Cerca de cumplir 96 de una juventud espléndida, con una frescura intelectual que se sentía en sus palabras y en su trabajo siempre nuevo, acaba de írsenos en París Carlos Cruz Diez sin ver cumplido su deseo de que la policromía suya que despide a los emigrantes en Maiquetía se convierta en símbolo del retorno a la patria de la esperanza.
Caraqueño con estudios de Artes Plásticas en su ciudad natal, empezó como caricaturista en La Esfera e ilustrador en Tricolor, la revista educativa dirigida a los niños. Fue profesor y director de arte en Creole, la compañía petrolera que nacionalizada en 1976 se convirtió en Lagoven, filial de Pdvsa. Empezó con el cinetismo y sin irse de él, fijó su residencia en el color. Un color que al dialogar con la geometría se independiza y dialoga contigo y así como te muestra el mundo a los venezolanos, le habla de nosotros al planeta entero.
En un aniversario de mi ciudad, en 1980, se inauguró su Monumento al Sol. Ochenta metros de diámetro y treinta y dos paneles en Las Trinitarias, encuentro entre las avenidas barquisimetanas Los Leones y Libertador. En el costado contrario, al Oeste, el crepúsculo y el obelisco, datos característicos de nuestra identidad. Al Este celebró el maestro al sol naciente, el del amanecer, con una escultura que apunta al futuro. Pasado el tiempo, pocos recordarán que en esas fechas estaban Luis Herrera, Carlos Zapata y Omar Montero al frente de los gobiernos nacional, regional y municipal, pero la obra del artista plástico venezolano y universal es uno de los símbolos de Barquisimeto, la promesa.
Cierto es que empezamos a querer nuestro país por la región. Ya lo dijo Rilke, la verdadera patria de un hombre es su infancia, pero este testimonio pueden darlo venezolanos de otros lugares. Van dos ejemplos. Los caraqueños por ese cortinaje magnífico que hizo Cruz Diez para que Don Andrés Bello contemplara sentado en su cátedra universitaria la fuente de la Plaza Venezuela, rodeado de niños que juegan y parejas jóvenes. Juan Guaidó ha escrito un hermoso homenaje a su memoria de la niñez guaireña ante los silos del puerto.
Uno le agradece al maestro Cruz Diez su obra inmensa que admiran públicos en museos y espacios abiertos de tantos países. Le agradece habernos mostrado lo que puede lograr el talento creativo venezolano cuando hay estudio, disciplina, trabajo. Le agradece, en fin, darnos tantos motivos para el orgullo de lo que somos y lo que podemos ser.