La hora actual de Venezuela nos obliga a concurrir a las urnas electorales para votar por el cambio, para salir de esta nefasta experiencia que llaman el socialismo del siglo XXI y para comenzar la inmensa tarea de reconstruir a Venezuela.
Yo no renuncio a ejercer mis derechos. Yo procuro cumplir con mi deber. Mucha gente me dice que no vale la pena votar porque el gobierno se va a robar los votos. Si ese fuera el caso, si el gobierno efectivamente se roba los votos, cosa que yo creo absolutamente probable, esa será responsabilidad del gobierno. Allá ellos con su conciencia. Que ellos hagan trampa no me exime a mí de mi obligación de expresar mi opinión, ni de ejercer mi derecho a votar contra un gobierno tramposo y a favor de una esperanza democrática.
Le atribuyen al papa Juan Pablo II una frase estupenda dicha a propósito del proceso electoral que se llevó a cabo en su país para salir de la dictadura comunista. Según esa versión, el papa habría dicho: “dejar de votar por temor a que me roben el voto es como suicidarme por temor a que me maten”.
Estoy convencido de que si todo el esfuerzo que se está haciendo, a favor de una consulta con unas preguntas cuyas respuestas ya todos conocemos perfectamente bien, se invirtiera en promover la masiva participación del electorado en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, la paliza que se llevaría el gobierno sería monumental. Paliza que, además, tendría consecuencias prácticas muy importantes en la conformación de la próxima Asamblea Nacional.
Estamos corriendo el riesgo de que la abstención de nuevo gane en estas elecciones del 6/12. El triunfo de la abstención, por supuesto, será celebrado con champaña en la oficina que ocupa, gracias a la abstención, Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores.
La abstención viene ganando las elecciones desde el año de 1993. Hasta que no se produzca una rebelión cívica que conduzca de nuevo a los ciudadanos a las urnas electorales, seguiremos padeciendo esta tragedia espantosa que representa el régimen de Maduro y su socialismo del siglo XXI.
¡Venezuela tiene futuro! ¡No nos dejemos arrebatar la esperanza!
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
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