Desde cerro Felipe | La Municipalización en Venezuela | Por: Héctor Díaz

 

Por: Héctor Díaz*

“El día que a Venezuela se le quitara su entraña municipal, sería como invertirle su geografía: el mar desembocaría en el río, el río desembocaría en el arroyo, el arroyo desembocaría en el manantial, el manantial desembocaría en la nube y la nube desembocaría en una gota de sal de agua en los lagrimales de la patria. (El poeta del pueblo Andrés Eloy Blanco). Así comienza el poema uno de los defensores más acérrimos por la autonomía y la protección del municipio en la asamblea nacional constituyente de 1945, quien asumió la tribuna de oradores, con verbo encendido y con la pluma de la poesía la exquisitez de la historia y el desarrollo de la primera célula de la sociedad institucional democrática de un país.

Desde la época de los dos primeros alcaldes en la etapa de la colonia como fue Sancho de Briceño (1556) y Simón de Bolívar (1590), tatarabuelo del libertador Simón Bolívar, cuando la patria nació en un municipio llamado Venezuela. Y fue por iniciativa del gobernador Osorio que reunió en Caracas el primer congreso de ciudades con el propósito de enviar a la Corte un Procurador que obtuviera algunas ventajas para la naciente colonia y nombraron como su embajador a Don Simón de Bolívar,  el segundo que llegaba a la Corte enviado por la provincia de Venezuela, el primero había sido Sancho de Briceño en 1556.

Otra facultad muy importante que gozaban los cabildos venezolanos era la de suspender el cumplimiento de las órdenes reales si en su concepto perjudicaban los usos y costumbres establecidos o pudieran alterar el orden público, apelando al Rey para su supresión. Un ejemplo de este ejercicio de privilegio se produjo cuando el Cabildo de Caracas se opuso a la Real Cédula de “gracias al sacar”, mediante la cual la clase de los pardos, al pagar un arancel, quedaban habilitados para gozar de los privilegios, que por tradición y según sus leyes correspondía a los blancos criollos y también a los peninsulares.

Fue el 8 de septiembre de 1777, a solo 33 años del 19 de abril, cuando por Real Cédula, el Rey Carlos III creó la Capitanía General de las provincias unidas de Venezuela, con la pretensión de romper el localismo acentuado en estas provincias venezolanas y adscribirlas, a un centro de poder político-administrativo.

Está capitanía general venía a echar por la borda 300 años de las seis provincias de Venezuela, cuya autonomía estaba demostrada en lo fiscal y económico, ya que cada una tenía sus aduanas en el pago de los aranceles de sus productos naturales. Aquí en el Bajo Trujillo, tuvimos una en Moporo, que se estableció en virtud de la Real Cédula el 12 de diciembre de 1686.

Desde 1556 hasta nuestros días, donde tenemos la Ley Orgánica del Poder Público Municipal del 12 de marzo de 2013, la cual establece el estamento legal de las funciones del alcalde y el poder legislativo municipal y el capítulo IV de nuestra Constitución Nacional Bolivariana le dedica toda la normativa legal constitucional al Municipio, como poder público municipal, expreso mandato de la autonomía municipal. De allí que el alcalde tiene todas las funciones para solucionar los problemas de los servicios públicos; tales como  Aseo Urbano domiciliario y comercial, agua potable y aguas servidas, servicio asistencial, mercados y abastecimientos alimenticio, servicio de resguardo y seguridad como la policía y el cuerpo de bomberos y organismos de prevención, cultura, educación y recreación, servicio de transporte público, terminales y paradas de pasajeros, electricidad y servicio de alumbrado público, economía, tributos y aranceles, planes de inversión, formación a la comunidad, entre otros. (Artículo 88 Loppm).

Es allí donde la historia nos ha demostrado que la patria nació en un municipio y hoy, en pleno siglo XXI, tenemos el sagrado deber de seguir defendiendo la Autonomía Municipal como instrumento del estado al servicio de los vecinos, de las comunidades tras la búsqueda de soluciones en el convivencia de la cotidianidad; como el poder más cercano de nuestra residencia para generar el bienestar y la felicidad parroquial. Allí radica la importancia de un gobierno local y parafraseando al poeta, no permitamos que nos quiten esa entraña.

*Exconcejal.

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