Desde el conuco | De la tierra al Alma | Por: Toribio Azuaje

“El mundo es la suma total de nuestras posibilidades vitales”.

José Ortega y Gasset

Hay una relación tan antigua como la vida misma, es la que se ha fraguado entre el caficultor, la tierra y  su cultivo. La relación entre el campesino y su tierra, no es solamente una convivencia de orden laboral, sino que constituye una relación de vida casi sagrada, donde se da una alianza invisible, como las raíces que se deslizan por debajo del suelo creando una red de comunicación y de energías, que se desplazan moviendo torrentes de vida que circulan en el silencio del suelo fértil y dadivoso.

Si llegas a mirar con los ojos del alma, verás que el campesino no trabaja la tierra, sino que le entrega sus amores, la acaricia,  y en gratitud inmensa la tierra le devuelve en reciprocidad, café como si fuera un suspiro de vida.

En esta parte del mundo en el que nos correspondió habitar, lugar donde las montañas esconden sus más grandes secretos, por aquí, el fruto del café, es el idioma perfecto en que la tierra y los campesinos se hablan. Cada semilla soterrada es una promesa de vida que se esparce, cada grano maduro es una respuesta de la nuestra madre tierra. Sin duda, pareciera que cuando el sol empieza a pintar de amarillo la hojas, el campesino, sin notarlo siquiera, se transforma en un alquimista que extrae de la tierra no solo el alimento sino, memoria, identidad e historia.

Su machete, que siempre le acompaña, no rasga ni mutila, con él, dibuja las líneas de la vida en la carne viva del campo. Sus botas de caucho,  no maltratan ni pisan, con ellas amasan la arcilla que un día le dio la vida. El campesino con su mirada, entrelaza todos los paisajes que le rodean, haciendo de estos colores, olores y sabores, el mundo de sus sueños. Un mundo en el que sembrar café no es un trabajo, sino que se convierte en un ritual de vida, y el  fruto cosechado no es solo un producto, para él es la vida recolectada entre los cafetales.

Este mundo de los caficultores es un mundo real y mágico a la vez, un mundo de sombreros, machetes, cataures, churos, cantos y poesía. Un mundo de familia, de risas de muchachos juguetones que se disponen para ir a su escuela, un mundo de mujeres atizando un fogón de leña. Entre los cafetales se conjugan, el breve reposo del abuelo y la oración sencilla que se eleva al cielo antes de cada jornada diaria.

En estas montañas de café, cultivamos resistencia, y mientras el mundo le imprime mayor velocidad a su carrera, aquí, la brisa pausada destila los colores y olores de una vida en armonía. En definitiva, el campesino es la raíz viva del país,  que despierta conciencias. Por estas tierras, cada grano de café tostado lleva en su seno, el ADN que define la cultura del pueblo caficultor.

Reencontrándonos con lo nuestro, nos vemos este sábado 26 de abril del 2025, en Trujillo, en el conversatorio DE LA TIERRA AL ALMA: Hablemos de café Trujillano. Allí  celebraremos los 240 años de nuestra querida Universidad de los Andes.

toribioazuaje@gmail.com

 

 

 

 

 

 

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