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Cuando a Don Benigno y a José Gregorio Hernández, se les amargó el café, 1880 / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

por Oswaldo Manrique
27/07/2025
Reading Time: 11 mins read
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Cuando la niebla cedía el paso en Escuque, Isnotú y Betijoque, los aromas de los cafetales, se cruzaban en el aire con los que brotaban de las cañas dulces de estos pueblos entre montañas, donde José Gregorio pudo disfrutar desde su niñez, imperecederos recuerdos de paseos por los fascinantes cafetales de la familia. Siempre dispuesto a acompañar a su padre, montados en dóciles bestias, atravesando pantanos y penetrando bosques, en busca de las aventuras de las tierras de cultivo.

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En el ciclo de migraciones internas que tuvo el país, durante la segunda mitad del siglo XIX, hubo un hombre desplazado hacia las tierras cordilleranas, que sorprenderá al imprimir una huella elevada e imperecedera en un pequeño pueblo andino: Isnotú, en el estado Trujillo de Venezuela. Su nombre: Benigno María Hernández Manzaneda, quien supo establecerse como productor del campo y comerciante, como buen ciudadano, que, apartando el hecho significativo de ser el padre del Santo José Gregorio Hernández Cisneros, una de sus cualidades principales fue su espíritu emprendedor en un lugar y tiempo sumamente difíciles.

Con Don Benigno, supo José Gregorio cuándo y cómo se iniciaba la siembra; o el tiempo de cosecha donde participa gente del pueblo, y conoció y pudo arrancar de la mata, en fruta y probarlo; o ver el proceso de descerezar el grano, así como, el lento secado en los patios por los peones, y en fin,  sacar café. Con su tía María Luisa, que vio por él, a raíz de la muerte de la madre Doña Josefa Antonia Cisneros, pudo aprender  el tostarlo y ayudar a molerlo, y seguramente, escuchar y ver la ternura con que ella le explicaba cómo se convierte ese grano oscuro y seco, en una bebida cálida, de rico aroma, que despertaba y ponía de buen humor al que lo toma, y al mismo hogar familiar, donde se sentían orgullosos de su producto. Fue la primaria forma en que José Gregorio, comenzó a sentir interés por el café.

La amplia casa de los Hernández, estaba tan bien ubicada que el frente del negocio “La Gran Parada”, daba con 4 puertas a la Calle Principal, y el fondo llegaba hasta la Segunda Calle de Isnotú. Las familias andinas, siempre son reservadas en el comentario sobre problemas principales, pero en lo interno, se franquean, hablan, comentan y toman decisiones. En 1880, para los cafetaleros, la caída de los precios del producto en el mercado internacional, obligatoriamente los llevaba a conversar, tema obligado por las incidencias y recortes de los gastos domésticos. ¿Qué podía impedir que los hermanos Hernández, con bastantes años de vida, conversaran.  Benigno, revisaba unos papeles, sacando cuentas, andaba con el ceño fruncido, mientras su hermana María Luisa, lo observa.

–         Hermanito, ¿por qué tenés esa cara? Parecés un limón estrujado. ¿Es por lo de los precios del café? Don Benigno, respira hondo y se quita los anteojos.

–         María Luisa, ¿recuerdas aquella vez que te dije que el café eran morocotas  molidas? Pues ahora es… ¡cují molido! O peor, ¡cují que tenemos que pagar por sacar de la tierra!

–         ¡Pero si el año pasado estábamos tan contentos! Decías que estábamos nadando en café, que tendríamos más cobritos. ¿Qué pasó? ¿Se ahogaron las morocotas en el Mediterráneo? Preguntó su jovial y leal hermana.

Don  Benigno pasó la mano por su delgado bigote, piensa unos segundos y le responde:

–         Ah, Hermanita… Es que a finales de los setenta, la gente se volvió loca. Pensaron que el mundo entero iba a desayunar café con lingotes, ¡así que todo el mundo se puso a sembrar café!

–         ¿Y eso es malo? Más café son más cobres, ¿no? Don Benigno sonríe con su angustia y le explica:

–         ¡Eso era lo que esperábamos! Pero hoy, en los depósitos de los países compradores hay tanto café que parece que lo están usando para rellenar almohadas, ¡no para beber! Se sembró tanto que ahora sobra en Brasil y sobra en Colombia. ¡Y para colmo los europeos y norteamericanos no están bebiendo café al ritmo de nuestra producción! María Luisa, es como si se hubieran puesto todos de acuerdo para pasarse al té con chocolate.

