Por: Dayri Blanco
Ya nada es igual. En Carabobo no solo están apagadas más de 80 % de las líneas de producción de la que fue la ciudad industrial del país, sino también las máquinas del sector que más empleos originaba en la entidad. Realizar comparaciones del funcionamiento de la construcción de viviendas hace una década con el actual es hacer una radiografía de la crisis, el drama del desempleo y de la debacle progresiva de la economía.
En 2007 se alcanzó el pico máximo de edificaciones residenciales del sector privado en el estado con 45 mil unidades. En ese momento era habitual ver, en cada uno de los 14 municipios, obras en ejecución, terrenos que rápidamente se transformaban en edificios, compradores que ahorraban para pagar una inicial de su vivienda y se organizaban para las cuotas mensuales, y trabajadores que llevaban bienestar a sus familias gracias a su esfuerzo y salario.
Pero todo eso cambió. Ya hasta resulta un recuerdo lejano la posibilidad de comprar en planos una casa o un apartamento. La dinámica económica y todas las imposiciones y restricciones que enfrenta el sector de la construcción así lo determinaron.
Un 2020 muy negativo para construir viviendas
Ningún sector escapó de los estragos de la pandemia. Pero en Venezuela, un país con una profunda crisis, todo se agudizó.
Para el comienzo de la cuarentena solo 5 % de la industria de la construcción en Carabobo estaba operativo. Es un número muy negativo pero que representaba la sobrevivencia de esas pocas empresas que aún estaban invirtiendo en la entidad, pese a todas las condiciones adversas.
De marzo a junio estuvieron paralizadas esas obras y el golpe fue bastante severo. Esas construcciones representan entre 10 mil a 12 empleos que también se detuvieron. “Nosotros luchamos, emitimos diferentes comunicados y propuestas de protocolos de bioseguridad para que nos permitieran trabajar, y lo logramos, pero después de tres meses”, aseveró el presidente de la Cámara de la Construcción de Carabobo, Germán Rodríguez.
Ese 5 % que se mantiene activo en la entidad no significa la recuperación del sector. Se trata del descubrimiento de un mercado cautivo de viviendas de alta gama, a precios muy elevados, pero son pequeños proyectos que, aunque no son significativos, al menos garantizan que la mano de obra que aún está en el país pueda ejercer su labor.
Esas unidades habitacionales no son consideradas como obras del 2020 porque su inicio se dio en 2019, por lo que simplemente este año se les está dando continuidad.
Los números son mucho más dramáticos al analizar los que dan de forma oficial desde la administración de Nicolás Maduro. De acuerdo a sus registros el año pasado se construyeron en el país, a través de la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV) 500 mil unidades, y la proyección para este año, según fue anunciado en mayo en plena cuarentena, era de 400 mil. Pero en Carabobo hace más de tres años que no se hace ni una casa de la GMVV.
Desempleo desenfrenado
No hay datos alentadores para el sector de la construcción. Ya son 38 trimestres en caída continua que han enfrentado, y las expectativas no son nada positivas de mantenerse las condiciones actuales.
Solo en Carabobo se han perdido entre 250 mil y 260 mil empleos directos e indirectos. Se trata de mano de obra calificada, ingenieros, administradores y técnicos que se han visto obligados a irse del país o a dedicarse a otras actividades.
Luis Manuel Ortiz ha tenido años muy difíciles. Como dueño de una de las constructoras que más proyectos ejecutaba en la entidad, hace más de tres años tuvo que tomar una decisión muy dura: Guardó los tractores y retroexcavadoras en un galpón, invirtió en otro negocio ligado a la industria textil y dejó a un lado la actividad que por más de 20 años desempeñaba.
No tuvo otra opción. Antes, en el inicio de la recesión que aún vive el sector, intentó mantener la empresa con el servicio de alquiler de las maquinarias, pero los precios de los repuestos y piezas de reposición se lo impidieron.
Pero la empresa textil que formó también sucumbió a la crisis. Así que tuvo que sumarse a la estadística de los más de cinco millones de venezolanos que han migrado y para lo que vendió toda la maquinaria que había guardado con la esperanza de volver al ruedo en algún momento.
