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Crónica de fuego: el liberal Felipe Uzcátegui se bate a plomo con los godos hermanos Burelli / Por Oswaldo Manrique

Sentido de Historia

por Oswaldo Manrique
18/05/2025
Reading Time: 12 mins read
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Cuando se prende en la Sierra de La Culata, la “Guerra de los 15 días” y se intenta “la toma de Timotes” –imperecedero episodio para las familias parameñas-, liderada por Américo Burelli, Sandalio Ruz, Mitrídates Volcanes, Cesáreo y Genaro Parra, Fidel Rivas, el viejo Pabón, y otros vecinos, en contra de la dictadura gomecista, Felipe Uzcátegui, caudillo liberal y primera autoridad civil y militar de La Puerta, se dispuso a enfrentar a los alzados, y con algunos amigos del lugar, campesinos sin tierra, dados a las revueltas y al saqueo de fincas, como retribución a las acciones de las montoneras, comandó la persecución y captura del Coronel Américo, mientras llegaban los de la bestial “Sagrada”.

El polvo plomizo de las montañas, se levantaba al paso de su mula, igual que los rumores que le aventajaban. A Felipe «Tragabalas» Uzcátegui, el político y coronel liberal de quien decían había nacido con una carabina en la mano y una bala entre los dientes, se le conocía en cada caserío parameño desde La Puerta hasta Tabay. Su leyenda, estaba trenzada con acciones de temeridad y una sed insaciable de mando, rechinaba más fuerte que el eco de sus balazos. Algunos lo admiraban, otros, lo miraban con el rabillo del ojo del temor y miedo, y otros, eran propiamente sus enemigos políticos: los “Ponchos” conservadores que lo tenían como objetivo a vencer, con o sin las armas. Pero el comentario general, en su zona cercana de operaciones políticas y militares, era que las balas no le hacían nada, que las tragaba con la misma avidez con la que imponía su autoridad.

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Coronel Américo Burelli García, perseguido por Felipe “Tragabalas” Uzcátegui y los «Chacharos» gomecistas

 

Sobre la persecución del Coronel Américo, su sobrina la escritora Ligia Burelli, nos deja su particular versión de actos desenfrenados y salvajes realizados en Palmira por los “Chacharos” del gobierno, destacando lo que sufrieron las familias del lugar, particularmente el caso de Antolina, mujer campesina que <<estaba siendo vigilada y una noche, al regresar a su hogar, se encontró con una visita por demás inesperada. Era Felipe Uzcátegui, uno de los personajes más siniestros en esta etapa de persecución, que sin más ni más se había ofrecido como voluntario para rastrear las huellas de los montañeros, comenzando desde Palmira. Aquella noche había llegado a la casa de Antolina en compañía de dos hombres más, todos armados, con la esperanza de llevarse la recompensa. Como la mujer resueltamente negara todo conocimiento de los fugitivos, la sacaron de allí y la dejaron golpeada y maniatada en el monte, con la amenaza de que al siguiente día volverían por la respuesta>> (Burelli, Ligia. Humo de Hogueras. Págs. 108 a 109). Felipe, además de próspero hacendado, dueño de las posesiones “La Mocotí”, “Villa Mercedes” y La Puerta, otras, era el caudillo liberal guzmancista y montillero mas connotado de la localidad, y también el más hábil baquiano de la región con que contaba el gobierno, sin embargo, como lo relata la señora Burelli, discretamente unos campesinos encontraron a Antolina y la escondieron junto con sus hijos, en tanto que los hombres proseguían la búsqueda de los huidos, por otros parajes. Aquí comenzó Felipe, a dejar huella como rastreador y defensor del régimen político, y para alguno, como chácharo.

 

 

 

Y se batieron a plomo con el coronel “Tragabalas” Uzcátegui. Le habían puesto precio a la cabeza del coronel Américo Burelli García

 

La Sagrada o simplemente «Los Chácharos» era la temible policía gomecista que mantenía a raya a los disidentes de las políticas del «Benemérito de la Patria».  La jefatura general estuvo a cargo de José Vicente Gómez «Vicentico», hijo del dictador, como Inspector de las FAN, que tenía como Jefe de Operaciones al Coronel Eloy Tarazona “el Indio”, quien dirigía los intensos y crueles interrogatorios. Cuando muere «el Bagre», como le decían al dictador, esa policía fue disuelta para convertirse más tarde en 1937, mediante la Ley de Seguridad Nacional en las Fuerzas Armadas de Cooperación (FAC), la Guardia Nacional (GN).

Uno de los sobrinos del Coronel nacionalista alzado, al mencionar a Felipe Uzcátegui “Tragabalas”, escribió que era lo que le esperaba a los hermanos Burelli, quienes <<se habían batido cerca de Timotes, en la Mesa del Palmar y en la Amarilla con las tropas que indistintamente dirigían Felipe u Olegario Salas>> (Burelli, Miguel Ángel, 19), era una guerra, con connotación nacional, en consecuencia, desplegaron desde el gobierno, la persecución de Estado contra Américo.

