La crisis y la presión que se desató en Bolivia, tras los cuestionados resultados de las elecciones presidenciales del pasado 20 de octubre que dieron la reelección de Evo Morales, generaron una ola de fuertes protestas que sumaron 18 días y obligaron, este domingo 10 de noviembre, al Mandatario indígena, por los últimos 13 años y nueve meses, a abandonar el poder.
Ya Morales, más temprano, había solicitado convocar a unas nuevas elecciones luego de que una misión de auditoría de la OEA detectara numerosas “irregularidades” en la primera vuelta y pidiera celebrar nuevos comicios con un nuevo órgano electoral.
“He decidido renovar la totalidad de vocales del tribunal supremo electoral”, dijo por televisión, indicando que iba a “convocar a nuevas elecciones nacionales, que mediante el voto, permitan al pueblo boliviano elegir democráticamente a nuevas autoridades”.
Esta decisión fue celebrada por varios países, incluso, hasta por la Unión Europea.
Sin embargo, ya el pasado el viernes, la Policía Nacional había retirado su apoyo al Jefe de Estado, y este domingo lo hicieron las fuerzas militares, quienes públicamente a través de los medios de comunicación aconsejaron al Mandatario a renunciar a su cargo para evitar que no siguiera acrecentándose la crisis.
Dos horas antes, el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda, había renunciado después de que manifestantes atacaran su domicilio, así como también lo hicieron los ministros de Hidrocarburos y Minas.
No pasó media hora del pronunciamiento militar cuando, Morales, acompañado por su vicepresidente Álvaro García Linera y otros miembros del gabinete, anunciaba al país y al mundo por televisión que dejaba la Presidencia para preservar “la paz” en la nación boliviana.
“Estoy enviando mi carta de renuncia a la Asamblea Legislativa de Bolivia”, dijo el Mandatario en la televisión nacional desde su reducto del Chapare.
“Hemos decidido renunciar para que hayan nuevas elecciones (…) todo por la paz”, dijo el ahora exmandatario boliviano.
“Estamos dejando una patria liberada, en proceso de desarrollo (…). Mi pecado es ser indígena. Mesa y Camacho han logrado su objetivo”, afirmó a la vez que acusó que en su país se produjo un “golpe cívico, político, policial y militar”.
Ya en la noche, el resto de su Tren Ejecutivo renunció también a su cargo para dar paso a las nuevas autoridades.
Por el lado opositor, Carlos Mesa, expresó a la prensa en la Plaza Murillo, frente a la antigua casa de gobierno, mientras miles de bolivianos festejaban en las calles de La Paz la dimisión de Morales que “hemos dado una lección al mundo. Mañana Bolivia será un país nuevo”,
“Esto no fue un golpe de Estado. La Asamblea Legislativa y el Senado puede elegir un Presidente. Debe haber sucesión constitucional. La palabra la tiene Adriana Salvatierra, (presidenta del Senado)”, afirmó el dirigente.
La incertidumbre se cierne sobre el destino de Evo, pues más temprano se especulaba que había abandonado el país en el avión presidencial, no obstante, esa versión no fue confirmada.