El negocio se hizo insostenible. La experiencia de Ortiz no es inédita, se replica en cada una de las firmas del sector. Cerca de 70 % de las empresas del ramo que funcionaban en la región migraron a otros países como Ecuador, Panamá, Perú, e incluso Nicaragua, donde tienen oportunidades claras de negocio con condiciones y garantías para sus inversiones. “El 30 % que se quedó está intentando sobrevivir haciendo otras cosas”.
Sin condiciones para la construcción de viviendas
Todo parece estar en contra de esta industria. Desde que el país está en hiperinflación no existen créditos a corto plazo para que el constructor pueda terminar las obras, ni a largo plazo para que las personas puedan comprar.
Es un espiral de eventos adversos del que no se ha logrado salir. Rodríguez aseguró que sin una cartera de créditos de parte de la banca es imposible recuperar el sector. “Estamos afectados por una economía en la que el financiamiento no existe, tenemos una banca absolutamente disminuida”.
Ellos han buscado alternativas. El mercado de valores se ha mostrado como la opción para obtener algo de recursos y así poder iniciar nuevos proyectos. Pero no es tan fácil y no se trata solo de dinero. “Si logramos recursos por esa vía o si se abren los créditos bancarios, igual se necesita generar confianza, derogar una serie de leyes que impiden que se ejecuten los proyectos de manera tranquila y sin que entremos en una saco donde cualquier persona que escuche hablar de un constructor piense en un estafador”.
A esto se agregar otros elementos. A finales de 2015 se había advertido de la paralización de 55 % del parque de maquinaria de las empresas del sector privado en Carabobo. Eso cambió, pero no en positivo. A la fecha los equipos están en su ciclo de muerte. “Ellos tienen 15 de años de vida útil y ya se venció”.
Mantener la operatividad de cada una de las máquinas resulta muy costoso, mientras que reponerlos con aparatos nuevos es imposible.
El tema de los insumos sigue siendo una constante negativa. En 2007, antes de la estatización de la industria cementera, se producía 10,2 millones de toneladas (TN) suficiente para la demanda nacional. En 2015 la cifra había caído 42 % al alcanzar su mínimo nivel con 5,9 millones de TN. Actualmente está totalmente paralizada.
Lo mismo ocurrió con la nacionalización de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor) que pasó de tres mil millones de TN de acero líquido en 2008 a mil millones en 2015 y a cero en estos momentos.
Todo indica que para poder construir en Venezuela se necesita una gran inversión para la importación de lo necesario.
Precios imposibles
Los precios no ayudan para nada en la recuperación de la construcción en Carabobo. El promedio del costo del metro cuadrado es de mil 400 dólares, mientras que en el mercado secundario compuesto por viviendas usadas, el metro cuadrado se está vendiendo entre 300 y 400 dólares.
Nadie piensa en invertir para perder su capital. Y es por esto que se hace cuesta arriba iniciar nuevos proyectos. “El mercado secundario sigue arropando al primario y es inviable ejecutar obras ahorita porque hay sobre oferta que hace que los precios estén muy bajos”.
Hasta 40% por debajo de los precios reales se están cerrando las ventas. Son varios los factores que inciden en esta situación. La dinámica del éxodo venezolano, la inflación de la que la gente busca protegerse y ley de oferta y demanda, han sido determinantes.
A eso se le suma que las operaciones de compra-venta se realizan en más de 98 % estrictamente de contado. “Ningún propietario quiere aceptar una negociación con créditos de 90 días más 30, que es lo que establecen las condiciones bancarias para crédito hipotecario”. Otro factor que influye en la caída del negocio inmobiliario es que los montos aprobados como financiamiento están muy por debajo del costo de las viviendas, y la población no cuenta con el poder adquisitivo para pagar el resto.
Otro punto en contra de la actividad inmobiliaria lo representa el inexistente mercado primario. “No hay preventas en maquetas”. La prohibición del cobro del Índice de Precios al Consumidor (IPC) también ha impedido que inversores ejecuten proyectos en el país. “Con esta inflación nadie va a construir para perder”.
Para el 2021 las expectativas no son buenas. Sin que se generen las condiciones apropiadas el sector mantendrá su caída. “Hay muchos proyectos privados residenciales, comerciales e industriales que podemos hacer, recuperando entre 20 % y 30 % de nuestra actividad la cantidad de empleos a recuperar será muy grande y beneficiosa para la economía del estado”.