Cuando en La Puerta, cayeron peces del cielo / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

 

Estábamos rodeados por aquel manto blanquecino y frío, de lo que sólo se escapaba la vieja y cálida cocina. Era el momento de sacar del viejo cajón de la conciencia familiar, los recuerdos, que cuando los contaban nuestros mayores, nos trasladaba al momento de su ocurrencia.

De los que estábamos sentados alrededor del fogón, mirándola, ninguno se atrevió a decir alguna palabra, ni a interrumpirla.

 

 

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Esto que les voy a relatar y que pareciera un hecho mágico o producto de la imaginación o fantasía, ocurrió y forma parte de la memoria colectiva puertense.

Quienes dijeron en aquella época, que fue un hecho portentoso, fueron los que participaron en el despojo de tierras a los indígenas; otros, que lo vivieron y comentaron, pensaron que era un castigo de Dios, por ser pecadores, y los más escépticos, que el singular acontecimiento, fue un torbellino, un hecho natural sin causa, un fenómeno de la misma naturaleza y lo llamaron Cuando cayeron los peces del cielo.

 

 

El hecho, evento, suceso, experiencia o fenómeno

 

 

Alguno podría considerar esto, como algo meramente superficial y quizás cargado de misticismo, sin embargo, el hecho en sí fuera lo que fuere, causó asombro y temor en las personas, quedando tensas, convulsionadas muscularmente y algunas quedaron sin poder pronunciar palabra alguna, suceso que se mantuvo por muchos años en la memoria de la comarca. Un día de mayo de los primeros años 40, posterior al festejo de San Isidro, apareció una nube gruesa oscura, que se posó sobre los campos y montañas, adelantando la noche, entristeciendo el paisaje que parecía, iba a repetir la noche larga de la princesa de Dorocoke. La oscuridad que mostraba “Los Aposentos”, anunciaba que el día sería de lluvia pareja. Luego fue el rumor fragoso y confuso que llegaba a los oídos de nuestros abuelos, se acercaba la llovezón por los lados de Comboquito y Quebrada Seca, bajando por el camino real. Seguido y sin dejar usar el cielo, avanzando como en una marejada incontenible la tronazón y los rayos hasta acabar con el silencio, la serenidad y la tranquilidad nostálgica, que nos contó la abuela María Guadalupe de Rivas. El escándalo en las láminas de zinc y las goteras de los techos de fajina de las casas, así como la galopa temerosa sobre el charquero de las calles, fue grande. Y, de pronto, se escuchó el grito de una voz desgarradora:

-¡Virgen Santa, la crecida del cielo! Ese día, desapareció hasta el humo azul de los fogones.

 

 

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Los que transitaban por la calle real y los que pasaban cerca de los canales, se persignaron, porque de pronto fue tan fuerte y estruendoso el trueno, que lo sintieron en las propias palmas de los pies, y hasta << hizo aullar a los perros, y a los gatos refugiarse en las cenizas del fogón, y a las señoras recordar las palmas benditas, pues casi habían olvidado, tras el largo verano, el rayo y la lluvia. Empezó a llover con tal exceso que parecía que toda el agua retenida en algún remoto lugar, venía ahora implacable a castigar nuestro olvido>>; asi lo contaron.

El dueño de la finca “San Isidro”, cerca de donde hoy está La Flecha, el señor Daniel González, con asombro y temor, le avisó al hacendado José Rafael Abreu, quien vivía en la calle 9, de un fenómeno del que no pudo determinar su causa, natural o castigo, de lo asustado que estaba el hombre, pensó que era algo espiritual. Esto lo explicó en uno de sus relatos, nuestro maestro en la universidad, Dr. Alirio Abreu, hijo de aquel Abreu, en la siguiente forma: <<El señor Daniel González, a quien sorprendió el aguacero en el camino, dijo a mi padre que con la lluvia habían caído peces y otros animales del mar. Corrimos a ver y más arriba del Calvario saltaban en los charcos peces rojos, dorado, plateado, caballitos y estrellas del mar… El río se llenó de peces que nadaban, saltaban y los caballitos del mar se escondían entre los juncos y la hierbabuena>>. (Alirio Abreu Burelli. Los días de la infancia. Relatos. pág. 27. La Puerta. 2007). Varios niños, con su espontánea acción y agrado, tomaban los peces y los llevaban al río, hasta tempranas horas de la noche. Un extraordinario espectáculo tierra, aire y agua, teniendo como protagonistas vertebrados acuáticos, y para el temeroso informante, especies del mar.

El mismo Abreu,  agregó: <<Llovió toda la noche, el río creció y al día siguiente no pudimos entrar en él porque estaba colmado con los pequeños visitantes marinos>>. Un auténtico desfile de peces, en el altivo y espumante río Bomboy, de uno de los pueblos de la Cordillera de La Culata, desprendimiento de la Sierra Nevada, a más de 1.780 msnm.

 

 

El sorprendente torbellino en “El Calvario”

 

 

La enorme cruz de madera hecha por el ingenio de Matías González, simplemente presenció en silencio aquel torbellino de agua, aire y peces.

El Dr. Alirio Abreu, quien vivió aquel hecho curioso y extraño, escribió una crónica, en 1950, estando en San Cristóbal, en la que, relató: <<En la tarde se oscureció el cielo; tuvimos miedo y regresamos a la casa y desde allí pudimos ver al torbellino que se llevó el río hasta las nubes y con él se fueron todos los peces y los caballitos y las estrellas del mar>> (Abreu, 27); sin duda, algo maravilloso.

 

 

Como siempre, en la vida, llueve y escampa

 

 

En su sofisticada prosa, el Maestro Abreu, dejó la descripción del feliz ocaso del hecho, <<El cauce del río quedó seco y sólo parecía un pequeño camino entre el césped humedecido… crecieron los manantiales con las lluvias de esos días, brotó el agua y volvió nuestro río con su tímido canto a deslizarse entre los sauces y las flores de ilusión, y las aguas lanzaron al cielo un arcoíris con el cual el río pregonaba su alegría>> (Abreu, Alirio. Los días de la infancia. Pág. 27. 2007); alegría, que sólo duraría hasta la década de los 80 del siglo pasado, cuando comenzó a ser intervenido por los inescrupulosos negociantes de tierras y viviendas, ante la mirada cómplice de los funcionarios de gobierno.

Alirio Alfonso Abreu Burelli, nació en La Puerta, el 10 de mayo de 1933. En 1940, estudió en la escuela de primeras letras que regentaba su padre José Rafael Abreu. Cursó estudios en la ULA, entre 1952-1957. Poeta, músico, escritor, magistrado, educador, es una de las más destacadas personalidades puertenses.

 

 

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Para que no se pierda en la desmemoria. Este episodio, evento, suceso, experiencia, fenómeno o como se le quiera llamar, que se acurrucaba en la memoria de nuestros abuelos, así como, ocurrió con el espantoso terremoto de los años 50, que abrió la tierra y la montaña, desvió quebradas y modificó el relieve del Páramo y del Valle de La Puerta, son dignos de que los conozcan las nuevas generaciones de puertenses, como parte de su historia y de su identidad.

 

 

 

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