Por: María Eloina Conde
Una de las pocas certezas que podemos tener de cara a la elección del próximo 28 de julio es que el voto será efectivo sólo si podemos motivarlo, movilizarlo y defenderlo con garras y dientes y para eso necesitamos de nuestros testigos estrellas en el 100% de los 16.000 centros de votación de todo el territorio nacional.
Mientras los recorridos por el interior del país avanzan, también lo hace el calendario electoral y el contraste entre la cantidad de personas asistentes a las convocatorias de la Plataforma Unitaria y el gobierno cada vez son más evidentes. Sin embargo, incluso con el entusiasmo de la gente en la calle y las multitudinarias asambleas, el triunfalismo es el peor consejero que tenemos desde la necesidad imperante de generar un cambio político real en el país. Ni con sondeos ni con videos se ganan las elecciones, es con la organización que eso será posible.
En cualquier lugar del mundo las campañas electorales tienen rasgos distintivos que casi siempre se repiten: candidatos y comandos de campañas hacen sus planes estratégicos con un estudio previo del escenario y los antecedentes de elecciones similares, ajustan una planeación milimétrica de cada paso, cada discurso y por supuesto la organización del día de la elección. Es la sincronía entre el candidato con su mensaje que intenta ganar simpatía y el voto del electorado con los equipos en todo el país. Por eso, ciertamente sorprende lo atípico y diferente que está siendo la campaña electoral que vivimos para la elección presidencial venezolana del 28 de julio de 2024.
Es evidente que la elección está marcada por un claro sesgo antidemocrático en el que figuras como las inhabilitaciones administrativas o los impedimentos sin bases legales ni justificación por parte del ente rector para la inscripción de candidaturas alternativas han marcado el calendario electoral. Aparte, dichas acciones no han sido sino uno de los tantos desafíos a vencer, también está el uso —y abuso— de los medios de comunicación por parte del gobierno en la búsqueda confesa de la llamada “hegemonía comunicacional” en la que han dispuesto todo el aparato de comunicaciones del Estado a las órdenes del presidente que busca su reelección.
Por su parte, en el caso de los medios privados, la censura y autocensura es tal que el hecho de que el candidato presidencial opositor sea entrevistado en un canal de señal abierta nacional se convierte en noticia sin que se hable a profundidad del contenido de su participación, simplemente el estar en un canal de televisión abierta es la noticia.
Además, no puede ocultarse lo curioso que resulta que quienes recorren el país no son los candidatos inscritos, sino la ganadora indiscutible de la primaria opositora y los ministros, gobernadores y funcionarios del Estado que siguen el mismo recorrido, lo que ha dejado atónitos a los especialistas y asesores de campañas electorales.
El recorrido oficialista ha dejado a su paso una serie de actuaciones irregulares en los que el abuso de poder es la norma. El cierre de pequeños negocios a orillas de carreteras hasta la confiscación de canoas y detención de canoeros que ayudan a saltar impedimentos en puentes y vías de acceso son sólo los más representativos. Ya en este punto, cuando faltan menos de 60 días para la elección, la polarización es clara.
Pero más allá de lo que parece evidente, hay que recordar que las encuestas son fotografías no vídeos en vivo, y sabemos que en Venezuela la sorpresa, el asombro y los cambios son la constante. Por eso, no podemos subestimar la reingeniería electoral que han hecho desde el gobierno para intentar mover la balanza a su favor o equilibrar las cargas, algo que les ha resultado en el pasado. De allí que la imagen del testigo estrella multiplicado en los 16.000 centros de votación del país, especialmente y con meticulosidad en los 9.000 centros donde habrá una única mesa y los otros 3.000 en los que habrá dos mesas de votación, es clave.
Decía Peter Drucker que «La mejor forma de predecir el futuro es crearlo». Pues tenemos ante nosotros la tarea de crear un ejército de testigos electorales en el país y articular una estrategia que se traduzca en una victoria nacional el 28 de julio, un ejército sin armas guiado por un liderazgo nacional y regional que parece haber aprendido algunas lecciones y estar cursando otras asignaturas, mientras que el pueblo aprende las suyas y está dispuesto a corregir los errores del pasado.
Ganar no es el fin, es sólo un punto de partida para reencontrarnos como hijos todos de esta tierra, para comenzar a reconstruir juntos no la misma Venezuela que teníamos hace un cuarto de siglo cuando comenzó este proceso que socavó todas las bases institucionales, sino para entender que después de tanta barbarie ya no podremos ser los mismos y esos cambios tienen que traducirse en una vigilancia constante y activa de nuestra democracia y libertad, las mismas que dimos por sentado y que hoy luchamos por recuperar.
Ganar será dar el primer paso para recuperar nuestra institucionalidad, retomar la práctica diaria de nuestros valores fundamentales, de una ciudadanía real y crítica. Tenemos delante de nosotros una oportunidad no única pero sí clara de empezar un nuevo periodo en nuestras vidas y encaminar el futuro que dejaremos a nuestros hijos.
María Eloina Conde
Junio, 2 de 2024
@MariaEloinaPorTrujillo