Las consecuencias de carácter social y económico, sobrevenidas de la asfixia presupuestaria impuesta desde 2008 por la gestión presidencial pasada y, sobredimensionadas de manera nefasta con el actual régimen en Venezuela, han visto en el ámbito universitario un espacio para la paulatina destrucción de la calidad de vida de profesores, empleados y obreros, así como la aniquilación de la funcionalidad de sus espacios académicos, de investigación y estructura tecnológica.
Esta realidad se ha hecho incidental en el desarrollo de las políticas universitaria de formación de sus estudiante, quienes –muchos de ellos- junto a un gran número de miembros de la comunidad universitaria han hecho filas en el espeluznante fenómeno de la Diáspora. Los estudiantes cuya tenacidad, necesidad y aspiración les hace permanecer atentos a su formación, no son ajenos a las crudas circunstancias que igual les afecta.
Hoy día arrastramos además de la galopante inflación, una pandemia que se ha levantado como un pieza más que alimenta miserias y mayor angustia, dado también la inexistente asistencia del servicio de salud médica. Así, muchos otros elementos que, como un bucle de penurias, se entretejen en el día a día de los universitarios que permanecen sobreviviendo en tierra venezolana.
El término de indigencia, prevalece con tanta fuerza pues el poder adquisitivo de profesores y trabajadores universitarios es el más bajo de Latinomérica –incluyendo Cuba- y casi todo el orbe mundial. Es así como una pregunta resuena a cada momento en la cabeza del desvalido universitario ¿Cuánto dinero necesitamos para poder salir de la indigencia?
El siguiente enlace (ula) ofrece una radiografía de apreciaciones y datos sobre lo proyectado en cuanto a salario requerido en los actuales momentos que permitiría emerger del estado de pobreza y recuperar de cierta manera algo de la calidad de vida arrebatada y tan ansiada por todos. Es un trabajo elaborado por el rector de la Universidad de Los Andes, Mario Bonucci Rossini, como un aporte a la discusión de los actores universitarios, gremios, políticos y ciudadanía en general. (Danilo Figueroa /Prensa ULA)