–         ¿Entonces vamos a tener que negociarlo por lo que cueste el saco? Le soltó la decidida María Luisa. Don Benigno:

–         ¡Si es que nos pagan el saco! El año pasado ya estábamos «postrados por la falta de brazos y la baja de los frutos», ¡y ahora esto es el remate! Si esto sigue así, vamos a tener que cambiar el letrero de “La Gran Parada» por «Finca El Gran Cujizal»… ¡a ver si los sacos de cují dan más! María Luisa, frotándose la cara:

–         Pero Benigno, ¿y si inventamos algo? ¿Un café que te despabile más? ¿O un café que el aroma se sienta a leguas? ¡Así la gente lo compraría más! Don Benigno la mira, y por primera vez, una pequeña sonrisa asoma en su rostro.

–         ¡María Luisa, a veces dices unas cosas… ¡ Ahora, ve a ver si las gallinas pusieron, que si el café no da para comer, ¡al menos tengamos yemitas!  

Don Benigno sacude la cabeza, aún con una sonrisa, y regresa a sus papeles, resignado, pero con un poco de esperanza. Ante esta adversidad, María Luisa no dejó de orar por todos, frente al sagrado altar de sus Santos.
 

 

Isnotú la tierra del nuevo comienzo

 

 

En aquella Venezuela de violentas volteretas multicolores, la historia de los hombres, fue guiada básicamente por los caudillos locales y nacionales. Templado y apacible, Benigno María Hernández Manzaneda, supo establecerse en un lugar, donde la labor económica se centraba en la producción agraria,  y teniendo capacidad para contratar, del mismo modo hizo del comercio su profesión habitual, como lo establecían las antiguas leyes y las costumbres mercantiles. Llegó cargado de sueños y aspiraciones, junto con su novia Josefa Antonia Cisneros, y con su solidaria hermana María Luisa Hernández Manzaneda.

El pintoresco pueblo de Isnotú, está asentado en una pequeña meseta, con unas 160 casas, pero sus campos aledaños, están muy poblados y hay movimiento agrícola y varios ingenios, sin embargo, como sitio de paso y de alojamiento para comerciantes, viajeros y arrieros, fue para los Hernández, su punto de apoyo económico, al llegar en la década de los 60 del siglo XIX. Como parroquia civil fue erigida en 1867; <<pero fue fundado el pueblo a fines del siglo XVIII>> (Briceño Valero, 101). El origen del nombre, es indígena; tiene mucha similitud con el vocablo timoto, Isnabús, que significa: tus cenizas; sitio cercano a La Lagunita de La Puerta.

Don Benigno se fue haciendo de un círculo de amigos en Boconó, Trujillo y en su Departamento Betijoque, al que pertenecía Isnotú (Municipio Libertad). Cuando va a Betijoque, se reúne con ellos para discutir acerca de la situación política nacional, estaba en un feudo del liberalismo conservador, un heterogéneo y complejo campo de pensamientos y acciones, pero principalmente para comentar las informaciones de carácter económico y del café, sus cotizaciones en los países europeos.  Era obligatorio conocer al viejo general Don Joaquín Gabaldón “Ño Foaquin”, que era comerciante, militar, político  y productor cafetalero, quien se interesaba en estar bien informado sobre este tema.

 

 

Migrando de Pedraza a Trujillo, ante la arremetida de Martín Espinoza y la Revolución Federalista. Isnotú

 

 

Estando en la provincia de Barinas, que conoció a profundidad, la situación social era de una miseria muy amplia donde los peones hambrientos y semidesnudos vagaban sin ocupación fija y no percibían salario en dinero efectivo, por lo que se endeudaban con los amos y las deudas era la herencia para los hijos o para los padres o de abuelos a nietos. Se habían planteado que ese problema solamente tenía solución si se hacía efectivo el programa de tierras y hombres libres que impulsaba el general Zamora.

La inseguridad, el despojo de bienes y las atrocidades de los caudillos locales, escudados en la campaña campesina y federal comandada por Ezequiel Zamora, fueron exacerbados. Uno de esos caudillos, fue Martín Espinoza, a quien el mismo Zamora, le tocó perseguir y someter a la justicia.

En 1859, según lo expresa el historiador Arturo Cardozo en “Proceso de la Historia de los Andes”, <<la oligarquía territorial, fuerte en recursos humanos y económicos se atrinchera en los farallones y consolida a lo largo del macizo andino una línea de combate contra la que se estrellan las “incursiones llaneras” de los liberales>>. Pero, además de eso, estaba en riesgo, una de las necesidades mas sentidas de los andinos, su catolicismo, por lo que el objetivo de los liberales de estructurar una sociedad laica ajena a la religión, no tiene oyentes en los Andes, tampoco habrá correligionarios de la Guerra Federal; este territorio se mantuvo  a la defensiva y logró avanzar en su producción agrícola y comercio, conservando las tradiciones religiosas y culturales.

