COVID Y FALSAS INFORMACIONES | Por: Ernesto Rodríguez

 

Desde hace años el gran escritor italiano Umberto Eco (1932-2016) declaró en varias ocasiones que con las redes sociales vivimos una ‘invasión de los imbéciles’. En efecto, recordemos a Adriana Raggi que publicó el 16 de septiembre de 2016 la siguiente declaración de Umberto Eco: “Las redes sociales, dan el derecho de hablar a legiones de idiotas (…) ahora tienen el mismo derecho a hablar que un Premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles” (1).

Actualmente adquiere más vigencia que nunca lo que expresó el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) en su famosa obra: ‘La Rebelión de las Masas’ (1930). A comienzos de siglo este autor ya vislumbraba una época en la que iba a predominar la ignorancia, la mediocridad y la vulgaridad. Así dice: “La característica del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho de la vulgaridad y la impone dondequiera” (Cap. I). Yo solamente acotaría a esta cita de Ortega y Gasset, que muchas de las personas ignorantes, mediocres y vulgares, no están conscientes de la magnitud de su ignorancia y su mediocridad, y por eso no se percatan del daño social que pueden hacer.

Este problema de las personas que declaran cualquier sandez no sería tan grave cuando lo que dicen no perjudica mucho a los demás. Pero es sumamente grave en situaciones como la que vivimos con la pandemia del Covid-19. Porque vemos a muchos pseudomédicos, charlatanes, ‘conspiranoicos’, timadores y estafadores de toda índole, declarando por las redes sociales como si fueran médicos muy preparados, sobre las consecuencias del Covid-19 para la salud de la persona, o declarando contra las vacunas sin basarse en evidencias científicas de ningún tipo, En efecto, muchos de ellos declaran que la vacunación es una ‘conspiración’ de los gobiernos para exterminar a sus poblaciones vacunándolas, o que toda persona vacunada fallecerá al cabo de un tiempo como consecuencia de haber sido vacunada. Pero no proporcionan ninguna evidencia científica para sustentar aseveraciones tan descabelladas. También hemos visto manifestaciones en varios países contra las medidas gubernamentales para evitar los contagios en aglomeraciones de las personas. Varias de esas manifestaciones han sido de neonazis en países europeos. Hasta algunos presidentes tuvieron una gran responsabilidad al minimizar la gravedad del Covid-19. Recordemos a Donald Trump cuando era presidente y se oponía al uso del barbijo, recomendó ingerir lejía para combatir el coronavirus, y llegó a llamar ‘idiota’ a Anthony Fauci (nac. 1940) porque recomendaba el uso del barbijo en Estados Unidos…Fauci es un médico especializado en inmunología y Director desde 1984 en Estados Unidos del ‘Instituto de Alergia y Enfermedades Infecciosas’.

Esas declaraciones de los pseudomédicos y ‘conspiranoicos’ hacen daño social porque muchas personas incautas las creen y se sugestionan.

En estos casos, se aplica  lo que estipula el filósofo inglés John Locke (1632-1704) en su ‘Segundo Tratado del Gobierno Civil’ (1690) cuando plantea: “El hombre (…) tiene por naturaleza un poder (…) preservar su propiedad, es decir, su vida, su libertad y sus bienes – contra los perjuicios y atentados que le hagan otros hombres” (Cap. 7, Sección 87).

Posteriormente el autor francés Jean Jacques Rousseau (1712-1778) en su conocida obra: ‘El Contrato Social’ (1762) hizo una serie de planteamientos que luego fueron muy citados durante la Revolución Francesa. El planteamiento fundamental de su obra es que los ciudadanos deben llegar a un pacto social cuyo objetivo es: “cómo encontrar una forma de asociación que defienda a la persona y los bienes de cada miembro con la fuerza colectiva de todos” (Libro I, Cap. 6). Dicho en otras palabras, todo ciudadano debe convivir con los demás  y debe acordar con ellos un poder común que proteja a todos.

