Con las exigencias de aislamiento y separación derivadas de la pandemia del Covid-19, la escuela se ha trasladado al espacio virtual, las “clases” y “trabajos de investigación” se hacen y exigen la vía computacional para la continuación del año lectivo; en cada escenario donde hay padres con hijos en edad escolar, hemos recibido la misma opinión quejosa de la cantidad de “tareas en casa” que se le imponen a los muchachos, lo cual compromete a toda la familia para acompañar a la realización de las mismas en los términos del programa de desarrollo de la materia a la cual corresponde y los apremios de su exigencia para la puntuación que permita alcanzar la suficiencia para “pasar” la materia y subir a un nuevo año de escuela. Por supuesto, esa opinión la hemos recibido en espacios con padres, donde hay casa, computadora, energía, conectividad y familia en posibilidad de ayudar; en otros espacios, el asunto es la dolorosa desolación.
Hemos sabido de la angustia de maestros acerca de su rol y modos para atender a sus discípulos; algunos en grado de verdadera vocación de docencia heroica; también de esfuerzos institucionales, públicos y privados, para superar las dificultades del aislamiento y la necesidad de atención a los más jóvenes. Además de las profundas desigualdades, en Venezuela y en el mundo, de lo cual se derivan consecuencias que agravan las situaciones precedentes a este gran confinamiento planetario: lo cierto es que la práctica y orientación de la “educación de la modernidad” con la que abordamos el siglo XXI, basada en la acumulación de conocimientos parcelados, ha sido puesta en cuestionamiento desde hace muchos años y se ha demostrado que en las actuales condiciones, contribuye a profundizar la desigualdad y a trabar las posibilidades de con-vivencia armónica en la compleja mismidad de cada uno, con la otredad interactiva/antagónica en la sociedad y la multi-diversidad con la que se manifiesta la vida; es así que la educación no está ayudando al mejor vivir. Esta contradicción de homo sapiens/demens se agudiza en las violencias crecientes con las que hemos andado estas dos décadas del presente siglo, heredero de la memoria de violencia del siglo anterior.
En la última década del sXX, la magnitud de la crisis de la modernidad, propició diversos encuentros de muchos “inquietos” acerca de la educación necesaria; también la UNESCO (organización de las naciones unidas para la educación y la cultura) lanzó el “programa internacional sobre la educación, la sensibilización del público y la formación para la viabilidad”; dentro de su desarrollo, solicitó al pensador francés Edgar Morín que expresara sus ideas sobre la esencia de la educación del futuro, en el contexto de su visión del “Pensamiento Complejo”, la cual fue publicada en el año 2000, como contribución al debate mundial, para ayudar en educadores y líderes a aclarar su pensamiento en este asunto vital a la sobrevivencia de la condición humana.
De allí surge el documento contenido en un libro, “Los siete saberes necesarios a la educación del futuro” que bajo la direccionalidad y autoría de Edgar Morín, fue publicado el año 2000. En nuestra última gestión de responsabilidad municipal, incitamos al equipo de “Almacaroní”, para atender esas reflexiones y propuestas; hoy quiero invitarles a un sencillo recorrido por el sendero del índice de esa obra, con el propósito de desarrollar inquietudes constructivas sobre el tema esencial en esta hora de inquietudes y angustias, ¿cuál futuro nos espera?, ¿qué podemos hacer para influir en él?, ¿cómo contribuimos con la generación del futuro? que ya nació y está entre nosotros, a nuestro cargo y responsabilidad; además ¿cómo nos transformamos nosotros mismos para poder ayudar?, porque, como insistía nuestra madre, “la mejor escuela es la del ejemplo”.
Los siete saberes necesarios a la educación del futuro, son fundamentales para ser tratados en cualquier sociedad y cualquier cultura, porque destapan profundos misterios concernientes al Universo, a la Vida, al surgimiento del ser humano, a su historia y a su desarrollo en la necesidad de convivir al relacionarse consigo mismo, con los otros y con la naturaleza. En el documento, esos siete saberes se corresponden con los capítulos en los cuales se desarrolla la obra; así lo vamos a hacer en este artículo de hoy.
Primero, las cegueras del conocimiento : el error y la ilusión. El conocimiento sobre el modo de conocer debe ser la primera necesidad de prepararse para afrontar los riesgos tan frecuentes del error y la ilusión, que perturban a la mente y la vida misma del ser humano que los padece; ¿cuántas acciones humanas se han convertido en tragedias o sufrimiento por una visión errada o ilusa de la realidad?. Se hace necesario desarrollar en la educación el estudio de las características cerebrales, mentales y culturales del conocimiento humano, de sus procesos y modalidades, de las disposiciones psíquicas y culturales que permiten el riesgo del error o la ilusión. Se trata de enseñar para armar en cada mente el combate vital por la lucidez.