Coinciden varios historiadores que, los padres de José Gregorio Hernández migran de Pedraza, estado Barinas, al estado Trujillo, evadiendo el acoso y la arremetida facinerosa del cacique de los federalistas Martín Espinoza. Benigno, su hermana María Luisa y su futura esposa, no compartían las ideas de la Revolución Federal, ni aquello de “oligarcas temblad”, ni “tierras y hombres libres”, que les anulaba la posibilidad del uso libre de los medios de producción y su derecho a tener patrimonio económico propio,  producto de su trabajo.

Los emprendedores: Benigno, era oriundo de  Boconó  y Josefa Antonia, su futura esposa, había nacido en la Villa de Pedraza, Barinas, son gente católica, de fe y  en su periplo de desplazados, van primero a Boconó, por poco tiempo, donde hay parientes de Benigno, y cuentan con el apoyo del general Inocencio Carvallo Durán,  jefe del liberalismo trujillano. Luego se dirigió a Isnotú, sitio en el que había cifrado realizar su proyecto familiar y el comercial. Un pueblo cuyo nombre indígena, lleva a sentir la fresca calidez del sitio, donde se ubica la casa solar del Dr. José Gregorio Hernández Cisneros. Asimismo, integran a María Luisa, hermana de Benigno, a ese proyecto.

 

 

 

Un golpe a su economía familiar, les amargó el café. El desplome de los precios del café, en 1880

 

 

A Benigno le fue bien con el café. Reconocido productor, tenía unos 50 años de edad y varias cosechas encima. Considera sus cafetales parte importante de sus ingresos económicos y patrimonio, lo que confirma en escrito fechado el 19 de octubre de 1874, cuando introdujo la declaración de sus bienes y los dejados en herencia por su fallecida esposa Josefa Antonia Cisneros, a repartir entre sus hijos, incluyendo a José Gregorio, y él (Benigno).

La economía trujillana entre 1870-1887, arroja datos interesantes acerca de la particularidad de su historia en relación con el País Nacional y con los Estados Andinos. Según el historiador Felipe  Colménter, el aumento de los precios del café en los mercados europeos, incidió ostensiblemente en este renglón. Un punto de inflexión se dio cuando entre 1870 y 1872, se incrementó en más del 25 % el valor de la tonelada, lo que derivó en un aumento de la producción en dicho lapso, de casi un 100 por ciento; esto lo estimulaba el Gobierno Nacional, porque acaparaba y gastaba los impuestos por estas exportaciones. Fue el café, el producto después de la caña de azúcar, de mayor significación en la economía regional, pero no de sus impuestos  <<ocupando los cafetales trujillanos una extensión  de 10.733 hectáreas, es decir, el 24,3 % de los suelos agrícolas>> (Colménter, 37). El cálculo de los constructores del Ferrocarril de La Ceiba, era que desde los Estados de la Cordillera,  pasaban anualmente 300 mil cargas o sea 600 mil quintales, entre el café y los demás frutos al Puerto de La Ceiba (El Trujillano. 20 de septiembre de 1880). Para 1875, el café, casi en su totalidad: 736.000 kilos, era exportado (Colménter, 37).  

Los negocios y actividades económicas de los Hernández, eran diversificados. La tienda de telas y otras mercaderías “La Gran Parada”, era prospera, así como, la posada que ocupaba parte de la amplia  <<casa de tapias techada con tejas dedicada al comercio, teniendo sus correspondientes armarios, mostradores y vidrieras, y otra casa a su fondo con sus correspondientes casa de cocina y caballeriza, todas techadas con palma, con un solar cercado de madera, en terreno propio y en el centro de la población>> (Pbro. José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com), contando con el salón de estar, el infaltable billar, alojamiento cómodo, y la buena mesa. Parte de las miles de cargas que transitaban desde la Cordillera, en mulas pararon ahí, y los arrieros se alojaron allí. Los caminos de Valera a Betijoque, eran fangosos e intransitables; los arrieros pasaban penurias, principalmente en los zanjones, cuando las mulas se volcaban en los lodazales, era Isnotú un punto idóneo para el descanso.