El filósofo inglés John Stuart Mill (1806-1873) en su conocida obra. ‘Sobre la Libertad’ (1859) plantea muy claramente los límites de la libertad de un ciudadano: “El único propósito por el cual se puede ejercer el poder correctamente sobre un miembro de una comunidad civilizada, contra su voluntad, es para impedir el daño a otros” (Cap. 1). Más adelante dice: “La libertad de un individuo debe por lo tanto, quedar bastante limitada: Él no puede ocasionar perjuicios a otras personas” (Cap. 3).

La ‘Declaración Universal de los Derechos Humanos’ de la ONU proclamada el 10 de diciembre de 1948 estipula en su Artículo 29 lo siguiente: “1) Cada uno tiene deberes respecto a la comunidad, pues solamente en ella es posible el libre y pleno desarrollo de su personalidad. 2) En el ejercicio de sus derechos y libertades, cada uno estará sujeto únicamente a limitaciones determinadas por la ley con el propósito de asegurar el debido reconocimiento y respeto a los derechos y libertades de otros…”.

Con el asunto de tolerar el comportamiento de los ciudadanos que atentan contra la salud de otros porque se niegan a cumplir normas de prevención, se presenta la llamada ‘Paradoja de la Tolerancia’ que el filósofo austríaco Karl Popper (1902-1994) analiza en su obra: ‘La Sociedad Abierta y sus Enemigos’ (1945, quinta edic. revisada 1966). Popper dice: “La tolerancia ilimitada conduce a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia” (2). Este planteamiento de Popper se aplica a los ciudadanos que son intolerantes con el derecho a la salud del prójimo.

Entonces…¿Qué se podría hacer para orientar a las poblaciones del planeta ante el Covid-19?…Imponer una censura en las redes sociales y los medios de comunicación es riesgoso por muchos motivos, ya que sería atentar contra la libertad de expresión. La OMS obviamente cumple un papel importante, pero a veces da la impresión de que sus declaraciones no tienen la contundencia ni la efectividad que deberían tener en el planeta. No obstante, en el mundo hay muchos profesionales muy preparados y entonces, además de la OMS, en diversos países podrían crearse comités de expertos en epidemiología, medicina, psicología y hasta filósofos que orienten a las personas…¿Por qué psicólogos y filósofos?…Porque en muchos países hay una epidemia de estrés y depresión, y hay eminentes filósofos que han publicado mucho sobre la filosofía ante situaciones peligrosas en la vida.

Por otro lado, a nadie se le puede obligar a vacunarse. Hay acuerdos internacionales sobre eso. Pero sí se puede orientar a las poblaciones sobre la base de los conocimientos que ha adquirido la ciencia…¡La ciencia es lo más valioso que tenemos ante epidemias como la del Covid-19 y ante las enfermedades de todo tipo!…Entre lo que se publique en la prestigiosa revista médica ‘The Lancet’ y lo que digan pseudomédicos, tenemos que guiarnos por dicha revista. Sin embargo,  es importante aclarar que quizá en un futuro se descubra que algunas cosas que se publican contra las vacunas son verdaderas. Es decir, puede suceder que por casualidad ‘el burro toque la flauta’, como en la conocida fábula del ‘Burro Flautista’ compuesta en 1782 por el escritor español Tomás de Iriarte (1750-1791). En dicha fábula se refiere que un burro iba por un prado y se encontró con una flauta y por casualidad sopló y tocó la flauta. Entonces, prosigue la fábula: “¡Oh!, dijo el borrico; / ¡Qué bien sé tocar! / ¡Y dirán que es mala la música asnal! / Sin reglas de arte, borriquitos hay / que una vez aciertan por casualidad”.

Pero por ahora, lo que se publica  contra las vacunas son meras especulaciones, y lo que es inaceptable es hacer aseveraciones sin fundamentación empírica científica…En fin, en el mundo hay que tratar de neutralizar por todos los medios esa invasión de informaciones irresponsables. NOTAS: (1) http://adrianaraggi.com ,16/septiembre de 2016 (2) Primera Parte, Nota 4 del Cap. 7.

ernestorodri49@gmail.com

 

Salir de la versión móvil