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Crónica de un pasado silenciado: La Puerta y la rebelión de los Comuneros, 1781 / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

por Oswaldo Manrique
03/08/2025
Reading Time: 13 mins read
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La historia del  pueblo llamado La Puerta, se desconoce casi en su totalidad. Apenas ligeros datos sobre el tercer poblamiento, a comienzos del siglo XX, una historiografía cargada de anacronismos que comienza con aquello de que  la erigió un “Fundador Anónimo”; de ahí, la necesidad de investigarla críticamente, desempolvar más de mil años de historia desconocida, y sacar información significativa y difundirla.  Hay  episodios relevantes de la Colonia, en el que dicho “pueblecito” indígena se agigantó y dio ejemplo de resistencia, lo que ayudó a cimentar la conciencia colectiva de lucha contra el régimen colonial español, de cara al advenimiento de la independencia. El que relato a continuación, es uno de ellos.

 

La Puerta: Corazón de la resistencia indígena

 

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¿Quién podía pensar en 1781, que los chontales de La Puerta, se mantendrían en silencio y calma, ante la avanzada de los Comuneros del Socorro? Nadie. Sin embargo, la historiografía regional y nacional, edulcoraron con elegancia y minimización, este episodio tan relevante de resistencia indígena de La Puerta, que operó contra el modelo monárquico español, y asimismo, contra el modo de producción esclavista-mercantilista, que apretaba mas los yugos. La efervescencia revolucionaria, se mantenía alta y con más indignación, al conocer recientemente la forma en que fue capturado y muerto su Rey indígena: Don Pedro I, también llamado Túpac Amaru II, al que el año anterior habían reconocido y jurado como su gobernante.

 

 

*

 

 

Hablaban en su lengua antigua, aunque todos sabían español. Previamente, Chegué, ataviado con su túnica blanca de algodón, vistosas y coloridas plumas de paují, había incensado con acharú, como rito para celebrar esta reunión decisoria. El sumo sacerdote, alzó sus manos hacia el cielo rezando alguna oración, y con el ceño abierto, miró a todos los convocados.

–   ¡Huacani Kachute! Invocaba Chegué, mientras los demás, dirigiendo el dedo hacia el todopoderoso Dios Sol, para rogarle en aquellos momentos de angustia e incertidumbre, los iluminaran y les enviara señales, y esperanzados en los oráculos, repetían:

–  ¡Kachute! ¡Kachute!

Don Jashinto Mendoza, el cacique;  Julio Burrucay que era experto gañan,  Juan Gayón, Amaro el caudillo ganadero, Olaya Esmindax, Ignés Mexia, Constanza Pacheco, Lucía Saavedra y Chegué el máximo sacerdote; también estaban los Teregues, Tafallés y el cacique Pitimay, allí estaban. Los sonrientes indígenas, formaron círculo alrededor del anciano sacerdote, unos alejados, otros, cerca, y las indias principales, permanecían en un ajustado grupo; una de ellas habló:

–  Recuerden que, salieron de Santa Fe y pronto estarán aquí los comuneros del Virreinato, en todos los valles de los Timotes. Otra de las mujeres, con bastantes ganas de expresarse dijo:

–   Ya estamos cansadas de tener que estar pagando impuestos al Rey, que en nada nos beneficia, y además, nos siguen oprimiendo con el pago del tributo.

Algunos decían que Olaya, era de mal carácter, porque era cruda en sus palabras, pero era luchadora de su tribu, sin reparar en funestas consecuencias y decepciones, inclusive, en las derrotas.

–   Si hasta por hacer y vender dulces, tenemos que pagar impuestos….

Uno de los jefes principales, no apartaba sus ojos del rostro de Ignés, quizás admirando su elocuencia, o por la hermosura de su piel, que la hacía ver radiante y fresca. Casi todos esperaban de esta lucha, un triunfo sin derramamiento de sangre  y la eliminación de los impuestos y restricciones del gobierno colonial. Ignés le hablo a su tribu:

–   No podemos sembrar tabaco, ni hacer cigarrillos, ni chimó. No podemos ni consumir chimoíto para el trabajo, nos están quitando el sustento. Olaya inmediatamente agregó:

–   Dicen que vienen desde más allá de la frontera un ejército de <<indios, mulatos, jornaleros y agricultores armados de palos y machetes…eliminando estancos, exonerando impuestos y repartiendo el tabaco, chimó y aguardiente allí almacenado>>. Cuando Olaya, terminó de hablar, todos la respaldaron en medio de exclamaciones y vítores. Una de las presentes gritó:

–   ¡Nos va a castigar Gabaldón y el Alférez Sancho! ¡Los kiakes!

