Crónica: Las vacaciones del joven José Gregorio Hernández en 1883 y el encanto indígena de La Puerta / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

 

 

En el año 1883, el joven universitario José Gregorio Hernández, residenciado en Caracas, decide ir a vacacionar a su pueblo, <<Isnotú a pasar unos días con su padre y sus demás familiares…el cordón umbilical telúrico lo llama. Haría entonces, a mediados del mes de agosto de 1883 una interesante pasantía de cariño en su lar nativo>> (Rafael Ramón Castellanos. El Milagroso Médico de los Pobres en Isnotú. Pág. 26. Ediciones La Vichú. Caracas. 1991), pero no se fue solo.

En su detallada semblanza del personaje, la investigadora María Matilde Suárez, recoge la trascendencia de la perfección, en su fase juvenil de quien posteriormente sería canonizado. <<En su juventud, José Gregorio Hernández era estudioso, de humor jovial y afable, tenía un carácter alegre y dulce; era gentil, servicial, abnegado, comprensivo, generoso, caritativo, sencillo, de juicio sereno>> (Suárez, 9).

Buen cultor de la amistad,  <<invitó a  tres de sus compañeros de la universidad, y llegaron a Betijoque». Según el cronista  don Tulio Montilla << allí demoró un par de días y hacia Isnotú hizo con sus invitados  y con un selecto grupo de jóvenes betijoqueños —alegres muchachas y mancebos discretos— el recorrido a pie como en un paseo más>> (Ídem); generoso y magnánimo compañero y amigo. Aun cuando no consta en fuente documentada, en el contexto, pudieron ser el Br. Pablo Acosta Ortiz, oriundo de Barquisimeto y el Br. Luis Vegas Sánchez, caraqueño, dos de los invitados amigos, contemporáneos y compañeros de estudios y de igual carrera profesional del Br. José Gregorio; no podemos excluir del recorrido a sus paisanos: Br. Jesús Peña Sánchez, pariente del futuro Beato; y el Br. Juan de Dios Villegas Ruiz, nativo de Betijoque, quizás el más destacado de los amigos de juventud y de estudios, a quien años después, graduado de médico, se le llamó Maestro de la Medicina y activo laico franciscano.

 

 

 

Los festejos del Centenario del Nacimiento de Simón Bolívar. En la exposición Nacional de Venezuela. La invitación

 

 

El gobierno del general Guzmán Blanco, organizó como parte de un plan de realce de la identidad nacional, el Centenario del Natalicio de Simón Bolívar, con eventos y festejos populares en todo el país. Un día a finales de julio, Hernández visita la exposición esperada.

 

Según el recordado historiador Arturo Cardozo, de los productos expuestos por los Andes, llamó <<la atención un aparato telegráfico construido por el señor José G. Villafañe h, un nivel de montaña ideado por R.M. Maldonado y un cuadro de pelo representando al Libertador, hecho por la señorita María J. Pulido>> (Cardozo, 203).

La Universidad de Caracas,  donde cursaba estudios José Gregorio Hernández, había prestado parte de su sede (hoy Palacio de las Academias), para que se utilizara como anexo del edificio de la Exposición Nacional. Los que estudiaban en ella, no perdieron la oportunidad de ver lo que por primera vez en la historia se exhibía en su conjunto, una muestra de la producción industrial y agropecuaria de todo el país.

 

En el alma juvenil siente el llamado alegre de volver a su tierra, <<Primeramente, ha invitado a tres compañeros de la universidad que ya ha comenzado a frecuentar y con ellos llega a Betijoque>> (Castellanos, Pág. 53). Fueron sus vacaciones como universitario de 1883.

 

 

 

En el mar, donde el tiempo libre se entrelazó con un alma elevada

 

 

 

A los pocos días, los jóvenes universitarios, con sus mudas bajaron a La Guaira, donde tomaron el barco y enrumbaron hacia el puerto de La Ceiba, para poder llegar a Sabana de Mendoza,  y luego a Isnotú.

En Caracas o donde estuviere leía para estar actualizado en todo lo relacionado con las investigaciones de las enfermedades más contagiosas en el mundo, buscaba las revistas cientificas europeas.

El tránsito por el mar, le dio tiempo suficiente para conversar entre  contertulios universitarios. Estaba muy reciente, pero era el tema científico del momento, el gran descubrimiento conocido escasos meses antes. Y,  pudo  haber comentado a uno de sus compañeros de estudio:

El compañero, algo reflexivo, luego de mirar un rato el sol, con las risas y bulla a su alrededor, como por la fuerza de un destello conclusivo,  le comentó:

 

José Gregorio, se mantuvo atento al campo de la medicina experimental y la microbiología, y varios años después de graduado de médico, mostró su inclinación por estos estudios. El investigador Contreras, lo califica de pionero en el área, y comenta un artículo de este, intitulado <<Nota preliminar acerca del tratamiento de la tuberculosis por el aceite de chaulmoogra>>, que fue publicado en 1918, por la Gaceta Médica de Caracas (Contreras, R. R. (2021). 

