DE LA DANA A LA NADA | Por: Francisco González Cruz

 

Francisco González Cruz

Los asuntos relacionados con el desarrollo sostenible y con el calentamiento global son de una enorme complejidad, pues trata sobre sistemas que tienen muchos elementos y múltiples relaciones entre sí y con otros sistemas. Es natural que sean complejos. Pero también son complicados, pues además de sus elementos intrínsecos, entran intereses para los cuales para nada cuentan la dignidad de la persona humana o la supremacía del bien común o los derechos humanos, si no los exclusivos beneficios económicos determinados por la codicia.

La COP 16, Conferencia de las Partes número 16 sobre la biodiversidad celebrada en Cali, Colombia, arrancó con muchas expectativas y cerró como siempre, con grandes decepciones. Y se espera que así se repita en la COP 29 o Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático que tendrá lugar en Bakú, Azerbaiyán, del 11 al 22 de noviembre de 2024. Y es previsible que el Pacto para el Futuro no logre vencer las poderosas fuerzas de la especulación y de la usura.

No todo es negro, por supuesto. El encuentro de Cali fue muy concurrido y emotivo, logró que mucha gente tomara conciencia de la necesidad de preservar la diversidad de la vida natural, detener la desaparición de especies vegetales y animales, también la degradación de los paisajes naturales, las cuencas hidrográficas y los cuerpos de agua. Pero cuando se tocó el tema de los costos de estas acciones y su financiamiento se trancó el juego y hasta se tuvo de suspender la cumbre por falta de quórum. Un final que no se había visto en otras cumbres.

Por otra parte, sería demasiado estúpido que no se adviertan las alarmas que está dando el planeta: crece con descaro la concentración del poder y la riqueza en muy pocas personas y consorcios, los eventos climáticos son cada vez más intensos y destructivos, el calor extremo es más frecuente tanto como el frío extremo, los incendios son gigantescos, los ríos bajan casi secos y de repente crecen desmesuradamente por las copiosas lluvias en sus cuencas altas erosionadas y desforestadas. Entre tanto las empresas petroleras, principales responsables de la emisión de CO2, causa primordial del cambio del clima, expanden aceleradamente sus negocios.

Los gobiernos, las empresas y la gente ya no tienen capacidad de respuesta ante estas realidades y todo se complica por la rapidez y tamaño de los eventos, por la lentitud de los procedimientos, por la torpeza de los políticos y porque pese a las tragedias que se producen siempre hay quien busca ganar dinero o popularidad a costa del dolor ajeno. También la esperanza crece cuando los seres humanos despiertan y reaccionan, y se desencadenan procesos virtuosos que cambian el curso de los hechos. Y nos dan una lección sobre cuales son los caminos para detener el deterioro, que no es otro que tocar el corazón humano.

Tienen que darse están sonoras campanadas, estos desmesurados avisos para que la cordura se expanda. Pocos se conmueven por que un río se contamine o se seque, o porque talen unos árboles, o se deteriore un paisaje natural al ser inundado por la codicia inmobiliaria. Solo lo hacen unos románticos vecinos. Pero cuando un evento extraordinario inunda las noticias y corren las amargas crónicas, los desgarradores relatos o como el llanto de un niño que perdió a la madre, o de la madre que perdió a su hijo, entonces la aldea global se despierta, hasta que todo se torna normal y vuelve la rutina, hasta que un nuevo desastre, cada vez más seguido y más terrible, vuelve a excitar a la comarca. Quizás esté llegando el tiempo que no haya oportunidad de despertar.

 

 


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