La persecución fue cruenta, como si fuera un episodio de las películas del oeste norteamericano. Ligia Burelli-Dávila, también sobrina del perseguido, escribió que, habían colocado, carteles pegados en paredes, muros y en los troncos de los árboles <<ofreciendo recompensa por entregar vivo o muerto a los hermanos Burelli>> (Humo de Hogueras, 103), lo que demostraba la peligrosidad de estos políticos fugitivos. El plan insurreccional lo habían denominado “el barril de pólvora”, que tenía como escenario toda la zona occidental, particularmente la de la Sierra de La Culata y toda la región andina, era un plan de desestabilización política y militar. Los liberales, se enfrentaban al plan de derrocamiento del gobierno del Presidente Juan Vicente Gómez.

 

 

 

De dónde le viene al Coronel de avanzada liberal, lo de “tragabalas”.

 

En una ocasión, la algarabía en el bolo de Timotes, era tan fuerte que se podía formar una refriega de disparos y los presentes no darse cuentas. Por el pasillo llegaron dos personajes, que no eran asiduos jugadores ni espectadores del local. De pronto, se ve que cae al suelo un hombre herido: la figura regia del Coronel, quien se defendió como pudo.

A Felipe le decían el “tragabalas”, porque recibió varios disparos en diferentes oportunidades. Era buen tirador. Su nieto Dr. Luis Uzcátegui, nos comparte que, su papá Herman, le relató que en una oportunidad el coronel Felipe Uzcátegui, <<Estando en un bolo en Timotes, llegaron a matarlo unos personajes, unos hermanos de apellido Aguilar, y llegaron a matarlo, lo hirieron, y desde el suelo el Coronel sacó su revólver y les disparó y les dio fin a los dos hermanos. Gozaba de buena puntería. Le pegaron uno de los tiros en la boca, que le quebró la mandíbula y otro la clavícula. De hecho él, convaleciente con los disparos se trasladó a Maracaibo, y luego a Curazao y de ahí en un barco lo enviaron a los Estados Unidos. En el maxilar inferior, lo operaron y quedó con la mandíbula reconstruida, el maxilar inferior tenía platino y tornillos>> (Conversación wasap con Luis Uzcátegui. 16-01-2025). Al parecer, uno de los agresores, fue el hacendado godo, Mayordomo de la Iglesia y ex jefe Civil de La Puerta, Miguel Aguilar.

Su innegable experticia y habilidad de comandante de tropa, acumulada por Uzcátegui, su lugarteniente Lázaro Volcanes, Francisco Juan Uzcátegui, los González y otros militantes liberales, para emprender persecuciones y capturas en batallas, y las emboscadas de madrugada, aplicadas para la captura del coronel Burelli García y sus hermanos Pedro Mario y Umberto, fueron  inútiles y burladas, solo dejó como en este tipo de experiencias, víctimas de los atropellos o daños colaterales; había recompensa por la captura de los alzados. La misma escritora Burelli, relata en su particular versión familiar que, en  <<su afán por ganar, no solo la recompensa, sino prestigio ante las autoridades del Estado llevó a Felipe Uzcátegui hasta Quebrada Seca, pasando por San Martín y el Portachuelo, las propiedades de sus perseguidos. Como ninguna de las familias vivía allí en ese momento, a él se le ocurrió que aquellas tierras ya no tenían dueño y procedió a invadirlas. La casa más grande, la de San Martín, propiedad de los viejos y donde se había refugiado José Américo al comienzo de la persecución, fue cuidadosamente desvalijada y luego destruida>> (Humo de Hogueras, 103).Es posible que buscara prestigio ante el gobierno gomecista, pero lo de la ocupación de tierras, saqueo de las casas, reparto de bienes entre la soldadesca, consumir el ganado, los alimentos y cosechas propiedad de los perseguidos, era práctica habitual en la guerra de caudillos, también denominado “botín de guerra” o prenda común de los montoneros vencedores.

El coronel nacionalista y “Poncho” José Américo Burelli, <<se había destacado en las montoneras del General Juan y luego como aguerrido oficial en el bando del General Leopoldo Baptista>> (Burelli Dávila, 105); se refiere al general Juan Bautista Araujo, llamado el “León de la Cordillera”. Luego del alzamiento contra Gómez, <<al finalizar el año dieciséis, José Américo logró burlar el cerco que le tenían y se refugió en Mendoza con los suyos>> (Burelli Dávila, 113). Los montoneros que acompañaba a los hermanos Burelli en este difícil trance, eran, Sabino Briceño, nativo del caserío “La Amarilla”, cerca de la “Mesa del Palmar”, quien se hacía llamar <<el edecán de don Pedro (Burelli)…>> (Burelli Dávila, 91). Y, un hombre pequeño y delgado, de cara cuarteada por el sol, de edad imprecisable, el baqueano Alcibíades <<la profundidad de su mirada que delataba tal vez su condición como buscador de quimeras y fantasías>> (Burelli Dávila, 90); hombres resteados con los caudillos y con los ideales de la causa.