 

 

 

En el rehabilitado Puerto de La Ceiba. Sabana de Mendoza, Betijoque, Isnotú

 

 

 

Un vapor trasladó al puerto de La Ceiba a los jóvenes vacacionistas, alegres al ver la lenta y regia maniobra de los sudorosos y broncíneos trabajadores, para sujetar de proa a popa las gruesas amarras y fondear en el muelle  la embarcación en aquellas aguas hirvientes y olorosas. Pudieron llegar en el vapor “Uribante”, que llegaba con carga y pasajeros, con mucha más comodidad. A este muelle, también llegaba la goleta la “Trujillana” y los buques “Garibaldi”, “Zuliana” y “Maracaibera”, en la ruta Puerto Cabello – La Ceiba.

Bajaron de abordo los cuatro jóvenes universitarios pasajeros con rostros de altivez y contento, ante aquel paisaje ribereño, pleno por el Sol del día, se dirigen y cubren bajo la aduana portuaria.  Esperados por un sirviente de don Benigno, padre de José Gregorio, que les tenía bestias para el traslado y   llegar a su destino: Isnotú. Entusiastas, apuraron para subirse a las bestias.

El clima es cálido y el aroma es de vainilla silvestre que proviene de los bosques cercanos. En la marcha, vieron haciendas de caña y sus <<trapiches de madera movidos por bueyes, conucos y cementeras de maíz, pajales para los ganados y bestias de carga que van de tránsito, son las fundaciones que actualmente existen de Santa Polonia a El Horcón, así son las tierras>> (El Trujillano, 4 de octubre 1880. Informe del Ing. Severino Norza). Habían comenzado los trabajos de construcción y habían seleccionado y trazado las tierras que atravesaría el ferrocarril.

Con la fatiga que les produjo el viaje marino, pudieron observar la gran cantidad de algodón que <<se encuentra silvestre en las montañas; y en casi todas las casas de habitación, se cultiva la parra o uva de viñedo, cuya abundante producción se pierde por no haberse todavía en el país establecido la fabricación de vinos>> (Ídem). La libertad de ir sobre las mulas, dan chance de ver las pequeñas sabanas, los bosques, los palmares, que llevan a Sabana de Mendoza. De La Ceiba a ese punto, hay nueve leguas de distancia, la jornada en bestias es de mediodía.

Llegó José Gregorio con sus tres compañeros universitarios a Sabana de Mendoza, <<A pocas horas del pie de la Cordillera, es de clima  sano, el terreno es de aluvión, las tierras «están cultivadas con maíz y pajales>>; aquí se refrescarían e inmediatamente se dirigen a la próxima población.

En Betijoque, donde su padre tiene casa, se quedan dos días, es un pueblo que  <<está edificado sobre una pequeña mesa a la altura de 800 m sobre el nivel del lago de Maracaibo>> (Ídem), para llegar aquí, a Las Trincheras, que es como decir, la entrada histórica de Betijoque, en mula se tardan  mediodía. El camino principal de esta ciudad, es plano y da acceso al lar nativo de José Gregorio.

Se fueron en romería, cantando, echando chistes por esa travesía. Al son de pitos, tambores, tocando guitarra y flautas y llenos de regocijo varios muchachos y muchachas de Betijoque  que los acompañaron y los jóvenes visitantes anunciaban que llegaban con cierto cansancio y ansiosos al pueblo de Isnotú. De las casas, salían vecinos que fueron reconociendo al hijo de Don Benigno Hernández; alguno de sus ex compañeros de andanzas infantiles, de paseos, de fiestas, los saludaban y otros descubriéndose el sombrero como en señal de respeto al hijo de don Benigno. En fin, eran tiempos en que se podía transitar con tranquilidad por las calles, caminos y predios trujillanos, los caudillos no estaban desgranando balas, sino maíz.

 

 

La huella de Simón Bolívar, 1883, fue un año esperado en Trujillo, para festejar su nacimiento

 

 

A pesar de la división de los liberales por su inconformidad de seguir manteniendo a  los “Ponchos” conservadores, al frente del gobierno de Trujillo, el grupo liberal intransigente crecía  bajo el lema: “Guzmancista se es por cobarde o por ignorante. Guzmán es Dios para los perversos que no tienen Dios” (El Trujillano, 1880-1883. Pág. VI), pero los inconformes, son aplacados por el pacto hecho por el general Guzmán Blanco, Presidente de la República, y el caudillo regional general Juan Bautista Araujo, el  “León de la Cordillera”.  Así, continuó la vigencia de la paz negociada,  y pudo Trujillo celebrar aquel natalicio.

