Parte XII
El periodo de Jaime Lusinchi estuvo marcado a nivel internacional por los hechos que conmovieron al mundo como la caída del comunismo soviético liderizada por Mijail Gorbachov, Secretario General del Partido Comunista Soviético y presidente del Soviet Supremo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La potencia comunista más grande del planeta se abría en dos reformas como la Perestroika y la Glasnost, la primera significa reestructuración y la segunda, apertura. Por primera vez, en la historia de los modelos políticos del mundo, caía un sistema de gobierno sin echar un tiro o producto de una revuelta popular tal y como habíamos estado acostumbrados desde la época del imperio romano; algo que sorprendía a la humanidad ya que ese modelo soviético se había instaurado desde el 17 de noviembre o llamada Revolución de Octubre del año 1917, cuando triunfa la revolución bolchevique bajo la conducción de Vladimir Ilich Uliánov (Lenin).
Entre 1985 y 1990 se generó un gran debate ideológico en el país, aunque estábamos a miles de kilómetros de la Cortina de Hierro que representaba Europa del Este, los partidos políticos se vieron envueltos por la dinámica del pensamiento, de abordar el tema de la Unión Soviética y de la disolución del Partido Comunista y cómo introducirnos en las nuevas realidades en la geopolítica; figuras importantes de la socialdemocracia en nuestro país escribían numerosos análisis en los medios de comunicación social, ensayos y libros de consultas obligadas en las aulas universitarias, principalmente, en las carreras de economía, ciencias políticas, ciencias sociales y de historia. Estábamos en presencia de un reseteo del mundo de las ideas.
Carlos Andrés Pérez llega a la candidatura presidencial luego de un arduo debate interno dentro de Acción Democrática, recordemos que el lusinchismo se había adueñado del acervo histórico betancuriano y esa tendencia se creía la heredera del pensamiento de Rómulo Betancourt y el lusinchismo había hecho causa común con los viejos cuadros que operaron al lado del viejo zorro de la política romulera, entre ellos Leandro Mora, Octavio Lepage, Luis Piñerúa Ordaz, Alfaro Ucero, entre otros. La disputa interna generó internamente en AD grandes enfrentamientos entre estos dos sectores, Carlos Andrés Pérez fue acusado de traicionar los postulados históricos del Juan Bimba (el pueblo de alpargata), de haberse aliado a la burguesía criolla y de entregarle el partido a los amos del valle. Mientras eso ocurría en AD, COPEI se debatía entre su viejo fundador Rafael Caldera y la nueva generación representada por Eduardo Fernández (el Tigre), fue un proceso interno traumático, donde se acusó al calderismo de frenar los nuevos cuadros políticos y no permitir el acceso de nuevas figuras a la palestra pública, los nuevos delfines se le revelaban al viejo caudillo y eso marcó el distanciamiento de Rafael Caldera con el partido que había fundado y hasta su retiro de una manera estratégica y con una táctica ya planificada.
En la convención de AD salía Carlos Andrés Pérez como triunfador para optar a la candidatura presidencial, mientras en COPEI surge la figura de Eduardo Fernández tras haber derrotado a Rafael Caldera, ya con las candidaturas definidas en los partidos de la hegemonía se presenta el proceso electoral del domingo cuatro de diciembre de 1988; la izquierda no pudo llevar un candidato de unidad y nuevamente se presentaba en cuatro toletes con Teodoro Petkoff, Edmundo Chirinos, Andrés Velásquez, David Nieves y Leopoldo Díaz Bruzual.
Carlos Andrés apeló a un discurso de la abundancia en su primer gobierno y daba entender que volveríamos al viejo modelo del despilfarro, del “ta´ barato, dame dos” y de aquella ilusión económica más de uno cayó por inocente; mientras que el candidato de COPEI, Eduardo Fernández, apelaba a su vigorosa juventud, a la fuerza de una nueva generación y de ser el nuevo Tigre de la política venezolana. Los resultados electorales dieron ganador a Carlos Andrés y al partido Acción Democrática con una votación de 3 millones 868 mil 843 votos; Eduardo Fernández 2 millones 955 mil 61 votos; mientras los demás candidatos se repartían 491 mil 282 votos y en el senado AD lograba 22, COPEI 20; NGD 6’ MAS-MIR 3; Nueva Generación Democrática 1 y en el Congreso Nacional AD lograba 97; COPEI 67; MAS-MIR 18; La Causa R 3; URD 2; ORA 2; MEP 2; F1: 2; OPINA 1; PCV 1. Eso significaba que AD seguía teniendo mayoría simple en ambas cámaras, pero dejó de tener mayoría absoluta, otro elemento fue el final del Pacto de Punto Fijo o de la alternancia del bipartidismo, COPEI salía nuevamente derrotado, ahora lo que se vislumbraba era la hegemonía total de Acción Democrática en el poder.
Los números de los resultados reflejaban que algo se estaba moviendo en el piso de la sociedad política venezolana, de aquella diferencia numérica de Jaime Lusinchi de un millón de votos, ahora mostraba una diferencia de 913 mil 782 votos que había perdido AD, pero esa diferencia no se reflejaba como votación en los otros partidos políticos y era el surgimiento de un fenómeno llamado abstención, producto del descontento generalizado ante los hechos de corrupción, el alto costo de la vida, la inseguridad y la pérdida de confianza en las instituciones democráticas del país. Allí comenzaba la inestabilidad, la incertidumbre, el pálpito que algo iba a ocurrir; pero la dirigencia estaba ciega y borracha de poder.
La toma del poder el dos de febrero de 1989 en medio de un gran derroche y donde la opinión pública la bautizó como la Coronación de Carlos Andrés II, cuya sede central fue el Teatro “Teresa Carreño” y donde se observó la presencia de figuras mundiales desde Fidel Castro hasta el Vicepresidente de Estados Unidos Dan Quayle e incluyendo delegaciones de Medio Oriente, miembros de la OPEP. Aquel acto era el reflejo de un país multimillonario, donde no había necesidades ni escándalos de corrupción ni pérdida de confianza en las instituciones; pero todo era un espejismo ante los visitantes internacionales, ante los acreedores del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la banca financiera mundial. Luego del discurso “encantador de serpientes” nos sumergimos en la realidad con los anuncios del paquete económico donde toda la carga de ajustes la recibió el humilde pueblo sin previo aviso: liberación de precios, liberación de tasas de interés bancario, dólar liberado, aumento de la tarifa de los servicios públicos, aumento del precio de la gasolina, aumento del pasaje en el transporte público; todas estas medidas fueron anunciadas sin hacer un previo reajuste salarial y desde ese momento el ambiente se tornó explosivo ya que las centrales obreras como la CTV, CGT, CODESA y la CUTV empezaron a generar documentos para la opinión pública protestando enérgicamente las medidas arbitrarias del paquete neoliberal impuesto por el Fondo Monetario Internacional y Banco Interamericano hasta que estalló en la madrugada del 27 de febrero de 1989 una insurrección popular llamada El Caracazo, y desde ese momento, se abrió la más brutal crisis del régimen político instaurado en Venezuela desde 1959, cuyas consecuencias hoy aún las estamos pagando.
Continúa.