De la cordura

<Me parece una argumentación sumamente peligrosa decir que hoy no se puede actuar con argumentos humanitarios…> H Marcuse. El final de la utopía. 1979, P. 67.

Escribo el Tópico recordando un texto escrito por el español José L. Pinillas donde con competencia describe la palabra cordura junto a la de libertad. Lo leí cuando asistía a debates doctorales en ciencias sociales del Cipost-UCV dirigido por el amigo R. Lanz. Ya él no está entre nosotros, pero sus enseñanzas dentro de una teoría crítica de la sociedad las tengo presentes. Viene esto al caso como lectura del escenario político venezolano donde se ha instalado el <sálvese quien pueda> de esta postmodernidad salvaje que intenta pasar como modelo de sociedad. Son diversos y variados los términos que permiten describir tal salvajismo donde no hay lugar desde donde no emita su gruñido y fabrique a diario víctimas. Apuesto hoy a la cordura, palabra vinculada con alcurnia, nobleza, bien. De ella se presume como conducta humana desplegando un espíritu libre, educado, tolerante. Al lado de ella se justifica la palabra prudencia. Pinilla dijo al respecto esto: <…, decir de alguien que es una persona cuerda es como decir que es una persona que está en sus cabales, en su sano juicio, que no está en tratamiento psiquiátrico, que goza de una salud mental normal>. Sin embargo, el campo semántico de la palabra cordura abarca a otras como corazón, del latín cordis, desde donde los filósofos del lenguaje hablan de ánimo. Una persona cuerda es entonces un ser de buen ánimo, libre. ¿Cómo no recordar aquí a mi maestro Nietzsche cuando habló de los hombres de espíritu libre? También podemos vincularla con la palabra cuerda, por aquello que se alarga y da movimiento. Estirando un poco su significado podemos llevarla hasta la palabra prudencia, pues ser prudente sería una señal de sabiduría. Es decir que un sujeto sabio es alguien de quien uno espera que en su caja de herramientas (M. Foucault) al menos cargue las palabras cordura, prudencia y sobre todo un ánimo de libertad. Pero como la existencia en la tierra no está libre de conflictos podemos darle fuerza a la prudencia como una virtud recurriendo a Santo Tomás cuando en su Summa Teológica la nombra. Más que todo por comodidad dejemos esta introducción académica y aterricemos la nave en cualquier ciudad o aldea de Venezuela para percibir el derrumbe y el caos donde ser prudente o cuerdo va más allá de cualquier percepción teórica. Pienso que aquí las ciencias sociales devinieron opacas y su sentido para dar soluciones anda de vacaciones. Los que se interrogan sobre por qué llegamos a este derrumbe es mejor dejarlos de lado e invitarlos a preguntarnos ¿cómo y cuándo salimos del mismo? Adelantando respuestas: Pienso que para hacer realidad en una sociedad al sujeto cuerdo es vital que exista opinión, libertad de información, debates críticos, educación ciudadana. Es lo que muestran las genealogías de los países exitosos en calidad de vida. Sin este dato son los comisarios políticos de turno y los profesionales de la delación quienes imponen un silencio que circula como cordura y prudencia, pero no nos engañemos, eso no es más que el miedo transfigurado en algo cuerdo. Leamos a Pinilla: <…Yo creo que una cordura muy prudente pero sin entereza, es una cordura cobarde, una cordura despreciable, porque sabiendo lo que hay que hacer la persona no se atreve a hacerlo. Por ejemplo frente a la demagogia, la violación de la intimidad de alguien o a ser acusado injustamente por rumores y cosas inventadas.> De ese texto se desprende que no siempre el sujeto prudente es amigo de la libertad, sino un cómplice silencioso contra ella. Saque sus conclusiones.

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@CamyZatopec

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