Cuando lo trágico se fusiona con lo ridículo

 

El filósofo griego Platón (427-347 A. de C.) en su obra ‘Leyes’ dice: “Es imposible entender el lado serio de las cosas en aislamiento de su aspecto ridículo” (sección 7.816e). Eso frecuentemente se cumple en la realidad. La obra ‘El Tartufo’ (1664) del comediógrafo francés Moliere (1622-1673) retrata algo sorprendente: Hay personas que idealizan a un grandísimo impostor, aunque se comporte claramente como un impostor, mientras otras personas lo detectan rápidamente. Veamos parte de la obra.

Orgon es un hombre adinerado que conoció a Tartufo cuando era un indigente y lo aloja en su casa. Tartufo aparenta que es muy piadoso y beato, y de inmediato se pone a criticar y sermonear a todos desde una óptica ‘moralista’, y lógicamente se gana la antipatía de varios familiares de Orgon, y sobre todo de Dorina, que es la doncella de Mariana, hija de Orgon. Dorina es muy perspicaz y continuamente se dedica a desenmascarar la hipocresía de Tartufo, pero Orgon y su madre, Madame Pernelle, están cegados e idealizan a Tartufo. Dorina dice que Orgon “quiere a Tartufo cien veces más que a su madre, a sus hijos y a su esposa” (Acto I, Escena II). Orgon se va de viaje y al regresar pregunta a Dorina por las novedades. Dorina le dice que su esposa Elmira ha estado enferma, pero Orgon sólo se interesa por Tartufo y pregunta: “¿Y Tartufo?” y Dorina le responde: “Está muy bien. Gordo, saludable y sonrosado”. Entonces Orgon dice: “¡Pobre hombre!”. Dorina continúa contándole que Elmira no pudo comer, pero Orgon vuelve a preguntar: “¿Y Tartufo?” y Dorina le responde: “se comió piadosamente dos perdices y la mitad de un carnero” y Orgon dice: “¡Pobre hombre!” (Acto I, Escena V). El diálogo continúa por el estilo. En realidad Tartufo se da la gran vida, pero aparenta que es muy ‘humilde’ y Orgonestá tan manipulado que llega a decir: “Tartufo me enseña a liberarme de las ataduras humanas […] y no me importaría nada ver morir a hermanos, hijos, madre y esposa” (Acto I, EscenaVI). Mariana está comprometida con Valerio, pero Orgon se empeña en que ella debe casarse con Tartufo, lo cual es una tragedia para ella. Tanto Orgon, como su madre Madame Pernelle, están convencidos ciegamente de que en su familia odian injustamente a Tartufo a pesar de que es un ‘santo devoto’. Pero Tartufo es osado y carece de escrúpulos, y trata de abordar amorosamente a Elmira que lo rechaza. Sin embargo, Damis, hijo de Orgon, ha observado todo desde un escondite y le cuenta a su padre, que no le cree, se encoleriza y expulsa a su hijo de la casa. Orgon está tan fanatizado que le dona a Tartufo todas sus propiedades, incluyendo la casa. Entonces Elmira concibe un plan para que Orgon se convenza de que Tartufo es un impostor. Le dice a Orgon que se esconda debajo de la mesa y llama a Tartufo y le aparenta que ha cambiado de parecer y acepta sus propuestas amorosas. Entonces Tartufo le dice que ella le debe dar pruebas de su amor. Elmira le pide a Tartufo que abra un poco la puerta y mire si Orgon está cerca pero Tartufo le dice: “¿Por qué debemos cuidarnos de Orgon?….Él es un hombre que uno puede conducir como si fuera un borrego. Está encantado con la asociación conmigo. Yo lo he llevado al extremo de que aunque él viera todo con sus propios ojos, él no lo creería” (Acto IV, Escena V). Luego Orgon sale de su escondite y decepcionado le dice a Tartufo que se vaya de la casa, pero Tartufo le riposta agresivamente que ahora él es el dueño de la casa y que el que tiene que irse es Orgon. Cuando Orgon  le cuenta todo a su madre ella se niega rotundamente a creerle. Después de ver esta obra, resulta obvio que cuando unos Tartufos disfrazados de ‘revolucionarios socialistas’ destruyen un país eso es algo terriblemente trágico. Pero cuando hay ciudadanos que se dejan manipular como borregos y llegan a idealizar a esos Tartufos, eso es ridículo y risible.

ernestorodri49@gmail.com

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