica. [..] Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad, es decir, al silencio. (Albert Camus)
Está semana nos vimos obligados a sustituir un par de horcones que habían sido consumidos por una plaga que abunda mucho en el conuco. Entre tanto árbol y humedad presente en el ambiente, se nota por doquier la presencia de grandes poblaciones de comején. Cuando miras los árboles se notan con facilidad la presencia de aquellos cucuruchos inmensos incrustados en las horquetas de las ramas donde habitan las numerosas poblaciones del susodicho comején. Así, se desplazan por caminitos cuidadosamente construidos con el aserrín que fabrican de la pulpa de madera convertida en polvo por la acción de su sistema masticador y digestivo. Su alimento es la madera, por eso, debe tomarse en cuenta construir las instalaciones con buena madera, cortada en menguante y debidamente tratada para su preservación en el tiempo.
Ese pequeño animalito fábrica unos inmensos túmulos repletos de huecos y túneles por dónde se desplazan meticulosamente en ese ir y venir trayendo en sus tripas y su saliva los restos de los troncos que son devorados por un ejército de súper potentosos depredadores de madera. Su alimento son las maderas débiles y cortadas a destiempo, mal tratadas y abandonadas en su cuido.
El comején es un insecto xilófago, es decir que se alimenta exclusivamente de madera, es de gran voracidad, que causan un enorme daño a las construcciones de madera. Se denominan frecuentemente polillas, hormigas blancas, comejenes o termitas; Son insectos sociales que viven en colonias, nidos o termiteros y que dividen sus actividades en formas especializadas o castas.
El comején progresivamente va penetrando hasta que se interna en el corazón del tronco que asume como su manjar, una vez dentro, comienza su tarea de destruir desde el interior de una madera que aparenta estar sana. Al tiempo vemos desprenderse las ramas de los árboles, o más peligroso aún, los barrotes y listones de madera que sostienen el techo de las casas, ranchos y las caballerizas.
El comején es una plaga que trabaja sin descanso, resguardados por la oscuridad, mientras nos distraemos en nuestras actividades diarias. Al rato, en un abrir y cerrar de ojos, se pegan de las paredes de bahareque haciendo trizas las maderas que sostienen el barro.
Tal cual el comején, que destruye silenciosamente lo que tocan, así se anidan en las instancias de gobierno los esquiroles imperiales, los corruptos camuflados y disfrazados de servidores públicos, que penetran el corazón de las instancias de poder para hacer trizas lo que se ha construido con paciencia y tesón. Así, paso a paso, se van comiendo el corazón de los proyectos diseñados para la población que aguarda del Estado una mano amiga de la que sujetarse para crecer en colectivo. El comején ataca el corazón, la pulpa de la madera y una vez destruidas van cayendo a pedazos, dando paso a un deterioro que se nota al ir derribando todo lo que encuentra en su camino. Es entonces cuando notamos que es necesario sustituir las maderas «ruyidas» que se despedazan cuál galleta de soda en el puño de un niño.
Eso mismo le ocurre a nuestra patria, esta patria que construimos entre todos, en ella se ha coleado el comején que ha anidado en cucuruchos que crecen y se hacen cada vez más poderosos. Lo peor es hacerse el «pendejito» y mirar a otro lado.
¡Ya el daño está hecho!
Es necesario entonces, atacar a sus nidos y sustituir algunos horcones desmenuzados por el comején que hemos dejado anidar en sus entrañas.