<Pero aun llegan a más. Gente experta en lisonjas, alaba la conversación del ignorante, el talle del jorobado y el vigor del que se desmaya de puro débil> Juvenal. Sátiras. III.
En palabras del Sr. Chávez se usó la palabra motor (muy apropiada para las máquinas) para hablar de Socialismo del Siglo XXI. Desde ese uso se le acuñó su visión moral y de luces para intentar citar al libertador Simón Bolívar. La herencia venía de la Modernidad con una moral para tener sujetos probos ante la cosa pública y luces para dinamizar lo social. Intento por supuesto híbrido pues por tratarse de un decreto de gobierno allí había que haberse debatido, desde fuentes hasta ensayos políticos curiosamente nada exitosos hasta ahora. Pero en fin, de esa manera se tejía una red para atrapar sujetos dispersos por allí que tenían tiempo soñando con socialismo, pero en el fondo con ganas amplias de ponerle la mano a la cosa pública. La otra estrategia vino cargada de pastiche: unión cívico-militar y el árbol de las tres raíces. A más de uno, incluidos sujetos que uno pensó la universidad le aclaraba las neuronas, fue seducido por esa necedad y mitos invasores de la razón y la sociedad. Lo demás es ampliamente conocido con sus miserias y grandezas, pero sobre manera por los resultados sociales que usted y yo sentimos y padecemos. Como enseñan los textos serios de moral y política, no basta decretar algo para tener una vida social buena y sana. Si así fuera, los 2018 años que tienen los términos ética y moral en cursos de filosofía religiosa y de teoría social ya hubiesen creado un mejor sujeto social venezolano. No ha sido así y eso no se puede dejar de lado o pensar que regalando bonos ya el problema se resuelve. Tampoco se trata de leer las ideas del socialismo dentro de las purezas que toda religión pretende inculcarles a sus fieles cuando repiten con ceguera esto: “hay un socialismo verdadero, pero este que tenemos no es.” Esa leyenda urbana que todavía atonta a algunos no solo es necia, sino de idiotas. No hubo debate ni adentro ni afuera del partido de gobierno, hubo sí un registro de militantes con una condición impuesta por el poder de turno: quienes aspiraban a ser dirigentes necesitaban ser examinados moral e ideológicamente. ¿Cuál examinador? ¿Con cuales credenciales? ¿Desde cuál baremo?, en el fondo todo ello pasaba por no criticar a la dirigencia. Hubo casos de personas hoy difuntas que nombraron, como si estuviesen en época de Inquisición, con fuerza esta otra leyenda: “Nada de infiltrados, solo los puros en moral e ideología tienen cabida en la revolución. ¿Hoy, a la luz de las intervenciones del Señor Fiscal, vale preguntar: ¿Y qué pasó con la pureza? Saque sus conclusiones.