Francisco González Cruz
Las perspectivas de la COP 30, la Cumbre Mundial de las Partes sobre el Clima, que se celebra en la ciudad amazónica de Belem, nos las pueden dar algunas voces representativas de los presentes allí, o de los ausentes.
Uno de los presentes es el Cardenal Pietro Parolin, Secretario del Estado Vaticano, quien reiteró el compromiso de la Santa Sede y las Iglesias locales de dar una respuesta ética al cambio climático, un tema que, según afirmó, podría convertirse en una oportunidad para revitalizar el multilateralismo en crisis. “Concretemos los compromisos, el tiempo se agota”.
Unos de los ausentes, en señal de protesta, es Ailton Krenak, el único indígena de la Academia Brasileña de las Letras, quien considera que la COP ha sido “secuestrada” por la perspectiva económica: “El clima pasó a ser un mercado, La COP dejó de lado la ecología y adoptó la perspectiva de servicios ambientales”.
El primero, el Cardenal Parolin, se refirió a las iniciativas del Papa Francisco con su carta encíclicas Laudato Si’, Laudate Deum y Fratelli tutti. En la primera cuales planteó con audacia y conocimiento la crisis planetaria, sus causas y sus soluciones desde lo personal, local y global; en la segunda enfocada al calentamiento global hace un llamado a acciones drásticas, vinculantes y monitoreables para una transición energética que evite daños aún mayores y promueve un multilateralismo más eficaz, y en la tercera plantea la fraternidad universa y la responsabilidad de todos en el abordaje de los problemas locales y globales.
El Papa Francisco no se quedó en palabras, pues creó el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, una especie de ministerio en la Santa Sede para promover iniciativas de acción en todo el mundo, que han devenido en un vigoroso movimiento al servicio del cuidado de la Casa Común. Ese movimiento ha despertado entusiasmo en muchas diócesis y parroquias alrededor del mundo, pero faltan muchas por convencerse de las bondades de asumir la “ecología integral” como modelo de vida verdaderamente transformador. De allí la insistencia de comprometer en esto a las iglesias locales: “Considero que la contribución fundamental de la Santa Sede y las Iglesias locales es sensibilizar y ofrecer una respuesta ética al problema del cambio climático”, afirmó el Cardenal Parolin.
El segundo, Ailton Krenak, tiene una visión que en el fondo coincide con la del Papa Francisco de la Ecología Integral, y en la necesidad de actuar en el ahora. “La idea del porvenir solo es aceptable si en el presente florecen mundos, si la acción humana se dirige a la acción de mundificar. Inventar mundos es mucho más interesante que inventar futuros. El futuro ancestral, arremolinado en un presente vivo y diverso, crea mundos y propicia alianzas entre una constelación de seres humanos y no humanos”, afirma en su libro “Futuro Ancestral” publicado el año pasado por Penguin Random House.
Hay muchas otras voces presentes o ausentes en la COP 30. Estas dos citadas tienen autorictas, poder moral, pero hay otras que no la tienen, la mayoría por ser dependientes de ideologías reduccionistas que niegan sin bases éticas ni científicas los problemas de fondo, o comportamientos contradictorios, pues rompen lanzas por la lucha contra los contaminantes mientras autorizan y promueven grandes inversiones en combustibles fósiles, en la expansión de las empresas que contaminan a los seres humanos y al ambiente natural. Son los diablos vendiendo cruces.
La COP 30 debe producir algo bueno, aunque sea el convencimiento de que estas cumbres tan manipuladas por intereses poderosos que obedecen al modelo de la economía de la codicia, deben transformarse en iniciativas concretas, drásticas y supervisadas. El desafío está en la acción, hoy y en cada lugar.