En Humo de Higueras, su autora Ligia Burelli Dávila, anotó como parte del relato sobre la persecución que, <<El coronel José María Jiménez pasó por Palmira durante la ocupación de los bienes de Pedro (Burelli) logró que le dejaran a la esposa, al menos dos vacas paridas para la leche de los niños>>; además de la vivienda en Palmira, los oficiales del general Omaña, <<registraron la caballeriza, la despensa, la cocina y los alrededores de la casa>> (Burelli Dávila, 100); era Chuy o Mario Pabón, nativo de La Puerta, el capataz en Montecarmelo, hijo de Umberto hermano mayor de los Burelli; su medio hermano José Antonio Pabón, es el mártir de Palmira, que fue detenido en este allanamiento y encarcelado por haber defendido a los hermanos Burelli, le pusieron el cepo de campaña en los dedos pulgares y torturaron para que revelara el lugar de escondite de los Burelli.

 

 

 

Un lagartijo, Jefe Civil de La Puerta. Momento crucial de centralización del poder político: enfrentar el derrocamiento de la dictadura de Juan Vicente Gómez

 

 

Su acción de apoyo a los “Lagartijos”, fue franca y consecuente. Era un cuadro liberal de importancia en la zona de La Culata, un comprobado “Lagartija”. Se le respetó, inclusive, era reconocido con el arcaísmo de  “Maese” Felipe, es decir, Maestro Felipe como tratamiento de respeto en el seno del movimiento político liberal. Debido a los pactos del Presidente Guzmán con la dinastía Araujo-Baptista, para mantener la paz en los Andes, se les permitió a estos “Ponchos” conservadores, enemigos de los “Lagartijos”, gobernar a sus anchas en Trujillo.
Felipe Uzcátegui, fue Jefe Civil de La Puerta, durante la dictadura liberal restauradora gomecista: en los años 1908, 1914 y 1915. Estos dos últimos años, fueron de inestabilidad política y revueltas, en los que ocurrió el alzamiento nacionalista de las montoneras de La Puerta, Mendoza, Jajó, Boconó y gente de Mérida, al mando del coronel Américo Burelli y Sandalio Ruz, contra la rebatiña de las concesiones petroleras y mineras a empresas extranjeras, por parte del dictador Gómez, siendo la “Toma de Timotes” o «Guerra de los 15 días», los eventos militares más destacados de ese alzamiento.

Se rumoraba, casi que con señas y murmullos, entre las familias de la Cordillera, el número de años que iba a pasar con grillos en los pies, el Coronel Américo en la cárcel, si lo capturaban. El esfuerzo no fue en vano, Uzcátegui que se dio a conocer andando y militando en el bando liberal, el gobernador Timoleón Omaña, lo designó Jefe Civil de La Puerta, con prerrogativas militares, el foco de la insurrección estaba aquí.

En el mismo año de la revuelta de los nacionalistas de La Culata, 1914,  Felipe Uzcátegui, es designado nuevamente Jefe Civil de La Puerta. Se convirtió en la primera autoridad civil y policial de la incipiente comarca, que no lograba crecer ni urbanizarse; para unos fue un funcionario distinto a los que hubo desde finales de siglo XIX, y para otros,  al parecer, fue un personaje siniestro de la época de Juan Vicente Gómez.

El año 1916, siendo Jefe Civil, es el mismo Felipe Uzcátegui quien emprende las acciones de rastreo y persecución para capturar a su vecino, el coronel Burelli.

Su estadía al frente del Municipio, le dio base para establecerse en el área urbana de La Puerta (del antiguo Resguardo Indígena). Se desempeñó como hombre de confianza de la dictadura gomecista y asumió el cargo de Jefe Civil por varios años. Viajaba de vez en cuando a Trujillo, en la búsqueda de recursos para el mejoramiento de las calles y caminos, la plaza y las acequias  de donde se aprovisionaban de agua las familias. Vivió aquí, al lado de la sede de la Jefatura Municipal, con su  esposa doña Mercedes Cols Arvelo e hijas, y nació su hijo Herman.

 

 

 

¿Cómo era La Puerta en las primeras décadas  del siglo XX, bajo la autoridad civil de Felipe Uzcátegui?

