Cuarentena: seis meses después

Con pésimos servicios públicos, una economía que dolariza todo menos los sueldos, y fuentes de trabajo limitados, el trujillano "hace de tripas corazones" para sobrevivir en eun país donde la pandemia del Covid-19 vino a complicar aún más la crisis que ya vivía Venezuela

«Muérete en casa». Esta expresión se ha vuelto común entre los trujillanos cuando se refieren a la cuarentena «voluntaria» para prevenir la masificación de contagios de Covid-19.

Muchas cosas han cambiado desde aquel 13 de marzo de 2020, cuando el gobernante Nicolás Maduro instauró en el país a partir del lunes 16 de marzo  el confinamiento social usando como argumento la pandemia del Coronavirus.

DÓLAR PARELELO SIN FRENO

Para esa fecha, el galopante dólar paralelo (que incide en el costo de los alimentos) superaba ligeramente los 80 mil bolívares. A la fecha de redacción de este texto periodístico el llamado «verde» ya era superior a los 370 mil bolívares.

Bastante atrás se han quedado los llamados «bonos» que otorga el chavismo por el sistema Patria. En marzo de 2020 rondaban los 500 mil bolívares. En la actualidad ese monto es de mil 500 bolívares.

 

SUELDO MÍNIMO DE HAMBRE

Quienes dependen del insignificante sueldo mínimo en Venezuela tienen más cuesta arriba sobrevivir en tiempos de pandemia. Su ingreso mensual sólo puede cubrir – cuanto mucho – un kilo de queso. Y ni hablar de los pensionados que «mágicamente sobreviven» con 400 mil bolívares al mes.

LA GASOLINA, UN NEGOCIO MILITAR

Cuando se implementó la cuarentena hace seis meses los venezolanos mostraban molestia ante la escasez de gasolina la cual «cancelaban» de manera subsidiaria. A la fecha se quejan del «negocio que tienen los militares» con el combustible, porque aún cuando sigue estando escaso, muchos deben pagarlo en dólares a los castrenses incluso en las estaciones de servicio donde no está habilitada ésta modalidad.

 

EL GAS, UN GRAN DOLOR DE CABEZA

El gas doméstico se ha convertido en uno de los grandes dolores de cabeza de los trujillanos, quienes de manera obligada han optado por hacer fogones improvisados. El gobernante Rangel Silva ha usado como respuesta ante esta exigencia: «el país no está produciendo gas para cubrir la demanda».

Mientras, el ciudadano usa como alternativa cocinas eléctricas, eso cuando el suministro de electricidad se lo permite. Otros construyen cocinas a gasoil artesanal, y hacen cola para comprar este combustible.

 

SIN AGUA PARA LAVARSE LAS MANOS

La campaña gubernamental de quedarse en casa para prevenir más contagios de Covid-19 es traducida por los trujillanos como «muérete en casa», porque sumado a los limitados ingresos, mantener el aseo en el hogar es todo un desafío. Muchas comunidades no tienen agua ni para lavarse las manos.

 

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ESTÁN SUFRIENDO

Son tantas las calamidades del trujillano que denotan una crisis sistemática implacable contra los más vulnerables. Hay quienes incluso le han perdido el miedo al virus e incumplen el distanciamiento social, porque más temor le tienen al hambre.

Se queda corto cualquier adjetivo para calificar el sufrimiento de los trujillanos. Un artista mexicano compartió un texto (atribuido a una anciana curandera) que podemos adaptar a la cruda realidad que nos envuelve.

Al trujillano no le duele su espalda, le duele la carga inclemente del día a día. No le duele los ojos, le duele las injusticias. No le duele la cabeza, le duele los pensamientos de incertidumbre y desesperación. No le duele su garganta, le duele lo que no se expresa y los invisibiliza. A pesar del hambre a muchos no les duele el estómago, les duele lo que el alma no digiere, sobre todo la indiferencia de quienes pueden ayudar. Y por último, no les duele el hígado, les duele la ira contenida que amenaza con explotar.

 


Por: Alexander González

IG: @AlexGonzalezDigital

Fotos: Henner Vieras

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