CURAS DEL PROGRESO: Mons. Mejía, corazón curtido de virtud y siembra fértil

 

El 13 de octubre de 1901, el joven Miguel Antonio Mejía, recibe el Sacramento de la Ordenación Sacerdotal

Monseñor Miguel Antoni Mejía, un auténtico hombre de Dios, que supo conciliar toda su entrega a la Iglesia con una desvelada preocupación por su tierra y de su tiempo. Siempre en hermoso testimonio de armonía con la fe y con la doctrina. Un hombre auténtico vivió como pensaba. Sus actos fueron reflejos coherentes de sus ideas. Había equilibrio entre sus palabras y su comportamiento, consonancia entre sus convicciones y actitudes. El hombre auténtico, despertaba confianza, estimulaba la fe. Esa fue la condición que tuvo como modo de ser natural.
Monseñor Mejía, fue un gran sacerdote, un gran Obispo y un gran venezolano. En estos momentos, es necesario rescatarlo del profundo olvido donde lo hemos enterrado. Ideales como los de él, son requeridos con urgencia en nuestra ciudad.

 

 

 

 

Elvins Humberto González
elvins2020@hotmail.com
CURASdelPROGRESO

 

En la vida de los pueblos se impone la presencia moral de los hombres, cuando éstos son claros exponentes de virtudes ciudadanas, a fin de que sus características permanezcan como espejo para las futuras generaciones; es por esa razón que hoy nos hemos propuesto a dar a conocer la estampa de aquello hombres que con su investidura sacerdotal y que desde la Iglesia fueron fieles ejemplos y forjadores de compromiso, lealtad, amor y entrega por el desarrollo y consolidación del desarrollo de la región. Iniciaremos primeramente este recorrido por quien dese Valera contribuyeron en su crecimiento, pero igualmente abarcaremos el resto de nuestra geografía donde la historias de muchos sacerdotes es rica y fascinante.
Nuestro primer invitado es un hombre alto y duro, con facciones recias, como vaciado en amplios moldes de bronce, que expresaba bondad, bondad profunda que se escondía en lo hondo de su espíritu, detrás de su mirada limpia, pura y no contaminada de vieja malicia… Predicador de la palabra de Dios… con el sonoro rumor de su vida y con la profunda armonía de la verdad testificada, el Excelentísimo Doctor Miguel Anttonio Mejía nacido en Mendoza el 1 de junio de 1877, fue un ser que supo muy bien asimilar la misión que le impuso La Providencia.
La montaña es el escenario de su formación. El padre y la madre son también parte de la montaña «A la vera del Momboy, riachuelo que corre por entre dos serranías, fertilizando un mismo laberinto, está el pueblo de Mendoza, perla de los Andes Venezolanos en el estado Trujillo, perfumado con las virtudes del Padre Rosario y troquelado con la ilustre figura de Antonio Nicolás Briceño, nace Monseñor Doctor Miguel Antonio Mejía, de la unión bendecida por Dios, donde había reciedumbre y ternura, de Nicanor Mejía, oriundo de Boconó y Josefa Rumbos, nativa de Mendoza. De esta unión también nacieron José Armando, Nicanor, Alfonzo, Débora, Filomena, Josefa Antonia y Hercilia. Los cuatro varones hicieron carrera literaria y las damas recibieron educación de acuerdo con las normas de hogar cristiano (Dámaso Cardozo 1957, Miguel Antonio Mejía, Recopilación, pag. 11»). Allí, en el Valle del Momboy fue también bautizado, en la Capilla del Padre Rosario.
Los primeros estudios los hace en Mendoza, bajo la dirección de su padre, que como pedagogo instruía a sus alumnos en letras humanas, al igual en el amor divino que como hombre íntegro, es el principal fundamento para la estabilidad social.

 

Aspecto del frontal de la capilla donde fue bautizado en Mendoza el 3 de junio de 1877

 

 

Bañado con el frescor de la montaña

 