Todavía se lograba ver en la fachada el aviso “La Gran Parada”, guía para los viajeros y arrieros. Comercio y posada. Para este tiempo, ya don Benigno, participaba de la política de un grupo liberal, de los varios que existían, y hasta fue principal promotor de la candidatura del general Inocencio Carballo a Presidente del Estado Soberano, en la década de los años 70.

En la casa de la familia Hernández, ubicada en la Calle Real de Isnotú, a poco más de una legua de Betijoque y a 3 leguas de Valera, pudieron franquearse en conversación José Gregorio, quien ya había cumplido 18 años de edad,  y su padre.  Uno de los obligados temas, fue el relacionado con la posesión Cheregüé.

En honor al Padre de la Patria, se creó la “Aldea Bolívar” en el caserío Sabana Grande, en la que se incluiría bajo su jurisdicción la amplia posesión “Cheregüé”, propiedad de don Benigno Hernández, padre de José Gregorio Hernández. En documento judicial fechado el 19 de octubre de 1874, Don Benigno, luego de la muerte de su esposa da cuenta de los bienes a repartir, entre sus hijos y él, entre ellos: <<una posesión de tierras en Cheregüé valorada en 200 venezolanos>> (Pbro. José Magdaleno Alvarez. 2021. En: el guardiancatólico.blogspot.com). A  José Gregorio y a sus hermanos, les correspondió su cuota parte de propiedad en esta heredad.

Cierto, los Roncajolo, construían la Estación de El Horcón, una especie de terminal de carga y pasajeros adicional, para ponerla en funcionamiento el año siguiente, para descargar los productos que venían de la Cordillera y llevarlos al Puerto.

 

Por supuesto, que José Gregorio estaría encantado de llevar a sus amigos, a recorrer a caballo la “Aldea Bolívar” y las tierras de Cheregüé de Don Benigno Hernández y refrescarse en el río, donde según la memoria oral, se habría encontrado una imagen del Santo Negro. 

La ceremonia más significativa del centenario en tierra trujillana, según el recordado historiador Arturo Cardozo, fue << la creación y constitución de la “Aldea Bolívar” en el caserío Sabana Grande del Distrito Betijoque, decretado por el Concejo Municipal>> (Cardozo, 204); y la entrega del nombramiento de Jefe de Aldea al señor Antonio Caraballo, al parecer, pariente de Temístocles, su futuro cuñado.

 

 

 

Las vacaciones del joven José Gregorio Hernández, en la crónica buena y refrescante de Castellanos y de don Tulio Montilla. Romerías, música y oraciones

 

 

Corría el año 1883, decide ir a vacacionar a su pueblo, y como buen cultor de la amistad, no se fue solo, <<invitó a  tres de sus compañeros de la universidad, y llegaron a Betijoque. Según el cronista  don Tulio Montilla <<que allí demoró un par de días y hacia Isnotú hizo con sus invitados y con un selecto grupo de jóvenes betijoqueños —alegres muchachas y mancebos discretos— el recorrido a pie como en un paseo más>> (Rafael Ramón Castellanos.  El milagroso médico de los pobres en Isnotú. Pág. 26. Ediciones La Vichú. Caracas. 1991).

Uno de sus biógrafos más destacados, el recordado Rafael Ramón Castellanos, rescata una bonita crónica, sobre el paso de José Gregorio en 1883, por Sabana de Mendoza, así:  <<Nos cuenta ese gran cronista que es don Tulio Montilla que allí demoró un par de días y hacia Isnotú hizo con sus invitados y con un selecto grupo de jóvenes betijoqueños —alegres muchachas y mancebos discretos— el recorrido a pie como en un paseo más, como en una romería de la esperanza de que alguna vez retornaría definitivamente a su terrón de origen a servirle a la comunidad>> (ídem). 

En cuanto al tiempo vacacionado, don Tulio Montilla señaló que fue de <<Catorce días disfruta con sus amigos en la casa paterna y aprovecha para visitar Escuque, Valera, Mendoza Fría y los baños termales de Motatán>> (Castellanos, 26). El recorrido desde Isnotú a Valera, de acuerdo a los caminos de aquel tiempo, saliendo de Isnotú, los llevó a pasar la Quebrada Juan Pérez, luego los caseríos San Pedro, San Juan, Las Cruces, La Laja, Sabana Libre, cruzar el río Colorado, llamado Quebrada Escuque, y llegar finalmente a Valera; una distancia de unas 3 leguas aproximadamente (16,7 Kms).

