DE LEON XIII A LEON XIV  | Por: César Pérez Vivas

 

César Pérez Vivas

 

En el momento en que se anunció al mundo la elección del nuevo Papa y se informó que adoptaría el nombre de León XIV, de forma automática evocamos a León XIII, autor de la encíclica Rumrum Novarum. Efectivamente, los informes recibidos hasta ahora ratifican que el cardenal Robert Prevost, nuevo pontífice de la Iglesia universal, ha tomado su nombre inspirado en aquel obispo de Roma, fundador de la Doctrina Social de la Iglesia.

Para quienes hemos sido formados en sus principios y contenidos, la llegada de un nuevo conductor espiritual del cristianismo, dispuesto a elevar y difundir la filosofía cristiana más allá de lo estrictamente teológico, adquiere un significado especial en estos tiempos marcados por fanatismos, radicalismos y materialismos. En efecto, León XIII es recordado por haber convertido en doctrina filosófica los preceptos del Evangelio. Es importante ubicarnos en el contexto histórico en el que dicha formulación se dio y destacar la visión suya y de su equipo pastoral para responder a los grandes desafíos de su tiempo.

A finales del siglo XIX, la vida humana y el trabajo estaban marcados por la explotación y el trato cruel. León XIII comprendió que esa situación de injusticia, que atentaba contra la dignidad del ser humano, merecía una atención desde la perspectiva del cristianismo. Observaba cómo otras corrientes filosóficas abordaban el problema desde enfoques que no ofrecían soluciones reales. De allí surge el concepto de “cuestión social”. En esa misma época, el materialismo histórico y la dialéctica marxista ganaban terreno como fórmulas para atender esa situación. El Papa, inspirado en los principios del Evangelio, entendió que no era desde una visión materialista —y mucho menos desde la promoción de la división social basada en el odio— que podía alcanzarse y preservarse la paz, una de las grandes metas del magisterio cristiano.

Por ello presentó una doctrina basada en el amor, en el reconocimiento del obrero como hijo de Dios, y, por tanto, portador de una dignidad que lo hace merecedor de respeto y derechos. A partir de aquí toma una dimensión espiritual y filosófica, con mayor impacto, la concepción moderna y occidental del respeto a los derechos de la persona. Frente a quienes despreciaban al trabajador y lo reducían a mero instrumento productivo, y frente a quienes pretendían explotar ese sufrimiento para promover la violencia y la lucha de clases, León XIII propuso una vía distinta, fundada en la justicia y la fraternidad. En oposición al ideal comunista formulado por el marxismo —que buscaba abolir el Estado, las leyes, la propiedad privada y toda jerarquía en nombre de una supuesta igualdad—, el Papa ofreció una visión realista y esperanzadora, defendiendo el derecho de propiedad y consagrando el derecho de los trabajadores.

León XIII entendió que la defensa de la dignidad humana planteada por el marxismo no era ni sana ni conveniente, y que su aplicación agravaría la problemática social, es decir, la vida del hombre en comunidad. Por ello formuló una doctrina que, con el tiempo, ha demostrado ser una guía de gran valor para orientar la convivencia civilizada de la humanidad. Es lo que hoy conocemos como Doctrina Social de la Iglesia.

En años recientes, hemos visto cómo algunos sectores han intentado reorientar el marxismo bajo nuevas formas como la filosofía woke y otras variantes del llamado “marxismo cultural”. Frente a ello, han surgido también corrientes que, por reacción radical, rechazan incluso valores esenciales como la justicia, la solidaridad y el bien común por considerarlos cercanos al marxismo. Esta perspectiva es profundamente equivocada. La Doctrina Social de la Iglesia ha demostrado —a través de las encíclicas publicadas a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI— que esos principios están enraizados en el Evangelio y en el humanismo cristiano.

La llegada al solio pontificio de un hombre formado en este pensamiento y que asume el legado del fundador de esa doctrina nos llena de esperanza. Será una voz poderosa en la afirmación de los principios y valores del humanismo cristiano, y un punto de equilibrio en un mundo convulsionado por graves crisis sociales y ambiciones desmedidas de dominio de unos pueblos sobre otros. Nuestra esperanza está en que León XIV será un promotor del amor y la fraternidad entre los hombres y entre las naciones, y que alzará su voz frente a toda forma de violación de los derechos humanos.

Caracas, lunes 12 de mayo del 2025

 


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