La misma Olaya, a toda prisa, se acercó a Don Jacinto, uno de los principales  y le agarró un papel, que tenía en la mano y le pidió que lo leyera. Era el denominado pasquín de los Revolucionarios del Socorro, las Capitulaciones de los Comuneros:

«a que los americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas; que se quiten para siempre los jueces de residencia; que se modifiquen las medias anatas; que se modifique el correo, papel sellado y Bulas; que se quiten las sisas, almojarifazgos, armada, etcétera; que los bienes o rentas eclesiásticas no dentren en cajas reales como está mandado; que los escribanos lleven menos derechos que los acostumbrados. Y, que los oficios de la República no se den a los españoles europeos, sino en los casos de urgente necesidad; que el aguardiente se pregone y remate en el común; que la alcabala corra como antes en 2%, menos en los víveres».

Al concluir la lectura, intervinieron varios, entre ellos, Shulio Burrucay,  manifestó:

–   Tit-chuk-miggfeue     Como afectado por ser de los que jornaleaban en las haciendas para poder pagar el tributo al Rey, se preguntaba cómo iban a pagar más impuestos.

–   Tshape-no! nakunan-no, kesits-no!  Que ni las mujeres ni los niños, participaran en esa lucha, sólo los hombres.

–   El obispo Martí, escribió que nos cuidáramos. Una de las mujeres soltó lo que tenía en la mano, y la increpó:

– ¡Shuat-chfiu! Decir mentiras. Otras gritaron:

–   ¡Ñeu-no! Se sentían envalentonadas, sin miedo. Las mujeres dieron fortaleza y apoyo.

–   Kiu-kak-kambeuch,  dijo Don Jacinto, que hablara el indio grande, se refería al Pitimay, quien dijo exclusivamente y en español:

–  <<Sacudámonos tan pesado yugo, para vivir con alivio>>. Como lo indicaba el pasquín.  Luego le dieron la palabra a un Yguara, representante de los Páramos, quien dijo:

–    Nuyeu-Mcheu! Prefiramos morir a seguir enyugados.

–    Istots-Stimots-nichí!  Fue el gritó  que se escuchó. Era el orgullo de la raza andina, para decir bastante sangre Timoto hay aquí. Varios decididos, llevaban sus cuchillos de obsidiana, ya no para el sacrificio, sino para la guerra.

El cacique don Jacinto, luego de haberlos escuchado a todos, solo dijo:

 –   ¡Teukp Tupac Katari!   Preparémonos, llegó la hora de Túpac Katari.  Fue la expresión de don Jacinto, para sumarse a la lucha del paladín indígena suramericano.

Juan Fanay,  se frotaba las manos y reía, esperaban dar el grito de rebelión, todos se levantarían contra los españoles custodios del Resguardo Indígena de La Puerta, y apresarían  al Corregidor. Consumada la insurrección en La Puerta, tomarían Mendoza y otros poblados indígenas, hasta llegar a Trujillo, y tomar los Estancos y el Cabildo. Luego,  proseguir la marcha, hacia Maracaibo y Caracas.

 

 

         *

 

 

Sonaron los flautines y redoblaron los tambores realistas en Trujillo.  La Rebelión de los Comuneros del Socorro y la incursión frustrada al Valle de La Puerta, en 1781

 

En julio de 1781, llegaron los Comuneros a Timotes, <<A pesar del programa de libertad, la rebelión hubo de detenerse en su marcha incruenta frente a la resistencia que le pusieron los capitulares de Trujillo, reunidos en La Mesa, y no dispuestos a proteger la invasión de su Distrito>>. (Briceño Iragorry, 147, 148). La onda expansiva de la protesta, había nacido en el Virreinato de Santa Fe, de cuyo Distrito había formado parte la provincia de Mérida de Maracaibo, y avanzaba hacia los otros pueblos de Venezuela.

