«¿El Gobierno qué quiere? ¿Que me quede en mi casa viendo cómo mis hijos se me mueren de hambre? ¡No señor! Yo me encomiendo a Dios y me vengo a pie desde Isnotú a Valera, a ver qué puedo vender, porque de hambre no voy a dejar morir a mis hijos».
Tulio Rangel es un trabajador de la economía informal. Llevaba el sustento a su hogar vendiendo artículos artesanales en Isnotú, pero a raíz de la cuarentena por el Covid-19 se traslada a Valera todos los días y con suerte vender algunas «ramas» para llevarle algo de comer a sus tres hijos y esposa.
Casos como estos abundan en Valera. Con preocupación ciudadanos de la urbe también observan una importante cantidad de personas aglomeradas en establecimientos comerciales donde venden comida.
«Aquí se ve más gente que antes de la cuarentena. Menos mal acá en Valera no se han reportado casos de Coronavirus, pero esto da miedo. Que Dios nos proteja porque aunque uno ve a la gente usando tapabocas, para mi eso no es suficiente», comenta Jazmín Abreu, una madre valerana que baja una vez a la semana al centro de la ciudad a comprar alimentos.
«Uno ve a Maduro hablar en la televisión, diciendo que ellos están garantizando la alimentación del pueblo. ¿En qué mundo vivirá ese señor? Tengo meses que no veo la caja del Clap, y a punta de lentejas no puedo vivir. La pensión no me alcanza para nada, hay que salir a resolver, no hay de otra», así lo reseña Regulo Contreras, habitante de la comunidad Simón Bolívar de Valera, quien añade que el cumplimiento de la cuarentena en la urbe de las Siete Colinas es un mito.