 

 

A comienzos del siglo XX, a La Puerta, fue llegando gente de otras partes debido a que se estaba construyendo un nuevo pueblo “sin indios y sin negros”, el proyecto de los “Ponchos”, sobre las tierras despojadas a los indígenas, y daban facilidades para obtener buenas y productivas tierras, por compra, alquiler, como enfeudado, algo así como especie de tierra prometida. Venía gente oriunda de Jajó, la Mesa de Esnujaque, Timotes, Piñango, San Lázaro, Las Mesitas, Niquitao,  Boconó,  Pueblo Llano, Tabay y hasta de Calderas de Barinas.

Felipe de pensamiento liberal y montillero, era un personaje de a caballo de montura, revólver y puñal en la cintura, así mismo, tenía su faja de cuero para las morocotas. Con su cartuchera oficial para las balas y la funda para el revólver, se presentaba siempre con su sombrero borsalino, botas de cuero y espuelas, lo que lo hacía imponente a la mirada de los demás.

El general Perfecto Crespo, en sus Memorias de un Soldado Trujillano, nos describe en forma sencilla y sentida, lo que era La Puerta y los parajes de Uzcátegui, para finales del siglo XIX,  <<acampamos en el Municipio La Puerta, en aquel lugarcito, al pie de los páramos, me tocó el turno de hacer vigilancia y servicio con mi guerrilla en la Esquina Noroeste de la Plaza. Fue una noche terrible por el frío; el sargento Abdón Espinoza me decía: “Mi teniente, si así seguimos voy a amanecer con los dientes pelados”. Al fin después de una noche sin abrigo…Puse mi gente de pie… Seguimos ese día nuestro desfiladero, contemplando aquellos parajes llenos de luz y colores, el sol mañanero acariciaba con la bendición de sus rayos aquellos trigales. Tal o cual gañan dejaba el arado solo por la presencia de los grupos armados…trepamos la cuesta de La Mocotíe, que nos rememoró, con su desfiladero agrio y su mudez heroica, el drama del mes de abril de 1892>> (Crespo, 62). De acuerdo a este testimonio, era un lugar íngrimo y ermito.  La última expresión de Crespo, al reivindicar a Felipe Uzcátegui,  se refiere a la batalla de La Mocotí-El Portachuelo de 1892, donde triunfaron los liberales comandados por Ferrer, Montilla y Uzcátegui y otros oficiales sobre los oligarcas, bastión este, al que pertenecía tanto el coronel Américo Burelli, como el coronel Sandalio Ruz y la mayoría de los terratenientes y hacendados del valle de Bomboy.

El férreo Felipe Uzcátegui, no se rindió ante la imposibilidad de capturar al coronel Burelli, ni la convertiría en frustración. Américo Burelli García, escondido y protegido por la misma gente agricultora de Mendoza, fue capturado, en 1916. La cronista Liga Burelli, relata que poco más de un año había permanecido el coronel Américo con su familia, escondido por sus vecinos. El gobierno ofreció la pacificación a los rebeldes, y un día el Pdte. del Estado Trujillo, le envió una comunicación, pidiéndole una entrevista garantizándole la libertad y cayó en la trampa <<así de fácil cayó. Inmediatamente fue esposado y enviado al Castillo de San Carlos. Su cautiverio habría de durar diez largos años, de manera que Pedro no volvió a verlo ya más>> (Burelli Dávila, 125). Esperaba la invasión del general Baptista, que no se realizó nunca.

En 1917, luego de la pérdida de su esposa y una de sus hijas, en dramáticas circunstancias, “Tragabalas” percibió que su tiempo en La Puerta llegaba a su final, y el gobierno nacional del general Juan Vicente Gómez, lo destacó como Jefe de Distrito El Mojan, en el Estado Zulia, muy cerca de frontera, donde se desarrollaba un intenso contrabando, a lo que tuvo que enfrentarse e imponer el peso de su autoridad en aquel lugar, logrando desarrollar una labor de control y pacificación.

Entre 1914 y 1917, fue de hecho, Felipe Uzcátegui el “pacificador” autoritario,  quien con la pequeña tropa asignada por el gobierno regional del general  Timoleón Omaña,  mas los pocos hombres que lo seguían, logró desaparecer todo vestigio del movimiento nacionalista y antigomecista de los Burelli García, de La Puerta e impuso además, la sensación de “tranquilidad” que produce el terror de una dictadura nacional como la gomecista, en el contexto del repoblamiento de La Puerta, sin negros y sin indios. Aunque calificado como “Lagartijo” por unos,  y  “Chácharo”, por otros, este otro antihéroe con sus virtudes y fallas, con sus cuestionadas acciones y ambiciones, conducta generalizada en los gobernantes y caudillos de aquel tiempo, fue una de las figuras liberales locales de los comienzos del siglo XX trujillano,  que históricamente no debemos dejar de mencionar.

 

 

 

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