Al dar una vuelta por Valera, contemplan la recién inaugurada Casa de Gobierno Municipal, que mostraba los acabados, ornamentos y pinturas realizados por el señor Luis Fontana; pudo visitar a sus amigos Salinas.

 

 

 

Mendoza en el itinerario vacacional, la reseña de don Tulio

 

 

En agosto de ese mismo año, el estudiante universitario José Gregorio Hernández y tres de sus compañeros de estudios, visitaron según don Tulio Montilla, la población de Mendoza. Este sitio, por sus aguas frías y temperatura agradable, era considerado como lugar de veraneo.

El hotel existente para esa época, era la casa grande de amplios ventanales, propiedad de Petra Cantalicia García de Burelli, que hace esquina con la plaza Bolívar, cercana a la Iglesia. De no haberlo hecho aquí, es bastante probable que hayan pernoctado en la confortable y mantuana casona colonial de la hacienda “San Francisco”, de los Labastida Vetancourt, gente culta, amable y quienes hablaban en castellano puro, descendientes del fundador de Trujillo; además, había piano y un enorme salón para bailar.

 

 

Su espíritu de indagación natural y juvenil lo llevará a La Puerta en las alegres vacaciones de 1833

 

 

 

Es bastante probable, aunque sin elementos documentales o afirmación directa  para corroborarlo al detalle, que José Gregorio Hernández, en esos días, visitó con sus amigos estudiantes de Caracas y Trujillo, el pueblecito indígena de La Puerta. Se induce, intuye, presume y respalda esta eventualidad,  de lo siguiente: 1.- Se sabe de buena tinta, sobre su metódica observación y su afán de conocer, no solo por ser joven sino como estudioso científico social, cabe la interrogante:   ¿Cuándo y cómo obtuvo la información sobre este aislado y ancestral pueblecito, para calificarlo de histórico, el 14 de enero de 1889?  2.- ¿Existía algún otro pueblo con las características atrayentes de este milenario pueblo indígena?  3.- La crónica del maestro don Tulio Montilla, nos obliga a pensar que fue en estas vacaciones de 1883, al llegar a Mendoza del Bomboy, que hizo su especial visita para conocerlo in situ.

Don Tulio, en su crónica, en cuanto al tiempo vacacionado y los sitios visitados, señaló que   <<Catorce días disfruta con sus amigos en la casa paterna y aprovecha para visitar Escuque, Valera, Mendoza Fría y los baños termales de Motatán>> (Castellanos, 26).

Durante sus vacaciones de 1883, el bachiller José Gregorio Hernández realizó un recorrido por parte de  la región. La Puerta, conocido como un «pueblecito indígena casi totalmente puro», atractivo y culturalmente distinto, se encontraba a menos de dos leguas de Mendoza del Bomboy, un lugar que por la citada crónica, sí se sabe que visitó. Es difícil concebir que, estando tan cerca de un lugar tan particular, obviara visitarlo en esta oportunidad. Mucho más, cuando años después, en 1889, José Gregorio Hernández se refirió a La Puerta como un pueblito que consideró «histórico». Esta caracterización sugiere un conocimiento previo y significativo de este pueblo, que sería poco probable que obtuviera de su «pasada volandera de 1888»,  si esa hubiera sido su primera visita.

Por consiguiente, se deduce que la visita vacacional de agosto de 1883, fue el momento en que José Gregorio Hernández tuvo su primer contacto con La Puerta, obteniendo así la información y los datos que le permitieron calificarlo años más tarde como «histórico». Esta visita inicial en 1883, le habría proporcionado la oportunidad de conocer las características distintivas de esa Aldea indígena, incluyendo sus costumbres y su historia, lo que justifica su posterior referencia a La Puerta con tal calificativo (de histórico).

El mismo Castellanos nos reafirma nuestra deducción, que,  <<en los próximos tres años no habrá vacaciones suficientemente amplias como para repetir este periplo>> (ídem); lo que nos obliga a pensar que fue durante estas vacaciones de 1883, en las que conoció a La Puerta, su gente y percibió su realidad histórica. Por eso, intuyo, deduzco y hasta conjeturo que fue en esta oportunidad de agosto de 1883, cuando visitó por primera vez y la conoció.

Recordar para las nuevas generaciones de puertenses, este hermoso pasaje de la vida de nuestro Santo, cuando se cumplen 106 años de su fallecimiento, enaltece nuestro gentilicio.

 

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