Curso intensivo de cómo hacer mechurrios para alumbrarse

Para sobrevivir cuatros noches de oscuridad total. Es importante que el envase sea de vidrio, o metal, y su tapa no sea de plástico

 

Al cuarto día de oscuridad, aprender a fabricar un mechurrio se vuelve imperativo. Las mujeres observaban como Carlitos, en el barrio San Isidro de Valera, armaba uno en una botella de mayonesa. “Es importante que el envase sea de vidrio y, si tiene tapa, que sea de metal resistente” decía, mientras las mujeres escuchaban.
Nadie se fijaba en la hora, ni en la fecha del calendario, qué más da si es lunes, 11 de marzo, y ya va a ser mediodía. El hambre es la que avisaba del horario de las comidas. Carlitos, desde antes del apagón en 23 estados del país, ya era un experto. “Hace unos mechurrios que ni se le siente el humo” decían las mujeres y por eso se iban a su casa a recibir la instrucción.

La primera noche de oscuridad, jueves 7 de marzo, las personas acudieron como de costumbre a las linternas de sus celulares. “La electricidad vuelve pronto” decían, pero la noticia se esparció pronto: la falla era total, unos 30 millones de venezolanos, rojos y blancos, niños o viejos, sanos o enfermos, sufragantes o abstencionistas, Maduristas o de Juan Guaidó, estaban a oscuras.

En la mañana del viernes, las calles de los 20 municipios estaban desoladas, principalmente en las poblaciones donde hay comercio y bancos.

 

Carroñeros de luz

La ciudad de las Siete Colinas vivía el letargo de un domingo adelantado. Los bancos no abrieron, a excepción de uno que tenía planta eléctrica y trabajó hasta mediodía. Los comerciantes abrieron con la esperanza de un alumbrón, pero se rindieron pronto. Únicamente se escuchaba el ronquido en los locales asiáticos, donde los puntos de venta pasaban en instantes de milagrosa conexión con los sistemas de Cantv y la banca.

Los pacientes del Hospital Dr. Pedro Emilio Carrillo, respiraban inquietos. De cuatro plantas, dos estaban activas con gasoil. “Las estaciones no están trabajando, ojalá no se queden sin gasoil” decían. “La directiva y la Zodi buscan combustible” comunicaba la policía. En la sala de espera, la gente hacía cola para cargar sus celulares. Unos eran pacientes y otros, carroñeros de luz.

El segundo día, el sábado 8 de marzo, un oficial ingresó alterado a la sala de espera: “Estamos en una emergencia nacional, les pido que desconecten la regleta” vociferó el uniformado. Los familiares de pacientes respondían altaneros: “No y por qué, necesitamos comunicarnos con nuestras familias”. “Pero si no hay señal” gritaban otros. La verdad, las señales de telefonía móvil estaban caídas, había a ratos y un gentío sin saber de sus amados en Perú, en Chile, en Colombia y en Táchira, Zulia y Mérida, como si fueran otros países.

En los hospitales, las plantas funcionaban, pero los pacientes de diálisis de las unidades en Valera, Trujillo y Boconó, tuvieron que aguantar, unos hasta el viernes y otros hasta el lunes. “Yo porque voy al baño fácil, pero hay otros que se ahogan” dijo la señora Ruz frente a la Unidad Andina, detrás del CC Arichuna. Los pacientes renales apenas pueden permanecer tres días sin el tratamiento, que limpia su sangre de impurezas.

 

Largas colas en comercios debido a falla de luz y sistemas bancarios

Olor a piche

El comercio sin plantas, bajó sus santamarías. Las carnicerías, sin electricidad, tanto en el mercado municipal, como en La Floresta, comenzaron a rematar la mercancía y a regalar la que se iba a perder de todos modos. Carne, pollo y pescado para todos, la demora era buscar una bolsa. “Esa carne ya olía a piche” decían los vecinos del sector Simón Bolívar, “pero igual se la llevaron”. Mientras en otros estados reinaban los saqueos, los trujillanos fueron solidarios, salvo un caso de robos en Boconó.

