Por: Toribio Azuaje
Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha. (Victor Hugo)
La vida en naturaleza nos aporta las mayores satisfacciones en nuestro transitar por este mundo. En estos momentos convulsionados, traumáticos, desesperantes, la gente anda resolviendo su vida y sus vicisitudes, son estos los tiempos en que se acumulan los traumas, problemas y hasta las enfermedades resultan más frecuentes. En estos tiempos es cuando se requiere de alternativas disuasivas que nos distraigan de tamaños problema que significan enfrentar una crisis que cada día se muestra más abrasadora.
La agricultura y el contacto con la naturaleza es una de las actividades con mayor efecto revitalizador de todas las demás, el trabajo del campo nos distrae de los abrasivos mensajes de una realidad dominada por una sociedad de consumo que nos absorbe y se traga nuestras vidas. Por más cansados que lleguemos de las labores del campo, este nos entrega su energía para enfrentar de nuevo los retos que al siguiente día debemos asumir.
Pese a la dificultades que implica soportar los resultados de tantos desaciertos que en materia de atención al campesino se presenta, el conuco nos entrega en su olor a tierra y a cultivos, una manera de ver la vida con optimismo e hidalguía, Los campesinos y agricultores son optimistas a pesar de todos los pesares, fracasan en la cosecha de hoy, y al rato ya están pensando en como abordar la siguiente tarea. Las noches son para repensar los nuevos retos para lograr el fruto que la tierra nos da. El campesino le entrega su vida entera a la tierra que la asume como su aliada y protectora de la semilla dispersada en ese cuerpo de mágicos espacios que más tarde nos brinda sus frutos hechos de sudor y trabajo.
El conuco nos distrae, nos entrega en sus ruidos de bosque alimenticio toda una multitud de saberes y placeres de andar a pies descanso entre quien resulta ser nuestro soporte natural de vida. Ese pedazo de tierra que se mueve bajo nuestras pisadas nos proporciona toda la fuerza necesaria para emprender cada tarea que aguarda por nosotros.
El conuco revitaliza a pesar del ardiente sol que calienta nuestro agotado cuerpo. Es un placer cultivar, entregar nuestra vida a la suerte que la naturaleza nos da convertido en el pan de cada día.
Sembrar, manipular la tierra, cavar los hoyos para la siembra, interactuar con los cultivos, cosechar, caminar descalzo sobre la hierba nos descarga de las radiaciones recibidas de los aparatos electrónicos con los que compartimos nuestra vida. Abrazar un árbol, comer la fruta fresca que se produce allí como resultado del trabajo de nuestras propias manos. La observación de las aves que frecuentan el campo, el placer de escuchar el cantio de los pájaros y las chicharras. Recibir el suave masaje de la brisa que pasa, todo esto constituye un elemento terapéutico que nos ayuda a mejorar nuestra salud en momentos en que nos hemos distanciado del mundo natural.
Mientras otros se atormentan en un mundo sórdido y abstracto que implica sobrevivir a tientas entre los egoísmos terrenales, el conuquero ve pasar entre sus pensamientos a sus gallinas, los padrotes, el macho cabrío o el berraco que a diario tiene que atender. Siempre hay un lugar para albergar al optimismo. Las hortalizas y la yuca crecen a pesar de los bachacos y los golpes de calor que anuncian en el noticiero climatológico.
La actividad en el conuco a la que llamamos Conucoterapia, es una herramienta terapéutica que bien direccionada y dosificada nos compromete y nos hace la vida un poco más llevadera.