No puede existir duda alguna en que la prioridad de los gobiernos, los ciudadanos y la economía es proteger y salvar las vidas de las personas. Este noble propósito haya su asidero directo en el principio de la dignidad de cada persona la que, a su vez, es la sustancia esencial de la libertad y de la libre determinación que caracteriza a cada ser humano.
Conviene complementar este tema, en relación con el éxito relativo que estén teniendo las naciones en su ofensiva contra el coronavirus, con una alusión sintética al comportamiento de la economía durante el desarrollo de la pandemia. La economía está experimentando una enorme contracción que solo puede ser comparada con la que produjo la Gran Depresión de los años 1930 en adelante. Es una crisis global que, a diferencia de todas la anteriores, afecta tanto al lado de la demanda como al de la oferta, golpea a productores y a consumidores al unísono, Se extiende por el área real y por el área financiera. Aumenta el desempleo, la pobreza la miseria; hace quebrar empresas y desaparecer los ingresos de los trabajadores. Se abate sobre las economías prósperas y avanzadas, pero ataca sin misericordia a las naciones en vías de desarrollo y, peor aún, a las de bajos ingresos; todas estas ahogadas por la baja pronunciada de los precios de sus commodities, la caída abrupta del comercio internacional, las deudas externas no pagadas y en default, la abrumadora fuga de capitales que experimentan, la caída de la inversión privada extranjera y el cese de su acceso a nuevas fuentes de financiamiento para sus proyectos.
La situación de la economía, en marcha precipitada hacia la contracción y la caída general de ingresos, tiende a agravarse constantemente por cuanto, entre las reacciones de la demanda y de la oferta, se produce una especie de círculo vicioso que arrastra cada día más a la baja a toda la actividad económica.
Por supuesto, durante el período del confinamiento los gobiernos han de actuar con rapidez poniendo en marcha todas las medidas monetarias y fiscales que tiendan a aminorar los severos efectos de la depresión. Subsidios directos a personas y a familias, extensión del seguro del desempleo, pago de nómina por un número de meses a determinarse con el propósito de garantizar la continuidad del empleo y el mantenimiento de cierto nivel de producción, préstamos en condiciones favorables al mundo empresarial para evitar cierres de empresas solventes por falta de liquidez, asistencia técnica y económica, estímulos tributarios, posposición de deudas acordadas entre las partes etc.
Todo esto significará para los gobiernos un aumento del déficit fiscal, un incremento de la deuda pública notable, un crecimiento del índice de riesgo país. Estas consecuencias resultan inevitables, y habrá que proceder, a su paulatina corrección, tan pronto comience a desvanecerse la amenaza siniestra del coronavirus; reiteramos que el deber impostergable del gobierno debe ser salvar la vida del mayor número posible de sus ciudadanos.
Todos se preguntan cuándo cesará el coronavirus, cuan profunda será la depresión económica que acarreará, cuál será la suma total de los fallecidos y de los enfermos, porqué llegamos a este desastre, qué podemos hacer para evitar otro de idéntico origen y de magnitud igual o superior, y sobre todo, comienzan a aparecer controversias acerca del papel que en esta crisis jugó el modelo de economía capitalista que hoy sigue siendo hegemónico en el mundo y hacia que otros modelos se pudieran dirigir las naciones para garantizar más solidaridad, más eficiencia, más justicia social, más participación de comunidades y de ciudadanos.
Este debate está apenas iniciándose, pero ya existe un conjunto de personalidades importantes que se dirigen a investigar, evaluar y elaborar materiales relacionados con el modelo económico. Algunos de los actores básicos, que están tomando parte en este diálogo, son personas destacadas en economía, política o sociología tales como Paul Krugman, Joseph Stiglitz, Jeremy Corbyn, Gita Gopinath, Eswar Prasad, Thomas Piketty, Edgar Morin, Luis Huete etc.
Estos elementos críticos, ideológicos y políticos que comienzan a ser discutidos en relación con el sistema capitalista y su funcionamiento en el contexto de la crisis pandémica, deben ser entendidos en las coordenadas de otras demostraciones cívicas que también ocurrieron. Me refiero en especial a la solidaridad, apoyo mutuo y protección a los más vulnerables que instituciones, públicas, privadas, eclesiales, cumplieron durante estos meses. El heroísmo del sector de servicios sanitarios, las fuerzas armadas disciplinadas y eficientes, la acción eclesial de Caritas, los servicios de asistencia a indigentes, ancianos y niños libraron una jornada extraordinaria digna de encomio. Destacamos la labor perseverante, abnegada y callada de los hombres y mujeres dedicados a la investigación científica dirigida a estudiar, prevenir y encontrar vacuna y tratamiento para el virus. Todas estas son virtudes cívicas sobre las cuales se fundarán, en su oportunidad, los valores que deben normar la creación de un nuevo orden económico y social.
Por todo esto deseamos dejar, para una abierta consideración, algunas reflexiones sobre este tema del modelo que debe sustituir o modificar el modelo capitalista clásico que hasta hoy es predominante en el mundo.
De acuerdo con esto, procederemos a desarrollar, de manera breve, algunas ideas acerca del modelo económico que ofrecemos al debate y que denominamos, junto a muchos otros hombres y mujeres del mundo, la Economía Social y Ecológica de Mercado. Creemos que este modelo, luego de que transcurra la pandemia, debería promoverse y expandirse paulatinamente alrededor del globo ya que posee las condiciones de equidad, eficiencia, operatividad y creatividad necesarias para garantizar un mejor nivel de vida, una existencia más feliz y tranquila y una economía más potente.