Nace en la montaña y la montaña siempre lo acompaña.
Después en Mérida, donde cursa estudios superiores en el Colegio
Seminario del Sagrado Corazón de Jesús, dirigido por el Pbro. Doctor José Clemente Mejía».
Su vida universitaria continúa en Mérida, el joven estudiante de clara inteligencia continúa sus estudios en la Universidad Real y Pontificia de San Buenaventura, hoy Universidad de Los
Andes, madre gloriosa de varones esclarecidos, para recibir lecciones, como expresa de Monseñor Cardozo, del Doctor Caracciolo Parra, del Dr. J.N. Monzant, teólogo, canonista y abogado; Dr. Tulio Febres Cordero, castizo, escritor y otros que forjaron el entendimiento del joven Mejía con el caudal de conocimientos que más tarde brindaría a las generaciones de su tiempo.
Por razones adversas a la época los jóvenes Seminaristas de Mérida tuvieron que emigrar a la isla de Curazao, donde Mons. Doctor Antonio Ramón Silva trasladó el Seminario y lo puso bajo la dirección de los Padres Dominicos. Pasada la tempestad que los obligó a viajar a tierra extranjera, regresa junto a sus compañeros el brillante estudiante, con la frente muy alta y el corazón curtido de virtud sembrada por los Padres Dominicos en el corazón de los jóvenes.

 

Colmó la sed del espíritu

 

En el mes de la Virgen del Rosario, mes privilegiado para el futuro sacerdote. El 13 de octubre de 1901 Mons. Mejía recibe el Sacramento de la Ordenación Sacerdotal, pero el 20 del mismo mes en el pueblo del Momboy se produce con la suave tierna emoción del paisaje, acunado en el sitio más bello del Estado, celebra su primera misa con toda solemnidad. De las alturas bajaban los fieles, lo mismo que de las cercanías, montañas hermosas que sobrecogen el ánimo y colman la sed del espíritu. La familia Mejía regocijada recibe las felicitaciones.
El primer ministerio lo ejerció en Betijoque, tenía que ser, la cuna del Sabio y del Santo. Allí, el Padre Mejía, templó su carácter bajo la dirección del Padre Izarra, que según Mons. Cardozo era manso como un niño y fuerte como un león cuando se trataba de defender los derechos inalienables de la Iglesia y los sagrados intereses de la Patria. Pero poco permaneció en Betijoque, donde dejó una estela de cariño, amistad y admiración, que todavía se conserva.

 

Cura y Vicario de Valera

 

Durante 23 años dirigió la Vicaria de Valera, ciudad a la que se dedicó en cuerpo y alma

Por orden del superior eclesiástico es nombrado Cura y Vicario de Valera, donde estuvo durante 23 años, aquí fue mentor y guía en toda obra de bienestar social intelectual y material.
En el año 1903 funda el Colegio Vargas. Este instituto pasa a ser del Estado, y así nace el Colegio Santo Tomás de Aquino. Fue en el mes de junio de 1905 cuando se abrían las puertas del nuevo Colegio colocado bajo el patrocinio del Angélico doctor de las escuelas Santo Tomás de Aquino, en este Colegio se formaron muchos hombres orgullo de la Patria.
La montaña es el escenario de su formación de ahí viene su carácter, ya que nunca deseó ser obispo, porque sabía la gran responsabilidad que pesa sobre los que llevan la mitra, portan el báculo y llevan la imagen de Cristo en el pecho.
Ya Obispo en momentos delicados para la Mitra decía: «La Mitra está disponible para cuando quieran, antes prefiero renunciar que quebrantar los sagrados deberes de mi episcopado».
Desde Caracas, el 25 de octubre, escribe su famosa Carta Pastora y en esa fecha nombra al Pbro. Adrián María Gómez, Procurador para que tome posesión de su Diócesis y el día 26 el Vicario General.

 

 

 

 

Mons. Mejía, como Obispo

 

El 14 de marzo llega a Ciudad Bolívar al borde de un vapor de la Compañía de Navegación. La ciudadanía en general lo recibe con júbilo, va de la cuna del General Nicolás Briceño a la cuna de la Gran Colombia, es sorprendente, deja la montaña y como primer objetivo en su programa de gobierno decreta la creación de un Seminario de intereses católicos. Sabía que la prensa es una verdadera misión y como dice el inmortal León XIII: «Entre los medios más aptos para defender la religión, ninguno en nuestro sentir más apropiado a la época que la prensa..»
Al llegar crea «La Nave» semanario cuyo primer número apareció el mes de marzo, diminuto en tamaño, pero grande en ideales, más tarde crea la «Gaceta Eclesiásticas» cuyo primer número apareció el 5 de octubre cinco meses más tarde, circuló por muchos años como un recuerdo a su fundador.
Como educador de generaciones a su llegada funda una escuela nocturna para varones sosteniéndola con la subvención que le asignó el Gobierno Nacional. Después en el año 1924 funda el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús y nombra como Director al Presbítero Rafael María Villasmil, sacerdote valerano de grata recordación. También funda el Instituto Particular con el nombre de «La Milagrosa» bajo la dirección de los Padres Paulinos, en el mismo año funda el orfanato Ciudad Bolívar y la Escuela Graduada y Gratuita con el mismo nombre. Por insinuación del Obispo las Hermanas Franciscanas fundan el Asilo de Ancianos «San Vicente de Paúl», lo mismo el Colegio Nuestra Señora de las Nieves, que tantos beneficios aporta a la sociedad bolivarense.

