Todos suelen imaginar que dirían las paredes si pudieran hablar, en está ocasión permanecieron erguidas y silenciosas, como siempre, pero hablaron los aromas, como cuando una flor se marchita y deja su último perfume colgado de los pétalos, adoptando después un olor a muerte, a adiós, esa fue la última señal tangible que dejó el cuerpo de aquel hombre en el viento.
La noche buena había dejado a todos en un letargo pos-celebración, las copas de más y los fuegos artificiales ya se habían disipado de los sentidos, la conciencia había retomado la razón, las gaitas recicladas de anoche sonaban y las hallacas recalentadas se servían de desayuno, cuando las patrullas gritaron sus alaridos de angustia en aquellas angostas calles de pueblo.
La esencia putrefacta del lugar tenía al menos un día recorriendo la avenida 5 de julio cuando los vecinos decidieron que era hora de llamar a las autoridades, Alberto Santa Zapata, cariñosamente llamado Albert, de 63 años de edad, no aparecía hace par de días y ambas cosas no parecían casualidades de abejas y flores.
Aquellos uniformados con rostros rígidos como la estructura de la casa de Zapata se instalaron en aquel paisaje de montaña, el frío les hacía visible el aliento y la neblina de las respiraciones agitadas cubrió la calle, el aroma era a cada paso más intenso y un candado arcaico les daba la bienvenida a un macabro espectáculo, al abrir las puertas era evidente que alguien marchito estaba adentro, recorrieron cada rincón de la morada y justo en la habitación central encontraron a Albert en su cama, como pétalo de amantes, rojo como rosa y arrancado de raíz.
El cadáver estaba atado de pies y manos, como un ramo, y múltiples puñaladas en el área testicular lo habían desangrado hasta morir, el homicidio estaba cargado de un fuerte nivel de violencia, el odio salpicaba las paredes, las autoridades no daban crédito a sus ojos, tenía que ser el fruto de un crimen bien planeado por varios sujetos, recolectaron las pruebas criminalísticas cual semillas y el móvil hasta ahora, un crimen de odio por la inclinación sexual de la víctima o un homicidio pasional.
Los vecinos desde sus ventanas y portales vieron como un cuerpo salía fétido de aquella vivienda, el olor entró por las fosas nasales y se alojó justo al lado del recuerdo del aroma de las flores en la memoria, aquel tranquilo pueblo de Boconó, conocido como el jardín de Venezuela había perdido a una de sus flores.
Continúa la investigación
Las autoridades están celosas con la información, según fuentes extraoficiales ya se han identificado a los homicidas, el caso pasó de Cicpc Boconó a Valera, por su alta violencia y repercusión social es uno de los casos más recordados del año.