“Culo Negro” y su mundo solitario | Por: Oswaldo Manrique

En nuestros pueblos andinos, particularmente en La Puerta, encontramos a personas que destacan no por su obra resaltante en la vida pública, sino que son de baja condición económica o con rasgos, actitudes o formas de ser muy particulares, con poca o ninguna simpatía, que se van convirtiendo en personajes populares y hasta iconos de los mismos pueblos. Uno de ellos, fue el llamado “Culo Negro”, también llamado «el Chupando». Su nombre Rafael Araujo.

Con arreglo a la oralidad local, este personaje era muy serio, introvertido, retraído, huraño, seco en el trato, no acostumbraba a conversar con nadie, vivía su propio mundo y seguramente era feliz, porque no se quejaba ni andaba expresando aspectos de sus carencias o precarias condiciones económicas. Eso, al grupo de ociosos –que existe en todo pueblo-, le llamaba la atención, no para ayudarlo sino para molestarlo y hacer bromas, de él. Se puede observar en la grafica, un cuadro de “Culo Negro”, colección de Julián Briceño, elaborado al óleo sobre tela por el pintor Régulo Briceño, los rasgos hoscos y la colorida vestimenta del personaje.

Refieren en el pueblo los mayores, que “Culo Negro” hacía camino al andar, con sus pocas posesiones materiales en los bolsillos del pantalón y viviendo su ermitaño, mágico y asceta mundo. Sus trillos o ruta personal: La Mesa-Timotes-La Puerta-Timotes. Diaria e incesantemente caminaba por las calles Sucre, Bolívar y la Páez de nuestra población, en cuyas esquinas acostumbraba a hacer sus correspondientes paradas cargadas de mutismo y calma, luego se podía detener gran parte del día en la plaza Bolívar y en distintos parajes de La Puerta, pendiente en su silencio y su paso, de localizar a quien osara llamarlo por su desagradable remoquete, lo que demostró que tenía conciencia de ese feo apodo.

Era una persona muy arisca, no socializaba, al parecer era oriundo de La Mesa de Esnujaque, pero se la pasaba en La Puerta. Se caracterizaba porque se ataviaba con más de lo normal, con 3 o 4 sombreros, uno encima del otro, y se ponía dos pantalones o dos fluses y sin camisa, otras veces, usaba hasta dos y tres camisas. Su manera de deambular lo equiparaba a un filósofo griego. Tocaba un pito de carruzo, embelesado por su sonido como transportado a la fábula universal. Los eternos e infaltables jodedores del pueblo, particularmente los de la “esquina caliente”, la de la plaza donde Julián Briceño, y los de la Terraza Zulia, en La Hoyada, lo provocaban. Cuando alguno de estos intranquilos deseaba disgregar el grupo y lo veía, solo gritaba ¡Culo Negro! e inmediatamente el solitario personaje montando en cólera, buscaba piedras y emprendía con atestados lanzamientos al grupo; cuando estos corrían, él los perseguía hasta las mismas entradas de sus casas. A veces los pegaba.

El caminante “Culo Negro”, fue uno de los personajes populares más famosos de nuestra comarca. Era un hombre moreno, de piel curtida por el clima, con mucho e hirsuto pelo negro, frente muy arrugada, de mediana estatura, vestía pantalón de kaki y saco o paltó de colores y a cuadros, calzaba botas y normalmente andaba barbudo. Dormía en los trapiches, otras veces, en la casa de un hermano residenciado en Valeralta. Cuando estaba en sus cabales, vendía zapallos, ramas, hortalizas que ofrecía a las familias de la comarca. La razón o el motivo que le pusieran ese cognomento a su vida, se desconoce. No se sabe, si fue porque no se encontraba a gusto en ningún sitio, o porque siempre andaba silencioso, desarreglado y perturbado, o porque alguna vez tuvo dinero y lo despilfarró en corto tiempo; el asunto es, que siempre se le llamó y se le conoció como “Culo Negro”. No se dejaba sacar fotografías, ni entrevistar, ni conversaba con ninguno, tampoco se supo su verdadera historia de vida. Lo cierto es, que un día lo vio el pintor de La Mesa de Esnujaque, Régulo Briceño, en Timotes, y lo llamó, le pidió que se dejara pintar por él, pero se negaba. Luego de entablar una extraviada conversación con él, lo convenció a cambio de una cuarterita de sanjonero y logró su cometido, pintó al singular personaje, cuyo cuadro hoy compartimos con esta nota.

El retrato, quizás el único que exista del personaje, lo conserva Julián Briceño en la Bodega El Campesino, en La Puerta, quien nos permitió fotografiarlo. Tanto el personaje de carácter popular, que hizo vida en la segunda mitad del siglo XX en nuestra parroquia, como el cuadro al óleo elaborado por el pintor Régulo Briceño, que se ha hecho famoso por sus obras de gran valor pictórico, forman parte de nuestro patrimonio cultural, que bien merece ser reseñado.

 

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