A pesar de eso, estos negocios, se complementaban con lo que se producía en sus tierras. La producción agrícola de Betijoque y Libertad (Isnotú), fue el  café, caña dulce, cacao, caraotas, yuca y pajas (Briceño Valero, 100). Don Benigno, declaró su viejo alambique, dentro del citado patrimonio hereditario, lo que indica que lo explotó y tuvo como medio de ingresos importantes; al mismo tiempo, nos induce a pensar que en una o varias de sus posesiones, tenia sembradíos de caña dulce. Para ese tiempo, la caña dulce y los alambiques, se convirtieron en una especie de salvación impositiva para los Distritos. Sí, tenia su alambique, que seguramente como otros, la  producción no bajaba de 100 litros, y su amigo “Ño Foaquin”, el legendario Coronel liberal, en 1884, tenia la concesión oficial de destilería y comercialización de bebidas alcohólicas, de Betijoque (Colménter, 57); de esta actividad, derivaban los impuestos de los Distritos, que iban a la educación y obras públicas.

 

 

*

 

 

Desde el año anterior (1879), se apreciaba la crisis económica, los productores de café, se sentían <<postrados por la falta de brazos y por la baja de los frutos>> (Cardozo, 187); y ahora, les vino el desplome de los precios de las exportaciones en el mercado internacional. Sobre las causas, un articulo de  L’Economist Francais, reproducido por el semanario El Trujillano, señala: <<En los años de 1870 a 1874, los precios de venta del café alcanzaron cotizaciones exorbitantes>> (El Trujillano. N° 275. Junio 10 de 1882). Eso produjo que se sembraran considerables extensiones de tierras con dicho rubro, considerando que aumentaría el consumo.

Las existencias de 1880 y 1881, en los depósitos de los países compradores aumentaron en 71 mil toneladas, mientras que el incremento del consumo fue de 23 mil toneladas. Frente a esa perspectiva, el mismo articulo aconseja que, <<Debe pues esperarse que esta desproporción entre el consumo y la producción de café se acentuara, y esto durante un período cuyo término es imposible prever desde ahora>> (Ídem). No varió mucho el panorama, en varios años.

Agregando, que la “Langosta”, estuvo presente exterminando las cosechas. Esto sin duda, incide en la fuente de ingresos familiar de los Hernández, que son propietarios de varios cafetales y fundos, en una época, en que el “arrendao” para los amos de la tierra, las “primicias” para las doñas y los “cariñitos” para los niños de los señores, tenía cierta significación en las relaciones sociales de producción.

Para Don Benigno, resultaba en aquellas circunstancias inimaginable quedarse como quieto observador, cumplía con pequeños pedidos de café, se equilibraba en las compras de la tienda y asimismo, se compadecía de sus trabajadores y recolectores ante la drástica reducción de los pedidos de café, y los autorizaba en algunos aspectos para el sostenimiento de sus familias. Si bien las razones económicas llevaban a pensar en otras alternativas y cultivos agrarios, no cambió a pesar de ese delicado tiempo.

Aparte de sus posesiones arrendadas como Cheregüé, destacan los prósperos cafetales de los Hernández Cisneros y el impacto en su economía y en la vida de Benigno y sus hijos, conformados por: <<una plantación de café valorada en 320, una plantación de café con su casa en La Abejita valorar en 320,…una plantación de café en el sitio denominada Zalaja valuada en 120>> (Pbro. José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com). Separadamente de esto, en su diversificado patrimonio fuente de los ingresos, don Benigno atendía negocios en Jajó, en nombre de la señora Juana Briceño, que lo obligaban a viajar por el viejo camino de La Puerta; había nombrado un apoderado, pero el 11 de julio de 1879, lo revocó (El Trujillano. N° 130. 4 agosto 1879). Tenía Isnotú (Municipio Libertad) 1.225 habitantes; La Puerta, 1.273 habitantes.

En 1882, mejoraron los precios del café, debido a la buena cotización del tipo “Suave” y al hundimiento del vapor Pliny, con 25 mil sacos de producto. José Gregorio, tiene 16 años de edad, reside y estudia en Caracas y dependía del beneficio o estipendio o dinero que le enviaba don Benigno, para sus gastos y manutención. Algo de preocupación tendría para estar informado de esa situación de los precios del café, lo que fácilmente podía obtener leyendo los ejemplares del Semanario El Trujillano, que el diputado Miguel Antonio La Riva, llevaría y ponía a disposición de los paisanos de la Colonia Trujillana en la Capital.

Esto, lo obligaba a estar atento a los altibajos económicos, como cuando pocos años después, sobrevino aquel bajón de ingresos, por la construcción del ferrocarril, que afectó su rentable negocio de posada para los viajeros y arrieros, así como, el alquiler de los arreos de mulas. Hasta en el famoso café trujillano, tuvo algo que ver el Sabio y futuro Santo.
 

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