A la sala del Cabildo de la ciudad de Trujillo, entró el malagueño don Joseph Gabaldón, Teniente de Gobernador. Están reunidos el Alcalde y Alférez Real Sancho Briceño Uzcátegui, don Vicente Cardona, Miguel Vetancourt, Juan Antonio Barazarte, Pedro de Uzcátegui, Santiago Montilla y Luis Briceño, personalidades principales de esta jurisdicción, cuando está hablando el Dr. Antonio Nicolás Briceño, defensor del Rey de España. En la reunión de emergencia, se escuchó:

– Sus Mercedes, los indios están alzados, dicen que llegó la hora de Tupac Amaru. Esto lo exponía el doctor Antonio Nicolás Briceño, el leal realista, ante el Teniente de Gobernador. Presente el alférez real Don Sancho Briceño, le preguntó:

– ¿Y vos cómo os enterasteis? De inmediato el abogado, respondió:

– Por los indios de mi hacienda La Concepción y las de otros hacendados del Valle, que ya no quieren ir a trabajar, sino que están esperando la hora y la llegada de la rebelión.

– Y aparte el torneo de noticias y rumores  que hay. Dos reynosos insurgentes que ingresaron a Trujillo y han convencido a muchos indios de aquí y se ha venido organizando ese movimiento. Le agregó, Don José Gabaldón el vizcaíno, recién nombrado Teniente de Gobernador.

El Dr. Antonio Nicolás Briceño, el viejo abogado realista, preocupado porque la amenaza del desmoronamiento del régimen colonial habló ante las autoridades y cabildantes, les expuso su preocupación:

–    Debo informarles que <<Estando en mi finca de Mendoza (La Concepción),  a pocas leguas del Pueblo de La Puerta y a una jornada de Trujillo, al tener conocimiento de los tumultos promovidos por los Comuneros del Socorro, que ya traían para el mes de julio soliviantando el espíritu insurrecto de los Merideños, di aviso al gobernador de Maracaibo, D. Manuel de Ayala, y puse a su disposición lo que menester hubiese para las fuerzas que vinieran a contener a los revoltosos>> (Dávila, 12-13). Don Sancho, le preguntó:

–   Don Nicolás, y ¿qué respuesta le dio el gobernador?

–   El gobernador, me <<ordenó tener listas en el Puerto de La Ceiba cuarenta mulas de carga y diez de silla, pues salía el Ayudante Mayor de la Plaza, D. Francisco Alburquerque, con destino a Mérida>> (Ídem). Les dijo el angustiado Dr. Briceño, quien agregó:

–    Como comprenderán, <<Efectuadas las primeras diligencias <<hice tocar cajas en mi hacienda, y levanté cuartel con mis criados, esclavos y comensales>>. Por eso les avisé a ustedes los Munícipes de Trujillo. Sancho, Alcalde y pariente del viejo Nicolás y pensando en sus haciendas en  San Pedro de Jajó, se paró, dio un golpe al escritorio y exclamó:

–    ¡Enfrentémoslo! Enseguida ordenó convocar las milicias, sacar los estandartes del Rey, así como, a sus soldados a caballo, con las banderas y armas. El Teniente de Gobernador D.  Joseph Gabaldón, los atajó y dijo:

–    Pues, antes de cualquier acto de guerra, vamos a reunirnos con los revoltosos.

El 8 de agosto, el ejército rebelde ocupó la ciudad de Timotes, colindante con pueblos indígenas y difundió una proclama a los Trujillanos, en la que los exhortaba a incorporarse a esa rebelión popular.

Ese mensaje de reivindicación económica, caló mucho en  los indígenas Timotes, no solo los que habitaban la serranía de Mérida, sino los asentados en el Pueblo de San Pablo Apóstol del Bomboy (La Puerta), en San Antonio de los Timotes (Mendoza),  en San Pedro de Jajó o Mesa de San Pedro de Esnujaque y caseríos vecinos.  La proclama de los Comuneros enviada a los habitantes de estos pueblos,  clamaba: “Hermanos, hasta aquí habíamos venido engañados con los mandatos de aquellos crueles ministros, que mostrándonos la piel de oveja tenían para nosotros el corazón de lobo; bien habréis conocido que así los mismos de Santa Fe como los de Caracas nos han dado el veneno en taza de oro, esto es: que paliendo sus robos en cédulas reales, nos hecho reventar con el tosigo de alcabalas duplicadas, donativos desarreglados etc. Y así, basta ya de martirios y ver morir de hambre a nuestros padres, mujeres, hijos y familias” (Arciniegas, Germán. Los Comuneros. Tomo 2, pág. 64. Biblioteca Ayacucho. 1992).  Induce ese mensaje, un contenido anticolonial en el fondo, a pesar del reclamo reivindicativo en lo económico contra el monopolio comercial ejercido por el gobierno colonial.

