Crónicas callejeras | La limosna

Por Abdénago Viloria Vilorla

Esta semana volví a la cola a buscar la limosna que otros más alegres llaman pensión. Otra vez en el rebaño de centenares de menesterosos, de pordioseros bajo el sol reverberante de esta ciudad de nadie, que para aligerar un poco el cobro duermen frente al banco en cartones o en el suelo pelado. Les confieso sinceramente que me sentí vejado, como un miserable. Que por qué si eso me ofende no lo dejo, porque sencillamente sin esa limosna tendría que ir a rebuscar en la basura para no terminar de morirme de hambre. Pero eso nunca pasó en la aceptable democracia del puntofijismo, que todos en mal momento despreciamos. Apostamos por el engaño y perdimos.

Y lo que más encojona es que traten de hacernos creer con una burda y fastidiosa propaganda que da risa, que estamos en socialismo, que vivimos en el mejor país de! mundo, que somos felices a juro. ¡Yo te aviso, chirulí!

Como en la cola decía una señora embarazada y llena de várices: Me gustaría ver a  la combatiente Iris Valera durmiendo en la calle del banco para cobrar el puñito de cobres que nos tiran mensualmente. O a la súper ministra Delcy Rodríguez gastando zapatos en búsqueda de medicinas para alguien (que no sea su familiar, para que no digan que siembro odios). O a la esbelta Tibisay Lucena pateando bajo sol o lluvia porque no consigue buseta. O al elegante fiscal Tarek William Saab subido a las estacas de un camión, a estilo ganado, para ir a regalarnos sus optimistas discursos. Y no refiero al Presidente para mantener el respeto debido. Lo que si digo es que con lo que gasta en camisas y otras prendas, o en las tantas reuniones que encadena, muchos pobres se remediarían.

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