Luis Fuenmayor Toro
Nadie debe tener ninguna duda de que el gobierno de Nicolás Maduro no está interesado en la afluencia masiva de votantes en las elecciones de concejales del 9 de diciembre. Quiere que exista una alta abstención, para poder ganar sin mayores esfuerzos y dificultades. La actitud del CNE corrobora lo señalado. No hay propaganda televisiva que llame a votar, cuando en comicios muy anteriores sí la hubo y muchas veces exagerada y atosigante. Tampoco la hay en la red de radioemisoras venezolanas, la mayoría de las cuales está en manos de Estado. No se ve ninguna publicidad en portales electrónicos periodísticos o de otra naturaleza y mucho menos en la escasísima prensa escrita que sobrevive. El organismo que por ley está obligado a garantizar la realización cabal de las elecciones, y por lo tanto la participación mayoritaria de los votantes, trabaja precisamente para lo contrario, para que haya una gran abstención, incluso mayor que la habida en las elecciones presidenciales de mayo pasado.
Otro elemento que soporta lo que afirmamos es que, a un mes de los comicios, el PSUV no ha desplegado ninguna campaña publicitaria en prácticamente ningún sitio, ni a través de ningún medio. Sus dirigentes están preocupados por otros asuntos, hablan y declaran de cualquier cosa menos de los comicios, mientras la alta dirigencia del régimen coloca en escena cualquier cosa menos la cuestión electoral. Lo que sea es bueno, sin importar su nimiedad, con tal de que distraiga a la gente y le haga no prestar caso a unos comicios que, por demás, siempre, han despertado poca motivación en la población, incluso cuando han incorporado la elección de los alcaldes. Siempre han sido poco motivadoras, incluso menos que la de los gobernadores. Y estamos hablando de cuando la descentralización estaba en su apogeo propagandístico; imaginémonos ahora con un gobierno centralizador de todo y que ha despojado a los municipios de muchas de sus atribuciones, inclusive las constitucionales.
Este hecho debería de llamar la atención de quienes quieren abstenerse por la razón que sea. Si el gobierno puede ganar las elecciones con trampas, debería buscar que hubiere una asistencia masiva de la población y, de esa manera, legitimarse más fácilmente ante los organismos internacionales y países que lo adversan. Pero no. No lo hace. ¿Será porque sabe que una asistencia importante de votantes lo coloca en grave riesgo de perder? No pudo el régimen hacer que votara más del 50 por ciento del padrón electoral en las presidenciales, lo cual lo hubiera dejado en mejor posición interna y externa. Sabe muy bien que no puede, ni siquiera frente a esos observadores complacientes, que usualmente trae y paga para el llamado “acompañamiento”, voltear fraudulentamente una votación aplastantemente contraria. Y es que aplastante sería su derrota en las condiciones actuales de miseria, desabastecimiento, hiperinflación, insalubridad y desesperanza.Por eso no se arriesgan y juegan a la abstención de sus opositores.
¿Es esto muy difícil de comprender? ¿Cómo se abandona el voto en el peor momento para el gobierno? Nada cuesta votar el 9 de diciembre. Nada cuesta darle una pela al gobierno votando por los partidos de la Concertación por el Cambio o por cualquier otro, pues mayoritariamente van en distintas alianzas en todos los 335 municipios del país. Digan lo que digan, no ir a votar es permitirle al gobierno que se alce con un triunfo que lo oxigenará quiérase o no. Ese es el verdadero colaboracionismo. El año nuevo puede recibir a un Maduro victorioso porque la gente no votó o a un Maduro derrotado y puesto en evidencia ante el mundo entero. ¿Qué creen los lectores que es mejor? Por algo, gente abstencionista muy radical ha comenzado a echar marcha atrás. Démosle una sorpresa al gobierno derrotándolo en votos el 9 de diciembre y tengamos ese elemento para pasar la mejor navidad de los últimos años.