Los Munícipes, resolvieron parlamentar con los merideños, los que contestaron por medio de Don Juan Nepomuceno Uzcátegui Dávila y Don Ignacio Quintero. Asienta el historiador Vicente Dávila que, <<En el pueblo de La Mesa, donde ya para el 24 de agosto se encontraba Alburquerque con sus fuerzas, que proveía Briceño con los frutos de sus tres haciendas inmediatas, se verificó la conferencia que puso término a la sublevación>> (ídem). Las autoridades de Maracaibo y de Caracas, enviaron contingentes militares para evitar que la invasión entrara a Trujillo.
 

 

El frenesí conquistado por las ideas de los Comuneros del Socorro, llegó hasta los pueblos Trujillanos de frontera, entre ellos, La Puerta

 

 

Lo más curioso, ocurrió en el valle del Bomboy, cuya población originaria, sojuzgada y explotada por los hacendados,  es de nación Timoto. La estrategia del gobierno colonial de Trujillo, y de los hacendados y colonos criollos, fue, una vez recibida la invitación a parlamentar de los revolucionarios de San Cristóbal, La Grita y Mérida, aislar a los indígenas de La Puerta, con un cerco de milicias, capataces, arrendatarios y colonos del Valle, mientras, las autoridades Capitulares de Trujillo, encabezadas por  Don Joseph Gabaldón y Sancho Briceño, conversaban e impedían la marcha pacífica de los revolucionarios, en el sitio de la Mesa de Esnujaque, pueblo indígena de frontera muy pequeño, sufragáneo, también  comprometido con dicha causa. Los Capitulares, aplicaron algo semejante a la máxima  “divide y reinaras”. Aisladas ambas comunidades indígenas, y con la llegada de fuerzas militares del Rey, pudieron convencer a los merideños, cesar en sus intenciones de avanzar hacia Maracaibo y Caracas. Los afectos al monarca español, lograron imponerse.

 

 

               *

 

 

Viendo las autoridades coloniales la seria amenaza, había salido desde Maracaibo y también de Caracas, la llamada “Expedición de la Frontera”, integrada por más de 1.000 hombres armados leales al Rey de España, jefaturada por el Teniente Coronel Juan de Salas, para evitar el ingreso de Los Comuneros a Trujillo, precisamente a La Puerta, el límite político administrativo y jurisdiccional con el Virreinato de la Nueva Granada (hoy, Colombia).

Los dirigentes de los insurgentes,  enviaron comunicaciones a los autoridades y cabildantes trujillanas, entre ellos, don Joseph Gabaldón, Teniente de Gobernador y al alférez real Sancho Briceño Graterol, Alcalde, así como, a los propietarios criollos y a los mestizos de la zona, pero estos, liderizados por Antonio Nicolás Briceño, el Abogado realista, padre del futuro prócer,  como buen súbdito de la Corona Española les dio un no rotundo, a la vez, que iban llegando a la Mesa de San Pedro de Esnujaque (o San Pedro de Jajó), las fuerzas realistas del gobernador de Maracaibo, retirándose los Comuneros, atrincherándose en Mérida. Este Briceño, ocupó cargos públicos importantes en Trujillo, fue Procurador; su pariente, Sancho Antonio Briceño, que lo acompañó en esta jornada,  en 1785, fue designado Teniente de Gobernador, el principal cargo político y administrativo de la ciudad. Mario Briceño Iragorry, en flamante discurso ante la Academia de la Historia, dijo sobre el abogado Briceño lo siguiente: “… Luchó contra los Comuneros de Mérida, cuyo movimiento se debeló debido al influjo de Briceño. Era persona de grandes recursos económicos…” (Discurso de Mario Briceño Iragorry, a su ingreso a la Academia Nacional de la Historia, en 1929).  Briceño, se enfrentó a la propia familia para defender a la   Monarquía Española, luego -aunque no obtuvo lo que aspiraba-,  cobró en privilegios esa defensa.
 