 

El 14 de marzo de 1924 llega al estado Bolívar para convertirse en su Obispo

 

El mes de las coincidencias

 

Coincidencia muy significativa en la vida de los hombres que, como Monseñor, hacen buen uso de los talentos de que nos habla el Evangelio. Fue siervo bueno y fiel.
El 13 de octubre de 1901 recibió la ordenación sacerdotal. El 20 del mismo año canta su Primera Misa. El 21 de octubre de 1923 es consagrado Obispo. El 15 de octubre de 1946 cae enfermo. El 8 de octubre de 1947 entrega su alma al Creador.

 

En la Valera de aquellos tiempos, solía reunir a los feligreses en la Plaza Araujo, hoy Plaza San Pedro.

 

Construyó los muros  de la naciente ciudad

 

Bien lo escribía Mario Briceño Iragorry en carta que desde Genova, Italia, a Monseñor Dámaso Cardozo en 1957 en referencia a Monseñor Mejía: “Mi querido Monseñor Cardozo: escribo aquí algunas reflexiones en torno a la labor de nuestro ilustre Maestro Monseñor Miguel Antonio Mejía; Artífice de almas, Valera lo vio construir los muros de la naciente ciudad. Desde el pulpito, donde admonitaba a los fieles; desde la esquina donde regañaba al policía arbitrario; desde la cátedra, donde habría camino a los hombres nuevos, él supo cumplir una misión excelente que le da derecho a considerarse tan fundador de Valera como la generosa Mercedes Díaz. Padre de un pueblo en sentido romano, él supo decir, sin que se le acusara de petulancia ciceroriana, que sus manos habían sido eficaces para la forja espiritual de la nueva y prometedora ciudad
Su palabra y su pluma estuvieron consagradas a enseñar. Monseñor Mejía poseía el don de enseñar, aún más de lo que sabía. Su palabra tenía virtud de aldaba para la apertura de las más sordas puertas. Su discurso era convincente, por elegante y parco; su consejo era rígido y certero, por inspirarse tanto en las razones del corazón como en las razones de la inteligencia.
Ha hecho muy bien usted en recoger las pastorales, los discursos, los ensayos y las columnas periodísticas del Maestro inolvidable. En el libro seguirá hablando con impetuosa voz magistral aquel que muchas veces se esforzó por cubrir con un gesto imperioso la desfalleciente dulzura del ánimo. Sabía Monseñor Mejía que en nuestro medio alcanzan poco favor los sistemas de la serena persuasión, y usó algunas veces del fortiter in modo, para que la justicia se abriera camino al amparo del vigor y de la autoridad de su palabra.
Monseñor Mejía. Amigo excelente, él dio siempre el rostro para ayudar al amigo en peligro. Sabía que la amistad es la versión social de la caridad y él era todo caridad. Estas líneas me han costado mucho escribirlas. Estoy aún débil y mi corazón está expuesto al cansancio. Lo saluda su afectísimo amigo, Mario Briceño Iragorry».

 

Rescatarlo del olvido

 

Hijos naturales y adoptivos de la sultana del Momboy, los educadores, las autoridades, los escolares, universitarios, y los ciudadanos de a pies de esta Valera no tienen con su nombre sino un Colegio y una estatua olvidada en el parque Los Ilustres. Esta estatua por cierto, se levantó por obra de don Luis Tagliaferro y de los valeranos de ayer. Los valeranos de hoy pedimos que se rescaten los valores, los sueños y la obra de Monseñor Mejía en las escuelas y así poder garantizar a través de los nuestro hijos un provenir más provechoso, útil y llenos de sabios y grandes conocimientos.
Monseñor Mejía, fue un gran sacerdote, un gran Obispo y un gran venezolano. En estos momentos, es necesario rescatarlo del profundo olvido donde lo hemos enterrado. Ideales como los de él, son requeridos con urgencia en nuestra ciudad.

Referencias: Dámaso Cardozo 1957, Miguel Antonio Mejía, Recopilación. Archivos Diario de Los Andes

 

 

Fue un hombre dedicado a la prosperidad de su gente, un don de educar que cumplió hasta el día de su muerte el 8 de octubre de 1947.

 

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