Los productores de lácteos también regalaron su queso en la Zona Baja, antes de que se dañara. Las pérdidas han sido millonarias. Un comerciante árabe, del centro de Valera, no sabe cómo recuperar la inversión. Se había surtido y debía todo a sus proveedores, por no tener planta. Irónicamente, en una equina contigua, una tienda de pantaletas estaba abierta con un generador.

 

Pérdidas millonarias sufrieron los comerciantes de comida no perecedera. Fotos: MGD

Agua de lluvia

En la tarde del domingo, 10 de marzo, la población de Valera, Carvajal y vía a Escuque, se le empezaban a secar los recipientes de agua. Ni “el plan de contingencia” ni “el estado mayor del agua” decretados por la Gobernación de Trujillo, desde finales de febrero, habían aparecido. El Acueducto Metropolitano, afectado por las fallas eléctricas sucesivas, había quedado en jaque por el apagón.

“Ahí viene el aguacero” decían en la urbanización Bella Vista y se alegraron con las primeras gotas. Los muchachos corrieron a bañarse en la lluvia y sus madres colocaron baldes en cuanto chorrito conseguían. Así estarían en Santa Cruz, en San Luis, en Las Lomas, dando gracias a Dios. Afortunadamente, tras tres noches de oscuridad, a las 11:00 de la noche, el rumor del agua en las tuberías anunció su llegada. Al menos en las zonas, donde llega por gravedad, anunciaron las autoridades.

“Le abren el hueco a la tapa, no muy grande, le meten la tela o las mechas, le sacan una punta y lo tapan” decía Carlitos a las mujeres, sus hermanas, quienes a mediodía del lunes, 11 de marzo, seguían embelesadas en el curso intensivo de hacer mechurrios. Carlitos, quien los hace hasta en botellas de perfume y te dice que si son quisquillosas, pueden buscar aceite de lámpara o aceite vegetal, ya casi terminaba el recipiente, cuando algo lo alumbró.

“Qué es eso” dijo y las mujeres no terminaron de responder, cuando la gente gritó en las calles un “eeeeee” infinito. Era el bombillo sobre la cabeza de Carlitos. Luego de 90 horas de oscuridad, el sistema se había repuesto en un 20%, dijeron las autoridades. Por eso, en algunos municipios no vieron luz hasta este martes, en horas de la noche y el miércoles, cerca de mediodía, cuando la electricidad mejoró más de un 90%.

El comercio aún este miércoles lució aletargado, pero los supermercados abrieron, al igual que los asiáticos y tiendas de diversos rubros. Los bancos, nada que ver. En los hospitales, los familiares y pacientes volvieron a respirar con calma. Las colas en las gasolineras menguaron y el transporte a circular con mayor frecuencia.

En las casas, las mujeres prendieron sus neveras y constataron el estado de sus despensas: cero carnes (todas se comieron al segundo día), algunas pastas, granos y pocas verduras. Vieron por fin los rostros de sus maridos y la de sus hijos, durante la cena. Los bombillos blancos alumbraban todo, pero en un rincón de la cocina, como utensilio primordial, dejaron los mechurrios. Nunca se sabe cuándo, tal vez en el segundo siguiente, vuelvan a encenderse.

 

Emergencia del agua se agudizó en Valera y Carvajal

Otros modos de alumbrarse

Repaso: es importante que el envase sea de vidrio y la tapa de metal o material resistente. La tela debe ser jean o chemise, otras se consumen rápido. Si no les gusta el gasoil, pueden usar gasolina o aceite vegetal. También hubo expertos que usaron la batería de sus carros para tener luz, para lo cual deben tener el cableado necesario (muchos comerciantes usaron esta técnica para sus puntos de venta). Las velas son útiles, pero se derriten rápido y cuestan un ojo de la cara.

 

Largas colas en las gasolineras con plantas y combustible

 

 

 

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