Crónica | La odisea de una migrante para reencontrarse con su familia en Navidad | Por: Francisco Graterol Vargas

Hoy les voy a contar lo que a mí me contaron. La historia de una madre trujillana que vivió una verdadera odisea al tratar de regresar a su tierra chica. Anduvo la misma ruta de los libertadores saliendo de Perú, cruzando ríos, quebradas y montañas de Ecuador y Colombia hasta alcanzar la meta en Valera luego de seis días y seis noches de largo trajinar.

María Rafaela, nombre ficticio a petición de la señora, nos narra que el 3 de Febrero de este año salió de una barriada valerana por vía terrestre hasta la fronteriza Cúcuta, el 5 del mismo mes se montó en un avión con destino a Perú con pasajes de ida y vuelta para el 26 de Marzo a fin de acompañar en su último mes de gestación a una hija que buscó una mejor calidad de vida en Lima. Todo salió muy bien con el alumbramiento de un hermoso varón peruano-venezolano.

Lo que no sabía María Rafaela ni el mundo entero, es que de pronto La Parca se haría presente de manera inesperada  a lo largo y ancho de los cinco continentes con la ya conocida pandemia que ha teñido de dolor y luto al globo terráqueo.

María Rafaela quedó atrapada por la pandemia en el hogar de su hija en un sector de la capital peruana. Todos los meses le prorrogaban el viaje en el pájaro de acero. Ya había cumplido con su hija, conoció al nieto y al feliz padre. Fueron pasando los días  y meses hasta la última fecha de cancelación del vuelo que fue el pasado primero de noviembre.

Anhelaba regresar a pasar la Navidad al  lado de sus familiares en Valera. Así fue como, con la ayuda de su yerno gestionó los servicios de una agencia de transporte que traía pasajeros hasta el mismo territorio venezolano saliendo desde Perú. Eso sí, por la vía de las trochas o “caminos verdes” que son el perfecto caldo de cultivo para el mercado ilegal y la corrupción. Hasta la prueba del covid-19 hecha en una clínica peruana venía entre los documentos que traía María Rafaela.

La primera parada, luego de salir de Perú fue el 14 de octubre en  Tumbes, zona fronteriza con Ecuador, donde la recibió un guía de la agencia para trasladarla por la primera trocha Perú- Ecuador en horas de la mañana y luego en horas de la noche cruzó a Ipiales-Rumichaca, frontera Ecuador-Colombia. Esta travesía fue en un autobús que la llevaría directamente hasta Cúcuta, unas treinta y seis horas aproximadamente.

Sin embargo, en el trayecto hubo la necesidad de cambiar dos veces de autobús; el primero a media travesía por desperfecto mecánico y el segundo trasbordo obligatoriamente, porque no podía llegar hasta el terminal principal de Cúcuta, debido a que Migración “le estaba echando vainas a los venezolanos”. Al llegar la ubicaron en un sitio alterno llamado “Terminal de los patios”.

En este sitio, luego de dos horas la recogió un señor que sería el guía por la trocha desde Colombia hasta territorio venezolano, pero primero tendría que cambiar las maletas que llevaba por sacos, porque “en las alcabalas de Venezuela a la guardia nacional no le gustan las maletas, sino los dólares como ya le contaremos en unos momentos”.

A las dos de la tarde comenzaría Cristo a padecer. Primero, el sufrimiento por esta trocha a bordo de un camión, la espera fue de seis a siete horas porque en esta trocha se formó un berenjenal por la presencia de la guerrilla, los paracos, la policía nacional de Colombia, paramilitares y la guardia nacional venezolana. Por eso, nos trasladaron este trayecto con miedo y precaución alumbrados solamente de la luz de las luciérnagas. Ahí comenzó el matraqueo. A María Rafaela la despojaron de cien dólares, o de lo contrario la regresaban por el solo hecho  que llevaba tres sacos de los que había sacado de las maletas. Lo inexplicable es, que en este mismo lapso, vio con sus propios ojos como algunas personas  pasaban varios bidones de gasolina.

Me pasaron por una trocha bien larga como de dos horas y media, siempre con el matraqueo, pero lo importante era avanzar hacia mi destino, pisando así tierra venezolana. Me vine en llanto, pero era de alegría porque estaba en mi país, Venezuela. De ahí en adelante lloré, pero de tristeza al ver grupos de personas caminando hacia la frontera con Colombia: Niños, mujeres, ancianos para salir a otros horizontes con la esperanza de poder sobrevivir.

Y les cuento, perdí la cuenta de las alcabalas que pasamos, y la realidad era que, en cada una de ellas, tuvimos que bajarnos de la mula para que no nos detuvieran, así me decían, y yo lo único que les contestaba ¿por qué, si soy venezolana entrando a mi país? Pero a pesar de mis críticas, se embolsillaban los reales, me dejaron limpia y de paso dólares. En todas las alcabalas me robaron, así de sencillo, esa es la lamentable realidad. Lo más triste es que el matraqueo fue en territorio nacional. Desde la entrada por Coloncito, La Fría, Las Tienditas, me topé con un bojote de alcabalas hasta Buena Vista, y lo que nunca me ocurrió de Perú hasta Colombia, me sucedió en territorio venezolano. Puro chanchullo.

María Rafaela llegó así a Valera, sin dólares poniendo fin a su odisea que recordará toda su vida. Está con su familia y sus nietos, preparándose para comerse las hallacas que pese a todo, a la pandemia seguramente, estará presente en los hogares venezolanos. Así es nuestra Fe.  Allá en Perú dejó otro pedacito de su corazón: Su hija y su nieto. En su trayecto vio de todo, como el contrabando de gasolina ya narrado, por esas quebradas, ríos y montañas de noche y día, en los cuales, nunca tuvo miedo. Se encomendó a Dios y a la Virgen. Hoy le da gracias al Señor por llegar sana y salva a Valera, venciendo todos los obstáculos hallados en el camino. Así me lo contó María Rafaela y así se lo cuento a ustedes. Feliz Navidad.

Fotos referenciales.

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