La Economía Social y Ecológica de Mercado, ESEM, es un modelo económico, originado en Alemania, que permite canalizar, combinar y potenciar las tres fuerzas básicas de un sistema de producción: La utilización del mercado competitivo socialmente regulado para establecer qué se produce, cuándo se produce y cómo se produce; la elevación del trabajo como factor fundamental de la producción y el respeto a la libre iniciativa tanto de empresas como de forma individual para organizar el proceso productivo y estimular la mejor escogencia tecnológica.
Los principios fundamentales que orientan su desarrollo provienen del pensamiento cristiano y de la idealidad democrática. Ellos son: La dignidad de la persona humana; la búsqueda del Bien Común; la subsidiaridad del Estado; la solidaridad entre las instituciones y las personas dentro del orden social; la responsabilidad de la persona en el cumplimiento de sus tareas y responsabilidades de manera que cada uno se sienta participe de la vida del conjunto al compartir sueños, ideales y fracasos; la potenciación de las sociedades intermedias entre el entado y la persona que persigan fines legítimos; el respeto a la libertad y a los derechos humanos; la idea que el poder reside en el pueblo que lo ejerce a través del sufragio.
La Economía Social y Ecológica de Mercado (desde ahora ESEM) es eficiente, participativa, innovadora y equitativa. Permite superar tanto las fallas como las perturbaciones del mercado. Da respuesta a para quien se produce y como se controlan las perturbaciones poniendo freno a los monopolios, los oligopolios, la competencia imperfecta y las cartelizaciones que perturban toda la vida económica de la nación.
¿Cuáles son sus rasgos fundamentales? Algunos de ellos son
- El trabajo es el factor fundamental de la producción. Es una expresión directa de la dignidad humana. El proceso educativo debe estar orientado vitalmente hacia la dotación de capacidades de manera tal que cada ser humano sea apto para desarrollar sus habilidades en un mundo globalizado. El capital es un factor importante dentro del proceso productivo. Es la clave para la inversión y potenciación del desarrollo.
- El mercado ha de operar con libertad para decidir qué se produce, cuánto se produce y cómo se produce. Es un mecanismo creado por la sociedad que es eficiente y practico; funciona mejor en cuanto más se aproxime a las condiciones en las que opera la competencia perfecta.
- El mercado no tiene capacidad técnica para decidir sobre la distribución de los ingresos. En este espacio deben actuar el estado y la sociedad civil en la búsqueda de una política social integral.
- El mercado puede derivar hacia formas agudas de competencia imperfecta, hacia cartelizaciones, monopolio y monopsonios. Todos ellos son contrarios a la eficiencia productiva. En consecuencia, la ESEM debe prever una política para luchar contra todas estas formas de deformación de la competencia.
- No existe conflictos de intereses entre la libertad y la equidad social. Al contrario, hombres libres son el presupuesto para el ejercicio de la equidad social.
- Se tendrá especial atención en la aplicación del Principio de subsidiariedad en virtud del cual el Estado sólo debe actuar cuando advierte que los particulares o los organismos intermedios no pueden realizar cierta actividad específica adecuadamente.
- La política social debe garantizarle a cada ser humano una educación basada en la dotación de capacidades necesarias para obtener con su trabajo digno y productivo la realización de su dignidad humana. De igual manera la ESEM sostiene que el orden social democrático ha de estar presidido por la idea de la Justicia Social, vale decir, aquella que exige de cada uno lo necesario para el Bien Común.
- Las organizaciones del Mundo del Trabajo gremios, sindicatos asociaciones, juegan un papel importante y útil para la sociedad en la búsqueda del Bien Común ya que permiten equilibrio de poder entre las diferentes partes contratantes.
- La lucha por proteger el medio ambiente y obtener el crecimiento económico, en un ecosistema sustentable, solicita la intervención del Estado y de la sociedad civil para paliar o eliminar los fuertes impactos externos negativos que recibe el orden natural.
- El derecho a la propiedad privada de los medios de producción orientará el esfuerzo productivo. El objetivo de aspirar a una determinada tasa de ganancia, conforme con el aporte y la competencia, se acepta como una fuerza motora del desarrollo. La propiedad ha de distribuirse con equidad de manera que haya cada vez más propietarios. El derecho a la propiedad privada estimula y permite impulsar otras formas de propiedad no individuales pero importantes como son las cooperativas de producción, las empresas de cogestión y las empresas de autogestión. El estado deberá impulsar estas nuevas formas de propiedad.
- En la ESEM, aplicada en países en vía al desarrollo y con ingreso medio, como Venezuela, el Estado está a cargo de una tarea importante: Debe ser una fuerza que intervenga activamente en áreas como el mercado laboral, la defensa del medio ambiente, los objetivos del desarrollo económico, la política social, la potenciación de la infraestructura, el orden y la seguridad, la protección de los más vulnerables y la paz y la armonía social.
- La ESEM no debe ser una economía de mercado liberal sin control, sino una economía de mercado dirigida conscientemente por lo social y por lo ecológico.
- La ESEM acepta el principio de redistribución del poder fortaleciendo la sociedad civil y elevando su protagonismo. Auspicia la creación de un denso y polivalente tejido de sociedades intermedias entre el Estado y el Pueblo, la Sociedad Civil, las cuales persiguen fines legítimos y naturales en procura del Bien Común.
Ofrecemos estos planteamientos, como base para reflexiones posteriores, que pueden sernos útiles para allanar el camino hacia la construcción de un nuevo modo de producción más eficiente, más avanzado tecnológicamente y más equitativo.
Abdón Vivas Terán
Madrid mayo del 2020