 

La Rebelión de los Comuneros agitaron las ideas libertarias en Venezuela

 

 

Lo paradójico del acontecimiento es que los Comuneros de Mérida, habían  designado como Capitán a Francisco Antonio Uzcátegui y Rivas, esposo de Andrea Briceño, familia de los Briceños trujillanos,  aunque por su enfermedad y posterior deceso impidió ejerciera el cargo. Otro de los Briceño, José Ignacio, nacido en Trujillo, hijo de Basilio Briceño y Soto y María Gregoria Ruiz Valero, también fue designado como uno de los capitanes del movimiento merideño. Entre los fieles súbditos al Rey destacaron “…el merideño Ángel Briceño que buscó obtener el apoyo de parte de su familia de Trujillo, en donde la actuación de Antonio Nicolás Briceño y Sancho Antonio Briceño, permitió organizar una fuerte resistencia que impidió a los Comuneros abrirse paso hacia Caracas”  (Muñoz Oraá,  Carlos Emilio.  Los Comuneros de Venezuela. Págs. 122 y sig. ULA. Mérida, 1971).   Además de la evidente división de la familia Briceño, hubo un aporte en mulas, víveres y dinero de las haciendas de estos Briceño, en el valle del Bomboy, con lo que montaron la resistencia entre Timotes, la Mesa de Esnujaque, Jajó  y la Puerta, a la amenaza de los Comuneros, mientras llegaron las tropas realistas. La subordinación y apoyo al régimen colonial por parte del viejo Dr. Briceño, realmente no respondía a razones de ser súbdito del Rey, sino al cuido de sus intereses que estaban en riesgo, debido a que conocían el malestar y la resistencia pasiva de los indígenas a su cargo.  Así se frustraron, los objetivos de expansión de tan vasto movimiento.

 

 

Avanzó la insurrección  <<mesiánica y revolucionaria>>

 

 

Aunque contradictorio, el liderazgo mestizo de este movimiento, lo asumió parte de la familia Briceño, que estuvo dividida, un grupo seguía a Ángel Briceño, y otro a Antonio Nicolás, el abogado y padre del prócer,  aunque fue un movimiento amplio que recogía la vieja aspiración de los criollos, relacionado con la igualdad para optar a los altos cargos de gobierno, entre sus banderas: “…a que los americanos se han de emplear en las plazas de primera plana en ambas líneas…”. Ocupada la Parroquia Ejido, cercana a Mérida, por más de 7 mil comuneros armados, siguieron avanzando; Briceño  Iragorry narró este hecho en sus Tapices, que el 28 de julio de 1781, ”… tres mil de ellos penetraron sin oposición a la ciudad de Mérida, y de allí dirigieron cartas a los cabildos de la ciudad de Barinas y Trujillo en que se invitaba a dichas poblaciones a sumarse al movimiento conocido en la Historia  con el nombre de Revolución de los Comuneros del Socorro…” (Briceño Iragorry, Mario. Tapices de Historia Patria. Pág. 147. 12°. Tapiz. Caracas, 1933). Seguía creciendo el germen de la libertad y la igualdad, ya no entre los propietarios criollos y mantuanos, sino en el seno del sector mayoritario de la población, los mestizos y lo que quedaba de la raza indígena.

La bandera de la autonomía, jugó un papel importante en la neutralización y fracaso del conflicto. Mario Briceño Iragorry, lo expone en la siguiente forma: <<El fracaso en tierras trujillanas de la Revolución de los Comuneros, lo explica, no la falta de anhelos autonómicos de los trujillanos, sino el aislamiento en que Trujillo estaba en relación a los problemas interiores de la Provincia de Mérida por formar su distrito, desde 1557, parte de la primitiva Gobernación de Venezuela, y haber estado sujeta aquella provincia hasta 1777 a la jurisdicción del Virreinato de Santa Fe>> (MBI, Tapices, 23).Se entiende que, la Provincia de Mérida, incluía a Maracaibo.  En 1777, es creada la Gran Capitanía General de las Provincias Unidas de Venezuela.

 

 

Los impulsores de la rebelión, no dieron el paso para la incursión y confrontación violenta

 

 

Sobre el ámbito de esa insurrección indígena refiere el médico e historiador Vicente Dávila, que “…llegó a Trujillo, sin que hubiera traído mas consecuencias que agitar las tierras occidentales de la Capitanía General de Venezuela y lanzar la chispa de un fermento que los hijos y nietos de dichos comuneros iban a recoger, cuando transcurridos algunos lustros, la libertad de Venezuela, personificada en Bolívar…pasaba la frontera y de victoria en victoria, realizara la campaña que le dio vida a la Segunda República…” (Dávila, Vicente. Discurso de ingreso a la Academia Nacional de la Historia). Así ocurrió, ese fermento libertario tuvo sus efectos en los pueblos de Trujillo.
 

 

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