Segundo, Los principios de un conocimiento pertinente, es decir un conocimiento que sirva para visualizar y afrontar problemas globales en la relación del todo y las partes; la complejidad y las antinomias en las que se teje la realidad y que la especialización parcelada impide considerar; los problemas esenciales sólo pueden ser planteados y considerados en un contexto. ¿cuántos problemas son “mal-tratados” por la visión especializada que separa (abs-trae) el asunto del conjunto y no mira el contexto?. Es necesario desarrollar la aptitud natural de la inteligencia humana para ubicar todas las informaciones que tenga sobre un asunto, en su contexto y en conjunto. Es necesario enseñar los métodos que permitan abarcar y considerar las mutuas relaciones y las influencias recíprocas entre las partes y el todo y cómo se relacionan en un mundo complejo. En todo asunto hay varios puntos de vista a ser considerados.
Tercero: Enseñar la condición humana debe ser el objeto esencial de toda educación. El ser humano es a la vez y al mismo tiempo, físico, biológico, psíquico, cultural, social, histórico, cósmico; esa unidad compleja y diversa de la condición humana es la que está desintegrada en la enseñanza de disciplinas dispersas que imposibilitan aprender lo que significa ser humano. Es necesaria una educación que ayude a cada quien, donde quiera que esté o situación en la cual se encuentre, a tomar conciencia y conocimiento de sí mismo en su identidad compleja y al mismo tiempo de su identidad común a todos los seres humanos; Los bucles de relación: cerebro/mente/cultura, razón/afecto/impulso, individuo/sociedad/especie, permiten comprender la relación sapiens/demens; mostrar la complejidad de unión indisoluble entre la unidad y diversidad de lo humano.
Cuarto: Enseñar la identidad terrenal; el destino planetario y la identidad del género humano con la tierra-patria, donde afrontamos los problemas de vida y muerte (¿recuerdan “nuestra única y contaminada nave espacial”?), nuestra responsabilidad y necesidad de transformarnos para mejorar la vida en ese destino planetario y para superar las opresiones y dominaciones que se han impuesto por la violencia.
Quinto: Enfrentar las incertidumbres; si bien el conocimiento científico ha permitido adquirir muchas certezas, también ha puesto de manifiesto un inmenso campo de incertidumbres; para abordarlo es necesario enseñar estrategias de aprender a navegar en un mar de incertidumbres a través de islas con certezas. Desarrollar habilidad para superar el temor por lo desconocido y tener mente abierta en el juego de los bucles riesgo/precaución, fines/medios, acción/contexto, para apostar ante lo inesperado y poder hacerle frente. Es muy importante comprometer a los educadores en este arte.
Sexto, Enseñar la comprensión, base de la comunicación humana en todos los sentidos; para comprenderse a sí mismo y con los otros, tanto próximos como extraños y al planeta. Educar para superar las barreras del egocentrismo, etnocentrismo y sociocentrismo; cambiar la mentalidad reductora, para salir de este estado bárbaro de incomprensión; estudiarla en sus raíces, sus maneras y sus efectos, fanatismos, racismos, xenofobias, desprecios, ignominia, negación, violencia; lo cual nos trae la necesidad de enseñar los caminos de apertura hacia los demás, la compasión, la tolerancia, la aceptación de las diferencias y su superación, el respeto a las ideas de quien piensa distinto, la piedad ante el sufrimiento. La comprensión es medio y fin de la comunicación humana.
Séptimo, La ética del género Humano, donde la educación es la base para considerar una actitud ante la vida, un modo de vivir donde el bucle de enlace individuo y sociedad es inseparable y además co-productores uno del otro, a lo cual agregar el término especie humana y entre los tres hacer surgir nuestra conciencia y nuestro espíritu propiamente humano.
Volveremos con Edgar Morín y el humanismo planetario. Educar para ser persona, demócrata y ciudadano del planeta, para generar una antropo-ética y una antro-política, necesarias a la esperanza de lograr una vía por la sobrevivencia de la vida, -también la humana-, en esta tierra-patria. ¡ Salvar a la humanidad, realizándola !
Casatalaya, Ciudad Guayana 12 Noviembre 2020