El tiránico régimen norcoreano, según fuentes oficiales estadounidenses, comunica a la Casa Blanca su disposición a tratar su desarme.
Habrá reunión y tratará sobre la desnuclearización de Corea del Norte. Las primeras dudas sobre la insólita cumbre que protagonizarán en mayo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el Líder Supremo, Kim Jong-un, empiezan a disiparse. El diálogo, según fuentes oficiales estadounidenses citadas por The Wall Street Journal y The Washington Post, versará sobre lo único que le interesa a la Casa Blanca: la desaparición del armamento nuclear norcoreano.
Este punto había sido exigido por Trump como condición necesaria para sentarse a negociar. Hasta la fecha, solo la palabra de Corea del Sur, intermediario y facilitador de este diálogo, lo había validado. Pero Washington aún no conocía de primera mano el parecer de Pyongyang. Ahora, tras un contacto directo, ha quedado asegurado que ese será el eje de la reunión.
Que se trate la desnuclearización no asegura el éxito del encuentro. Ambos líderes han mostrado en tiempos pasado una extraordinaria capacidad para insultarse y amenazarse, y nada impide que no pueda volver a ocurrir, especialmente porque de la mesa es difícil que uno de los dos contendientes no salga como derrotado.
Tampoco hay acuerdo sobre lo que Corea del Norte entiende por desnuclearización. Para EE UU supone el fin inmediato de su programa nuclear y la destrucción del arsenal. Para Pyongyang, se trata posiblemente de algo mucho más paulatino y supeditado a la retirada de las tropas estadounidenses de la península coreana.
Bajo estas premisas, la posibilidad de un acuerdo es remota. Trump, además, acude tras haber descabezado al sector moderado de su Ejecutivo. Fulminados el secretario de Estado, Rex Tillerson, y el consejero de Seguridad Nacional, Herbert R. McMaster, el presidente ha tomado el liderazgo de la negociación y se ha hecho flanquear por halcones como Mike Pompeo y John Bolton, dispuestos a la intervención militar. Asímismo, los antecedentes históricos son malos. Ni Bill Clinton ni George Bush hijo lograron avances en sus negociaciones. Y la trayectoria de Kim Jong-un le muestra como un tirano sin escrúpulos que nunca ha dado muestras de apertura ni mostrado capacidad para el diálogo.
En este escenario, la principal baza de EE UU ha sido China y su disposición a presionar a Pyongyang para que abandone su frenética carrera armamentística. Pero ahora mismo, Washington ha abierto una feroz guerra arancelaria contra Pekín. Un conflicto cuya deriva puede dificultar el entendimiento de ambas superpotencias y acabar enlodando el camino de la desnuclearización de Corea del Norte.
Fuente: Noticias al día